Érase una vez, en un imperio mágico llamado Uyten, vivía un hechicero de nombre Córneck con algunos problemas sociales y económicos por siempre buscar maneras correctas para ganarse la vida en su mundo corrupto, donde la magia oscura dominaba los alrededores de cada aldea. No había una sola mañana en la cual los guardias del ministerio científico explotaran a los aldeanos para presentar sus ofrendas al Gran Dragón Mecánico de la Santa Magia, un poderoso ente que sembraba el terror desde lo más alto de su trono, quien también era el único que salía del imperio.

Una mañana, campanas de luz y ondas levitando resonaron al unísono con una frecuencia tenebrosa en los cambios de meridiano, precipitando a los habitantes de Uyten, una tortura sonora que provocaba manía dentro de las mentes de quienes no eran privilegiados. Córneck no soportaba su vida en el imperio, siendo uno de los afectados por la frecuencia, cambió su manera de pensar y comenzó a idealizar su escape hacia otros horizontes.

La magia manipulada por Córneck era avanzada, tenía conocimiento de conjuros usados por heraldos en altos mandos del imperio. “Giully-Ary”, su hechizo de invisibilidad momentánea podría funcionar para pasar frente a simples guardias dentro de la ciudad, el pueblo y las aldeas, pero el reto sería traspasar la frontera llena de soldados más habilidosos, capaces de detectar a enormes distancias su presencia espiritual, la cual podría ser corrompida si utilizaba su conjuro llamado “Arian-Lau”, que duplica la sensación incorpórea del entorno, dando a los detectores de presencias espirituales una visión menos nítida. Por último, cruzar el muro, lo cual no lograba tener un grado de dificultad tan alto; un simple “Vero-G” funcionaría para estar al otro lado de los límites del imperio y comenzar a correr libre, en busca de un nuevo destino.

Llegó el momento de emprender el escape, aquel segundo para el ocaso, la premura del nacer estrepitoso ante un acto insólito de buenas intenciones. Esperó un poco… cuando la nube cubrió el medio de aquel cuarto menguante, tomó varita, caldero, ceniza y todos sus demás artilugios, prosiguiendo así con su plan lleno de riesgo; parte desde su casa, utiliza “Ale-Gaby”, clonándose de manera óptica para disuadir a algunos guardias, mientras su ser real se cubría con “Giully-Ary”. Ambos hechizos funcionaron, su clon óptico tenía límite de tiempo, al igual que su invisibilidad, a lo cual, con bastante prisa se acercó a los confines del pueblo y las aldeas, enseguida debía conjurar “Arian-Lau”; sin embargo, un imprevisto aconteció en ese instante tétrico para Córneck. -No debió pasar esto, –se dijo así mismo- ¿por qué en este preciso momento ocurre tal tontería?

No se contemplaban casos de hurto en Uyten, menos en sus fronteras, pero esta ocasión fue algo absurdo encontrarse con ello: un guardia traicionando a su imperio en la noche de escape. Córneck comenzaba a perder invisibilidad, su clon óptico volvía a su antigua casa y dos soldados sometían al guardia traicionero a una gran distancia delante de él. Sin dudar, aprovecharía la distracción de los soldados a con el guardia; en un parpadeo, comenzó su conjuro y el terreno se hizo uno con él espiritualmente, sólo faltaba excluir la distancia correcta con los muros de la frontera y usar “Vero-G” para estar del lado contrario.

Córneck corría al mismo tiempo que se escuchaba el clamor de ayuda de aquel guardia usurpador. Todo en la mente de nuestro hechicero estaba en lograr cruzar, no le importaba cómo iba a continuar, sólo quería vivir en un sitio mejor. De repente, la invisibilidad se perdió, aunque justo en el momento en que llegó a los muros, rápido, las palabras mágicas, la varita, la ceniza… por un segundo vio al guardia y éste lo vio a él… mil pensamientos nublaron el juicio de ambos, ¿por qué habrá pasado esto?

La frontera ha sido cruzada, hora de alejarse y descansar. Córneck pensó por unos instantes en que el guardia les habría mencionado a los soldados sobre su escape, hasta que su dialéctica lo convenció, afirmando entonces que no habría podido ser así. Se dijo: “-No me conocía, era un simple guardia y sólo me vio por un segundo, es imposible hasta con un conjuro tener algo sobre mí de parte de él.” Su descanso fue sobre un tronco cubierto con una piel de ñu, algo que no le importó lo suficiente como para observarlo con más cuidado.

Terminando el descanso, prosiguió; sin un rumbo fijo, vio a lo lejos un lugar que le pareció bueno. Así fue como decidió por ir hacia el país llamado Ivonae, donde llegaría ansioso en busca de un asentamiento, sin imaginarse el trabajo que le esperaba debía cumplir, antes de conseguir lo que quería. La magia y el conocimiento de la ciencia utilizada por Córneck eran muy valiosas en aquel país; sin embargo, su procedencia causaba desconfianza en los residentes de Ivonae, limitándolo a sólo hacer trabajos regulares que no lo llevarían a ninguna parte a corto plazo.

