EL HUECO DE LA LLUVIA

EL HUECO DE LA LLUVIA

Beatriz Mir

13/08/2020

Luego este corazón que me sustenta
con su latido acompasado y ciego
se me echa a llorar junto al camino,
me empapa el horizonte con sus lágrimas
y no me deja ver la luna a contracielo. 


CON EL OJO DEL BÚHO
“Siéntate en mi pequeño
jardín de desterrado” (Rafael Alberti)

Sentados a la vera de la luna
leeremos poemas con el ojo del búho.
Entonces golpearemos a la puerta
de la piedra que abandonó a Wislawa
en la arena.

Al amanecer,
quizá con cierta inútil premura,
arrearemos el último rebaño de estrellas
por la ladera de la noche.

Los pájaros llegarán puntuales
a despertar el día y nosotros
siempre estaremos solos.
Comeremos pan de soledades,
desayunaremos desamparos;
así anduvimos siempre entre los melindrosos
recodos del camino.

Mezquina,
la savia fluye menos por estas ramas miopes.

De todos modos,
sentados a la vera de la luna,
en éste pequeño jardín, hemos visto deshacerse
los cántaros abrumados de herrumbre.

LUNA DE RIO
Lejos habrá otro río donde la algarabía
rompe lunas de hielo y devora las trizas.
Lejos, donde no llegan los latidos que mi ansiedad apura,
dormirás con mis sueños mientras cae la lluvia
y la noche será rotunda, plena,
tendrá estrellas colgadas y cientos de luciérnagas.

Sobre la tierra áspera las sombras acarrean
puñados de murmullos que pasan y se alejan.
De pronto me parece que tus pasos
pero sólo son pasos que alucina la arena.
Sé bien que no vendrás y sin embargo
algo que se parece a la esperanza me sostiene
expectante en esta orilla.

En la palma del agua mi nave sin sosiego
pone proa hacia el vértice de la noche profunda,
sale a buscar palabras para alcanzar la altura de tu vuelo,
va sin vela y sin brújula, cruje en celo.
Algún destello habrá para orientar el rumbo:
un rayo, una señal de otros exploradores del silencio.
Habrá una épica en la memoria del viento
y una cadencia que el tiempo no olvidó.
Cuento con eso.

DONDE ESCARCHA LA NOCHE
Donde escarcha la noche los amores que no bebe,
donde se estrellan las tersas caricias que el tiempo retacea,
donde empalidece el fulgor con que la inocencia crea el mundo
a su imagen y semejanza,
donde despliega la tarde el pañuelo claroscuro.

En esta enorme y desolada planicie desierta
yo escribo,
trazo signos sobre una hoja de papel para quemar,
converso con la indiferencia sorda
y le muestro palomas al ciego del banco vacío.

En esta tierra inhóspita ya todo se marchita,
sólo crecen el miedo y las desdichas. Aquí,
el corazón cansado y sediento se echa a llorar su propia muerte,
pero esta mano escribe y sigue escribiendo.

Escribe las lunas que asombran la noche,
escribe las horas donde naufraga la memoria y el relato.
Esta mano escribe,
escribe palabras como quien enciende un fósforo
con la esperanza de iluminar la eternidad.

Esta mano escribe los sonidos de los colores
y los tonos con que la vida suena y se calla en mis oídos,
escribe mientras el viento pasa y se le vuelan todas las palabras.
Escribe y sigue escribiendo
donde escarcha la noche los amores que no bebe.

CUADERNOS DE CASIOPEA
Cuadernos de Casiopea,
donde los sueños emergen
del horizonte al alcance de la mano.
Ceremonia donde la sacerdotisa unge la frente
de todas las estrellas consteladas
con palabras recién florecidas.

Cuadernos de Casiopea,
donde sueñan los tigres
y los tréboles olfatean
la esperanza cebada y al acecho.

Por la senda del renglón Eva regresa al Paraíso,
patria elegida para parir su voz y sus silencios.
Durante nueve lunas deambularon sus dedos
destejiendo murallas y levantando cielos.

Ahora tiene luz propia y una sed
que le llena los ojos de aguaceros.
Ahora ya no tiene dueño.

Dios le ha dado las llaves y le ha confiado el reino.

Cuadernos de Casiopea,
donde habitan sedosos los desvelos.

COMO SI LA LLUVIA
«mis dedos olvidan el alfabeto del deseo»
(Julio Arístides)

Como si la lluvia hubiera clausurado
la fina provisión de urdimbre
y todos los vientos fueran a estrellarse
contra la ausencia sin atenuantes de tus besos,
mis dedos ya no tejen con los hilos del agua 
la historia de dos bocas y dos sexos
con la que aprendimos a asomarnos
 a la eternidad.
No estás y Dios persiste en su silencio.
Ya no hay rosas en el aire,
sólo este rumor de jardín anochecido
donde los jazmines se marchitan
en macetas abrumadas de herrumbre.
Fue entre tus brazos que,
como una sacerdotisa del deseo,
encendí las primeras estrellas y las últimas.
Todo lo dejo allí, en el libro infinito
donde quedan trazadas las palabras
que inventé para escribirte el mundo.
POESÍA
Una forma de respirar
este mundo
cada vez más irrespirable.
Una forma de mirar
la ceguera
que borra el paisaje
y crispa las auroras.

Una forma de locura
salvadora
a la que todo le importa
y nada la consume.
Una forma de soledad
que deambula y se adentra
hasta desaparecer en mí
que siempre la traiciono.

Con el último candil encendido,
salgo algunas noches
y la llamo a gritos
para que venga a rescatarme
poniéndole palabras
a mis abismos.

Con la primera estrella apagada,
entro en algunas auroras
con ese abismo
tiznado de palabras sombrías,
sola
entre los restos del pasado
que se niega a volver a su tierra de olvido,
a su caverna habitada por fantasmas amados.

BUSCO LA CLAVE DE LA HOGUERA
Busco la clave de la hoguera
en el corazón del hielo.
Corre el viento con palabras al hombro,
sale a cantar la niebla sobre el río.

Por la blanca escalera de la luna
sube el brillo del charol de unos zapatos
que gastaron esa esquina del sur
rondando el alba.

Entre adoquines húmedos y aceras,
la lluvia lustra la melancolía
y la prende a mi ojal como una rosa.

De tan fría,
es azul y transparente la noche suspendida
en el arco que hace girar los sueños.

Se constelan sin rumbo y sin nombre
los caminos que dejé atrás cuando tus ojos.

Entre bruma y olvido
laten imperceptiblemente las auroras
donde mi voz arrulla con palabras de amor
las caricias dormidas que nunca nos dijimos.

GRISES
Escucho grises, densas voces
en el antiguo lugar del corazón.
(A.Pizarnik)

Veo grises en la luna que tiembla
en el agua recién anochecida de los charcos.

Veo grises en el campo que floreció tan tarde
y tan preciso
que alcanzó aun a deletrear la palabra que dibujó
la sombra de los siglos.

Oigo grises en el silencio que envuelve
a la esquina por donde pasaron,
en puntas de pie,
mi infancia y aquella calesita que de tanto girar
se volvió viento y de tanto ser viento se llevó,
a hurtadillas, los arreboles y los devaneos.

Veo grises en las estrellas empañadas de niebla,
grises agazapados que se quedan a tomar aliento
sobre el cemento de la ciudad ciega.

Antes de disparar se cuelgan de la noche
y echan a rodar sus artilugios.
Como fantasmas, los recuerdos se sientan
a mentirle al corazón, que es siempre un niño.

MILENARIO
“Se le resbalan a uno los ojos al no encontrar
cosa que los detenga…” (Juan Rulfo – “El llano en llamas”)

Milenario y distante de quietud mineral
se alza y perfora la bruma el pico más alto
y solo de la cadena de montañas.
Allá arriba, el espectro de un hombre
se alucina en la noche, casi al borde de la eternidad.
Ha llegado escalando la ladera inclemente y sus miedos.
Ahora busca en el lenguaje alguna forma del relato
que le explique a sus ojos lo que ven;
no encuentra palabras que detengan el vértigo,
cierra los ojos para borrar un instante la tempestad de belleza
que se derrama sobre su conmovida humanidad
y escucha en la música que toca el viento
apenas unas sílabas del poema que está escribiendo Dios
desde el principio.