Preguntándose qué debería hacer, optó por demostrarle a los reyes de Ivonae su potencial, aunque seguiría existiendo desconfianza por ser oriundo de Uyten, por lo que también comenzó a idear un plan para hacerles ver su fidelidad con el país a todos los habitantes. Buscó información para hablar con los reyes de Ivonae, pero no encontró la suficiente, las personas no le daban mucho a causa de ser un forastero; consecuentemente, decidió mentir sobre su origen, negando a Uyten y toda su vida dentro de ese imperio.

Afortunadamente, consiguió mejores tratos haciendo esto; sin embargo, se sentía mal por tales actos. Subió de puestos bastante rápido. Pasó de lacayo a instructor de artes místicas en un santiamén, caso increíble para un forastero, incluso no fue necesario ver a los reyes de Ivonae, su vida marchaba bien, pero con un innegable vacío en su interior.

Una mañana, decidió no mentir más sobre su historia, si algo salía mal, estaba dispuesto a recibir cualquier castigo. De camino a su trabajo, sintió un fuerte ardor en la pierna derecha; sin haber pasado mucho tiempo, ésta dejó de moverse, inmovilizando el paso a Córneck. – ¿Qué demonios ocurre? –se preguntó- Esto es obra de… – Interrumpido por un espíritu que se posó frente a él, recibió el siguiente mensaje: “Debiste ser más cuidadoso al salir de Uyten”. Desconcertado, hizo un conjuro, “Emy-Zabdy”, desvaneciendo al espíritu; después pensó en cómo deshacerse de aquel ardor que consumía la carne en su extremidad. Probó con muchas pociones sin tener efecto alguno.

Un ciudadano lo vio sufriendo; acercándose a Córneck, le dijo: “Maestro, ¿qué ocurre?”, Córneck respondió: “No estoy en condiciones, necesito ayuda”. Aquel ciudadano, usando medicinas trató de calmarlo, mas esto tampoco hizo efecto alguno; tomó a Córneck, lo llevó en su vehículo hasta su casa y preguntó: “¿Qué le ocasionó esto? ¿Tiene alguna idea?” a lo cual respondió moviendo la cabeza hacia los lados. Córneck, viendo un caldero frente a él, sacó ceniza y aplicó su conjuro “Arian-Lau”, sintiendo más que sólo su cuerpo para calmarse por un momento y pensar mejor. El ciudadano al ver esto, dijo: “iré por un heraldo, él sabrá qué hacer”, saliendo de su casa con mucha prisa.

Lamentablemente, pasó el tiempo del conjuro. Al volver a sentir sólo su cuerpo, cada pliegue de su ser se encontraba inestable; célula tras célula estremecía el gran dolor que sufría. Llegando el heraldo, paralizó a Córneck y lo transportó a una recámara extraña, donde encontraron dentro de él a un parásito descomunal que se expandió en su cuerpo y alma. El heraldo, preguntó: “¿Has experimentado recientemente, llamando a algún ente místico y poderoso?”, de lo que Córneck dijo en sufragio: “No recuerdo haberlo hecho.” Y el heraldo intentó sacar al parásito usando conjuros, hechizos y pociones, pero lograrlo estaba lejos para él. Córneck perdía el conocimiento, comenzó a sacar una sustancia extraña por los oídos, desmayándose tristemente mientras el heraldo lo miraba.

Despertó en otro sitio, una habitación de poca iluminación, sin sus pertenencias y con un sufrimiento más leve. Dentro de la habitación se encontraba otro heraldo que estaba a punto de someterlo mientras le cuestionaba “¿quién eres? ¿de dónde vienes? ¿con qué objetivo llegaste aquí?”. Córneck diciendo la verdad, fue azotado y exiliado de Ivonae, al cual se le prohibió volver por contagiar al primer heraldo con el parásito espiritual. Saliendo de Ivonae, Córneck no tuvo más fuerzas para continuar, apareció el espíritu de la vez anterior frente a él y, tocándolo, causó una sensación indescriptible en él suficientemente grande como para matarlo antes de poder usar un conjuro.

Como consecuencia de una imprudencia, en Ivonae se decretó una nueva ley, “Patd”. Dicha ley proclamaba una postura xenofóbica y racista; por Córneck, ni un simple guardia con premoniciones, traicionero y sometido como yo, puede entrar a Ivonae ahora:
“Ningún extranjero podrá pasar a este país; todo aquel que no cumpla con esta ley, será contagiado con el espíritu parásito que el Gran Dragón Mecánico de la Santa Magia puso sobre la piel de un ñu.
En Ivonae no existe, ni existirá, la migración utópica.”

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