Cuando llegue la aurora habrá olvidado las uvas, su nombre y su alfabeto.
Cuando la aurora llegue habrá dejado la forma del reloj sobre las horas,
la precisa rutina de sus pasos y el timbre de su acento.

Milenario y distante de quietud mineral
se va hundiendo en la noche con el alma transida y perpleja
el hombre iluminado por la luna salvaje.
Cuando llegue la aurora,
en el sitio del hombre habrá un brote de intemperie
floreciendo en el vacío.

AGUACERO EN LA PALMA DE LA LUNA
Aguacero en la palma de la luna
caen desiertos incandescentes por el
calendario inclinado de astros.
Y en la inmensa mansedumbre del vacío
se pudren los harapos de la gloria.

La vigilia de las lilas se hizo trizas
en el azogue del espejo,
en un rapto de fuego se incendiaron el cristal,
mis palabras y los puentes herrumbrosos
que mintieron regreso.

En la ensordecedora acústica del silencio
se columpian los fantasmas
mientras corre la tarde lejos de mis zapatos
tras los rastros esquivos de la cintura de la dicha.

El puño del olvido hace máscaras de humo
con flores de ceniza y las cuelga en mi boca.
El asfalto destella mojado por la lluvia
y un fervoroso viento deshilacha tu sombra.

Ya lo ves, no hay mucho que contar,
fuera de tu abrazo el mundo se ve distinto;
no hay donde cobijarse en el corazón del hielo.

ESPERO
Espero
en los días luminosos, cuando octubre
se subleva y decide declararse primavera;
en los arrabales de un verso
que preludian los ecos de mi barrio.
Espero
donde cambian de rumbo las estrellas,
cuando las sombras se visten de colores
y se pintan de herrumbre las macetas.
Espero
cuando susurra la lluvia esa honda letanía
en los techos de chapa y se encienden las cuerdas
que el viento toca junto a mi ventana.
Espero
que regresen del olvido
mis risas y mis lágrimas,
trayéndome en un cofre de silencio,
intactas y dormidas,
las alas que arrancaron tus manos desde el alba.

DUERMEVELA
La niña abre el baúl y una mano
le echa tierra en los ojos…
(Jorge Bocanera “Historieta”)

Susurra secretos su soledad,
a veces agita el viento
y crepitan alas que acuden
a despertar historias dormidas
en la esquina de las sombras de las rosas.

Entonces se encienden los puentes
y retroceden las insidiosas palabras homicidas.
Surgen de la copa a medio beber
la gloria, la magia, la tregua y la vigilia.

Entonces hay fulgor acechando,
filtrándose por el hueco de la duermevela.
La lluvia vuelve a ser azul,
la niebla, un jinete remontando distancia
y el rigor una dúctil promesa que desata
en la lengua de las flores
un dulzor de corazón de abeja.

La niña reina en el revés del naipe
y en el laberinto de cristal
hasta que abre el baúl y una mano
le echa tierra en los ojos.

GENESIS

“Le corrió un espasmo, como si quisiera decir:
Iníciame en el hechizo de la vida.” (Yasunari Kawabata)

Destella el crepúsculo en el nácar
de una aletargada caracola.
Tempestuoso juego de luz y miel,
espejismo en la piel del Paraíso.
El deseo se peina en el espejo del viento
y sangra estrellas impares
sobre las manos de Dios.
Peso breve en el aire que envuelve la danza,
fragor líquido que estalla debajo de la proa de seda
mientras la noche cae y ellos, Adán y Eva, se duermen
empapados de asombro y de rocío.

_ El barro y las manzanas al mezclarse
no pueden infundir tanta belleza…
Una y otra vez revisa la alquimia
y analiza la magia que es secreta.
En un recodo del Edén Dios piensa…

LECCIONES
Ahora miran otro cielo las ventanas
y tienen otras voces las palabras que no escribo.

Ahora, mientras aprendo mis lecciones,
el maestro invisible escribe consignas
en su pizarrón de humo
y me enseña el significado de la palabra efímero
desde el silencio de su voz sonando en eternidad.

Ahora que armo equipaje con las cosas perdidas,
que me muevo por la vida sin ser vista,
que ando sin hacer ruido por la calle,
comienzo a conjugar el verbo irregular
que aprieta el alma contra los astros
que te habitan.

OTRA
Por el barranco oscuro del olvido dejo caer
montones de hojas secas
que no pude quemar porque no ardieron,
siluetas de amaneceres disueltos en distancia,
pequeños pasos que anduvieron por pasillos
estrechos y sin salida.

Por el barranco oscuro del olvido dejo caer
el eco de mi voz,
llamándote
sin encontrar respuesta,
los días y las noches sin vela y sin brújula
por los que extravié las palabras primordiales,
buscándote.

Cargo para el camino los colores robados a tu risa,
las luces de algunas estrellas fugaces que nunca vimos,
las luciérnagas del último verano,
los candiles encendidos que me prestó el asombro,
los destellos del sol sobre algún campo
y la manta que tejí con los hilos que devanó la lluvia,
mientras me contaba historias al borde el tiempo.

Así,
con el equipaje incompleto,
enciendo el rito,
despliego el plano secreto donde el rumbo es azaroso,
me quito el nombre y la voz: soy otra.
Otra que sabe conjurar desiertos y apartar las ruinas,
otra que puede poner entre paréntesis y suspender
hasta el infinito
las voces amenazantes del jardín.
Otra
que puede incendiar las alas para incitar el vuelo
y tender con devoción profana las redes del silencio
mientras una melodía va surgiendo como un dios
que emerge para crear de nuevo el mundo.

PARA NO MORIR
Para no morir digo mañana
y juego a que todo este dolor es nada,
a que todas las estrellas están por encenderse,
a que el tiempo no pasa.
Como si estuviera amaneciendo,
levanto el sol al este de mi alma,
descubro las ventanas y proyecto sobre la hierba
la luz de su esperanza.

La eternidad que visitamos
se diluyó en ausencias y domingos prestados.
El mundo ahora es de otros;
unos desconocidos que se llevan mis versos
y se dicen aquellas palabras que inventé
cuando el milagro del deseo
multiplicaba el pan y las caricias.
Para no morir digo mañana
y juego a que todo este dolor es nada.

CANDILES EN LA NOCHE
candiles en la noche donde arrecia la ausencia

me cubro el cuerpo con el pasado inmóvil

escribo en la superficie que me desdobla el viento

sin márgenes ni bordes

aceras desoladas por las que un aullido insomne

sale a lamer las costillas del miedo

y ya no estás allí para alcanzarme la copa salvadora

por el camino áspero crecen piedras

y las torvas miradas

se me incrustan

como agujas

en la espalda

dibujo pasos incrédulos

me desgasto la sombra

contra la árida pulcritud de tanta nada
SOY
Soy la primera en tocar la mañana
y la última en mirar las estrellas.
Los pájaros sobrevuelan el atardecer
y yo les doy la brisa.

Soy la que decide las tormentas,
la que teje los hilos de la lluvia,
la que derrama el sol.

Soy la sacerdotisa,
la dueña del rito antiguo,
vengo de un tiempo sin tiempo
a descifrar horizontes.

La tarde se parece a otra
que refleja borrosa de grises
en su espejo empañado.

Sus olores me orientan.

Soy una loba hambrienta y vagabunda,
soy un rayo de sol sobre una mesa sucia,
soy una mancha de humedad
con la forma que quiera tu mirada,
soy una vieja bicicleta
y una ola furiosa que se estrella.
Soy un viejo naranjo robado,
soy un escarabajo taciturno,
soy un dibujo desdibujado,
soy un susurro y un grito,
soy una espía que se asoma a la eternidad y
desde tus brazos irrumpe en la profunda quietud
donde Dios habita y piensa el mundo

NOTA
Yo ya no vuelvo decía la nota de humo
adherida al ala rota del porvenir.
Te dejo el silencio,
el amor inconcluso y la batalla.
Te dejo la vida y el camino,
las canciones, las tardes y las calles.
Los días y las noches, te dejo
y el tic tac del reloj amaneciendo
insomne y sin palabras.
Te dejo la estación más sola
porque yo ya no vuelvo
decía la nota de humo adherida
al ala rota del porvenir.
Te dejo.

SOLA
Sola,
con dos orillas de lágrimas
que vienen a cobrarle peaje a mi tránsito por ésta ciudad
que ya no puede reconocerme.

Sola,
como un puerto que nunca pueblan los que llegan,
como el puerto donde arribaron para enterrar recuerdos
los dueños de la sangre que me anima.

Sola,
donde no sobreviven las alondras
y se incendian los puentes.
Me dieron esta página y una lengua imperfecta,
un silencio,
una cadencia,
un charco de cristal
por donde pasa el cielo
que se interna en mis dedos y me toca los siglos
en los huesos.

PASADO
Vuelvo sobre mis pasos pero el mundo se quiebra.
Deslizo mi aliento por la piel de la tarde,
aspiro la melancolía y la lluvia,
con la misma constancia que tu silencio,
se derrama imprecisa y me desnuda.

En el confín de tu boca encallaron los besos
que nunca, desde entonces, volvieron a ser míos.
Con prolija constancia te fuiste haciendo olvido
amasado con tiempo y con palabras,
que en la liturgia profana de unos versos sin nombre
fui dejando esparcidos.

Vuelvo sobre mis pasos pero mis pasos vuelven
sin encontrar destino.
El mundo que dejé cuando emprendí la búsqueda
de no sé qué fulgores prometidos, se hizo pedazos,
como tantas cosas,
y no hay más horizonte que tu ausencia
y esa lejana lluvia donde habito.

Esa lejana lluvia,
ese confín salobre donde nunca amanece,
es la tierra marchita donde enterré tus besos
y mi sed.

No vendrán a poblarla las canciones guarecidas
en la entraña de mi guitarra vieja.

No vendrá
el sonido de tus pasos demandando mi amor
como quien cobra un rescate.

En este puerto sólo encalló la ausencia
y hay puentes incendiados reverberando
en la noche derrotada de tiempo y de distancia.

LA FLOR DEL ALBA
“un golpe de alba en las flores
me abandona ebria de nada y de luz lila
ebria de inmovilidad y certeza”
(Alejandra Pizarnik)

La flor del alba bañada de herrumbre
alumbra el patio de la casa vieja,
la noche en clave de fuga pinta
el aire con lilas y azucenas.
Escondida en el reverso de la luz va,
en ramito de sombras, la tristeza.
El silencio murmura ecos de pasos
(pero son imposibles esos pasos)
Hay un rastro en el rocío
y una hora tallada sobre el muro,
hay un destello de rosa en carne viva
que nace muriendo entre la niebla
y que dibuja el aire mientras sube
el tobogán azul que la sustenta.
La flor del alba ilumina las cosas,
es tiempo de decirte que quiero liberarme
de esta pena.

ROSA DE FUEGO

Una rosa de fuego incendiando la luna
deambula por el contorno de tu sed
hasta encontrar el río.

Una rosa encendida se posa en tus recodos
respirando la luz que brota de tocarte,
acariciando la breve eternidad de este silencio.

Una rosa encendida que se abre a tu proa
desolada como un puerto, mientras arrulla el mar
la cadencia luminosa que nos danza.

Una rosa de fuego que humedece la noche
y la desgarra arañando la espalda del viento
que corre arreando estrellas.

Una rosa de fuego ilumina mi centro,
me disuelvo en el espacio de tus brazos mientras
el universo estalla y se expande como un astro que despierta.

ESTE AMANECER
Las viejas imágenes se diluyen
como si nunca hubiesen existido
o como si le hubieran ocurrido a otro.
Y el tiempo, entonces,
es una vaga expresión de la memoria,
una sutil metáfora del olvido.
Este amanecer es el primero que miran mis ojos,
todo ocurre con una discordancia prodigiosa.
Remontamos el atajo desprovistos
de sintonías esenciales;
sin remedio nos desbarrancamos.
El devenir acecha y nos empuja
con mentiras que exacerban el deseo
mientras el amor huye en otros brazos
sin rencor y sin remordimientos.
Al final, si aun podemos, nos miramos las manos
Y allí están desaforados todos los sueños,
hilachas en el viento, agua en el agua,
nada.

ALLÍ SIEMPRE TE ESPERO
¿Será que aquella ínfima tarde
caducó el porvenir?
En tanto,
los inefables dedos de una sombra
urdían silenciosos la trama
de causas y efectos.

¿Será que se perdieron
en el lento rubor del horizonte
las mágicas monedas
con que los dioses jugaron
a cara o cruz
nuestro destino?

Una lluvia llegó
y está cayendo sobre los últimos destellos.
Los pasos eligen la distancia,
las alas siempre escogerán el vuelo.

Sólo este anhelo que se queda sin nombre,
sólo este océano que se queda sin playa.

Hay un enorme agujero
en el corazón de la eternidad.

Allí siempre te espero.

AMANTES
La noche deambula tropezando
por el patio oscuro y encendido.
El verano susurra su consabido pretexto
para justificar el insomnio.
Dos sombras se abrazan y se esconden hasta disolverse
apretadas contra el sobresalto del silencio que sucumbe
abatido debajo de una montaña de gemidos.

Florece una aurora en el hueco de la medianoche.
Sobre su pradera azul, los astros incendiados
inician una estampida;
el universo parpadea de asombro y se estremece.

BUENOS AIRES, CEMENTO Y LUNA HÚMEDA
Ya no estaré entre tus vidas urgentes
ni en tu aire viciado, ni en tu olor.
Me marcharé temblando
con el alma estremecida de nostalgia,
con la pena calada hasta las orejas.
Me llevaré los duendes
que me enseñaron a mirar
tu piel de cemento y luna húmeda
y a escuchar un silbido lejano dibujando
una melodía en la eternidad.
Me iré cuando el atardecer
eche una claridad mortecina y te diluyas
bajo la niebla.
Cerraré la puerta
y seremos bruma vos y yo.
NO HAY NADIE EN TUS OJOS
En el vientre azul de la tormenta
se albergan las cenizas.
Sólo el cielo baldío y este olvido profundo.
Polvo sin rumbo el centro de tu abrazo.
No hay nadie en tus ojos.
Tanto buscarte tanto,
tanto creer que estabas en mi vida.
Un abismo aniquila el centro de tu abrazo,
y las palabras de desbarrancan antes de ser dichas,
En la eternidad del silencio
se incendiaron los puentes.
Los besos se marchitan antes de subir a la boca.

ME VOY
“… la quiso con el triste amor que nos inspiran las personas que no nos quieren…” (J.L. Borges – Nathaniel Hawthorne)

Me voy.
Me alejo de tu vida por donde dejé esparcidos versos viejos.
Apenas un equipaje mínimo, casi nada.
Me llevo el olvido, eso sí.
El desamparo se me adhiere a los zapatos
y el desencanto se me sube a los besos que no te doy.
A duras penas voy cargando con la soledad
que siento cuando te toco sin alcanzarte.
No estoy en mis dedos
y no estás en la piel que encuentran mis caricias.

Me voy sin tener a donde ir
o me quedo sin tener donde volar.
Lo perdimos todo: el cielo y la tierra;
ni siquiera un rincón para llorar la ausencia.

Territorio baldío.
La mirada se hiela,
se agarrotan los dedos, se entorpece la mano
que escribe,
una tristeza implacable cubre el jardín
que fue nuestro
y la noche ya no canta ni ríe.

TE LLEVABA
La vida, el tiempo y el espanto de mirar y ver
fueron moldeando esto
en lo que, sin querer, me he convertido.
Ya no me hieras
De vos espero el último milagro.
Igual que yo la estas buscando
a ella,
la que te llevaba debajo de la ropa,
en las alas del sueño, en la boca
y en las manos. Toda la eternidad
te llevaba.
Era fuego sagrado y era lluvia,
toda de aire y sin aliento,
toda de pan por esta tierra inhóspita.

VAMOS NOCHE
Vamos noche,
acércame tu capa de niebla,
envuelve mis brazos ateridos,
mitiga el dolor de la derrota.

Vamos sombra,
sobre tu lomo blando viajaré dormida,
con la esperanza enferma pero viva,
hasta el atajo
que nos lleve al día.

Es preciso que huyamos;
llevaremos apenas unos hilos de lluvia
para tejer mañana la trama del destino
que jugará a ser Dios.

Llegaremos temprano,
será como volver de haber vivido;
con el traje raído y los zapatos rotos.

Abriremos la cortina azul de la mañana,
se alegrarán los ojos con la luz,
la sangre desvelada hará su fiesta
en el corazón del silencio estremecido y,
de alguna forma,
regresarán el fuego y las palabras.

VINE PORQUE LOS DIOSES
Vine porque debo encontrarlo.
Me demora el desierto candente que se ahonda delante de la luna,
me urge una canción mordiendo mis zapatos.
Vine porque los dioses me dijeron mentiras
a desenmarañar esta luz desvelada y un par de cabos.
Atravesé tormentas milenarias,
soles como monedas candentes sobre el mar acerado.
Navegué hasta esta orilla en busca de mis pasos;
me arrojaron aquí y aquí estoy balbuceando
poemas que no son el que llamo.
No llega el que espero impaciente; llegan otros.
Simulacro que labro con torpeza infinita,
les pongo tierra y nombre, soplo en su boca y espero
a ver qué pasa.

HOY ME OCURRE UN POEMA
Hoy me ocurre un poema destemplado,
un poema torpe y escaldado
atravesado en mi historia,
incrustado en mi sombra
y en el rescoldo de mi hoguera.

Tengo un poema que me habita
clausurando la puerta por donde espero a otro
que no llega.

Hoy me ocurre un poema
como a quien le sucede el amor, la lluvia o la ceguera.
Es un poema roto,
atestado de versos mal heridos,
como el alma de la mano que los peina
sobre la tersa página en cursiva.

Vale menos que un nudo en la garganta,
va a perderse en el fárrago de letras
que atestan los estantes y mi vida,
pero me ocurre ahora, entre el rayo y la sed.

Un poema apagado en medio de la noche
me desvela para que yo le encienda un fuego precario
y le cubra la intemperie con mi letra.

Un poema partido, desgarrado que no podré salvar,
viene a ocurrirme ahora, cuando estoy tratando de olvidar.

CÁNTARO VACÍO
Vasija redonda
cántaro vacío,
quién dijo olvidado?
Vasija luna y campo,
música de agua,
canto del alba,
pies descalzos.

Vasija cara de niño,
manojo de flores,
canción de cuna dormida,
planeta,
nido de un eco,
silencio que se derrama,
vientre de nueve renglones,
espacio de voz campana,
vastedad sintetizada,
hondura de mirar nada,
la lluvia se te resbala
y se te adhieren las horas
en tornasoles de nácar.

TAL VEZ HUBIERAMOS PODIDO
Tal vez hubiéramos podido arriesgar lo previsto
y volvernos vuelo en las manos azules del viento.
Amaneció brillante esta mañana
pero ya no se lleva nuestros besos.
Tal vez hubiéramos podido ser azarosos y vulnerables
entre estos rumores que hieren la ausencia.

El tal vez huye con los secretos
que nos abandonan sin haber sido develados,
sólo nos queda el olvido dentro del abrazo,
el espacio vacío que no tiene espacio,
el tiempo sin tiempo para volver a trazar
la secreta ruta hacia la eternidad
que nos abrió sus puertas
en aquella fracción de segundo que duró la esperanza.
Tal vez hubiéramos podido arriesgar lo previsto
atreviéndonos a ser vulnerables,
sacarnos la coraza,
abrir el universo al espacio infinito del abrazo,
al instinto que nos llevaba a abandonarnos
en la comarca donde gimen los besos.
Pero el escudo que esgrimimos pesó tanto
que nos sirvió de lápida,
lo cierto es que vendimos nuestros soles
con muy poca ganancia.
Le barrimos la magia a la vereda,
le quitamos el brillo a la esperanza
y al amor, como era subversivo,
hubo que hacerle trampa;
nada mejor que ponerle cadenas
para que se escapara.

VENTANA
A veces pasaron siglos en un día,
otras el tiempo se detuvo,
se suspendieron, expectantes, las horas
y el ritmo de la vida dio una vuelta en el aire,
un salto mortal, sin red y sin aliento.
Por su rectángulo luminoso vi alejarse
los destellos candentes del último verano,
miré al invierno desnudar el árbol y al camino
traerte de regreso.
Detrás de su cristal vi inclinarse la noche
transida de estrellas y tan azul, tan azul..
Vi también soles atravesando mi tiempo de partir
y regresar cuando la vida trepaba a lo más alto
y yo volaba con aquellas alas prestadas a mi urgencia.
Por aquí pasaron amaneceres y cadencias
con las que acuné la marcha y el camino.
Por aquí se cerraron a la luz y se abrieron al silencio
las palabras al borde del abismo.

ARBOL ROJO
En la fuente de la tarde hay un árbol rojo
que se estanca oscuro sobre el agua.

En el árbol rojo de la tarde habitan los duendes del otoño
y la filosofía de las mariposas
escrita con trazos de nervadura inclinada sobre la breve
iniciación del vuelo.

En el espejo de la tarde hay una fuente y un árbol rojo
que respiran el cielo y lo dibujan.

Mientras tanto,
los inefables dedos de una sombra,
urden, silenciosos, la trama de causas y efectos
sobre el lento rubor del horizonte.
Allí, relumbran en el aire las monedas
con que los dioses jugaron a cara o cruz
nuestro destino.

Una lluvia llegó y está cayendo
sobre los últimos destellos.
Los pasos eligen la distancia,
las alas siempre escogerán el vuelo y
sólo este anhelo se queda sin nombre,
sólo este océano que se queda sin playa.

Hay un enorme agujero en el corazón de la eternidad.
Allí siempre te espero.

EL AGUA EN LOS CABELLOS LEVES DE LA TARDE
El agua en los cabellos leves de la tarde

se tiende desde el campo hasta tus ojos,

brilla como el deseo hasta mi boca.

La sed se alarga…

Cae una niebla azul

que nos recuerda los ojos ausentes de Dios.

Pero llueve y los hilos de la lluvia

tejen con mis dedos

una sábana sobre la piel estremecida.

Los pájaros ensayan su rito de eternidad

como el primer día del tiempo.

Sacerdotisa taciturna,

juego a ser pájaro.

Sobrevuelo el olvido.

Con la memoria en carne viva,

cultivo flores amarillas sobre las ruinas

desafiando los pómulos helados del viento

y bebo

el agua en los cabellos leves de la tarde…

HAIKU

I

Ya no me mira.
Un silencio estancado
cuelga la tarde.

II

Canta distante;
no es esta la lluvia.
Vuelvo al principio.

III

Esta mañana
un aire de jazmines
abrió en tus ojos.

IV

Si no es tu voz,
¿con qué otro acento
dirá la esperanza?

V

Estos rumores
que hieren la ausencia
vuelan sin rumbo.

VI

Espejo loco,
tergiversa lo que ves,
copia el olvido.

VII

En el silencio
urden mis pesadillas;
libros me acechan.

VIII

La biblioteca
crece como la hiedra
que cubre el muro.

IX

Misterio y piedra
alzan su laberinto.
Suenan mis pasos.

X

Algunas veces
oigo entre la penumbra
voces de letras.

XI

Tristeza suave
que se lleva el domingo
sobre los hombros

XII

Silbido haragán,
manos en los bolsillos
remonta vuelo

XIII

El cielo rojo,
el agua anochecida,
nadie en la calle

XIV

En el cuaderno,
la soledad alerta
escribe versos

XV

La mesa sucia
del viejo bar abierto
es su escondite
XVI

No confía en
las musas polvorientas;
se hunde en el vino

XVII

Conmueve el aire
el rasguido del papel,
rompe la tarde.

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