Fiodor Honcharenko gritó mientras su cuerpo se sacudía con fuerza. Respirando agitadamente, lleno de sudor y satisfecho, se echó al lado de la mujer. Se quedó viendo el techo amarillento y trató de recuperar la respiración. Jéssica, la nigeriana, le miró el rostro. Era su cliente habitual y le había cogido aprecio. Le gustaba su forma de comunicarse y los piropos que le decía. Aunque ella hablaba mejor en español, él era más parlanchín. Ese día hacía calor. Eran las once de la noche y para Jéssica la jornada apenas había empezado. Fiodor había cobrado su sueldo y por esa razón había bebido un poco en la obra con sus compañeros, luego, ya medio borracho se dirigió a su casa, pero al ver el anuncio del bar que le gustaba, no tuvo más remedio que entrar. Era un sitio popular, había bastantes mujeres y el dueño era un turco con mala reputación que explotaba inmigrantes.

̶ Has estado muy apasionado hoy.

̶ Será por el alcohol y el tiempo que no he venido por aquí.

̶ ¿Me echabas de menos?

̶ Claro, no he pensado en otra cosa que no seas tú, preciosa.

Era verdad. Para Fiodor la vida era un calabozo en el que cumplía una condena impuesta por un Dios injusto que nunca le había dado nada. Abogado de profesión, había terminado en la universidad estatal de Kiev, jamás había ejercido. Su especialidad era el derecho penal soviético y, al empezar los cambios de la Perestroika, perdió toda su capacidad y no se pudo adaptar a los cambios. Fue por eso que a los veintiún años se fue de su país para probar suerte en el extranjero. Con su título no pudo ni siquiera acomodarse de barrendero en un bufete jurídico español, así que se fue a la obra más cercana y se puso a trabajar de albañil. Pasó muchos años y consiguió comunicarse muy bien en el idioma local. Sabía todas las palabrotas habidas y por haber. En cierto grado había tratado de cultivarse leyendo algunos libros de filosofía y podía mantener conversaciones cultas sin profundizar mucho en los temas. Siempre que iba al bar donde estaba Jéssica se sentaba en la barra un rato y conversaba con los otros clientes o el barman. Hacía todo tipo de bromas y con la risa trataba de compensar el fracaso de su vida.

Fiodor iba a cumplir los cincuenta años y se le había venido encima el peso de su infeliz existencia. Estaba concentrado en sus pensamientos sin despegar la mirada de una mancha en forma de flor. De pronto, oyó un toquido en la puerta anunciando que se le había terminado el tiempo. Se enderezó, se fue al baño y se lavó un poco, se vistió y se despidió de su amiga con la promesa de volver pronto. Antes de irse a su casa, aprovechó para tomarse la última copa. Encontró a unos conocidos con los que solo intercambiaba unas palabras o algún chiste. Vio a varias chicas guapas semi desnudas y se lamentó de llevar una vida tan miserable. A veces soñaba que tenía dinero, que se compraba ropa de marca, un buen coche y sacaba de ese sitio a las mujeres más bellas. Oyó que sus vecinos estaban comentando algo sobre un negocio disparatado.

“Oye Ricardo ̶ dijo el que era más bromista ̶ ¿Te imaginas si eso de los vientres de alquiler se hiciera con chicas como estas?”. El otro se comenzó a carcajear y, cuando se tranquilizó un poco, comentó que sería un súper negocio porque los clientes pondrían la escusa de que los embarazos no resultaban para acostarse cuantas veces quisieran con ellas. La broma no era tan mala y otros clientes que la oyeron se burlaron de ellos. Fiodor también se rio mucho, pero miró el reloj y se dio cuenta de que no podía retrasarse más. Salió y se fue rápido hacía su parada de autobús. Cogió el último vehículo. Esa noche durmió bien y al día siguiente se levantó tarde. Esperó a Mohamed un marroquí con el que hacía chapuzas, pero no llegó. Tenían que ir a poner azulejo a una casa. Ya era mediodía y Fiodor comprendió que le habían cancelado el trabajo a su amigo. Se metió otra vez a la cama y durmió hasta la tarde. A las cinco salió a comer. Cerca de su casa había un comedor en el que se podía almorzar bien. Alcanzó las sobras de una sopa de lentejas y carne con patatas. Comió con apetito y se fue por una botella de vino. Volvió a su casa y en lugar de poner la televisión para distraerse se quedó pensando en lo que había oído el día anterior. ¿Cómo funcionaba eso de los vientres de alquiler? ¿Quiénes lo solicitaban? ¿Cómo se hacían los contratos? ¿Qué dictaba la ley? Las dudas le fueron despertando la curiosidad. Lo que si sabía bien era que si localizaba mujeres guapas para contratar sus servicios, los clientes estarían encantados de relacionarse con ellas. “En mi ciudad hay cientos de mujeres que estarían dispuestas a prestar su vientre por unos cientos de dólares”. La idea le siguió inquietando varios días y, por eso, se puso a investigar. Leyó en los periódicos que muchas mujeres europeas decidían alquilar el vientre de una mujer para tener hijos. Las sumas que la gente pagaba por ese servicio era alto y se estaba poniendo de moda. Era necesario donar un poco de esperma del marido para depositarlo en la matriz de la mujer con la que se firmaba el acuerdo. Era necesario contratar los servicios de un laboratorio y tener la asesoría de un buen abogado.

Fiodor contó el dinero que le quedaba y decidió viajar a Kiev para ponerse en contacto con algunas personas con las que pudiera empezar su negocio. Primero fue a un laboratorio de análisis clínicos, preguntó por los servicios de embarazos in vitro y le comentaron que solo había un laboratorio con la tecnología necesaria, que podía ir a la calle Pushkinska a un lado del metro Teatralna. Llegó rápido, pues no se encontraba muy lejos. Preguntó por el señor Arkadi Lomashenko y le dijeron que esperara unos minutos. Pasó más de media hora. En ese espacio de tiempo leyó dos revistas y se tomó dos cafés que la secretaria le ofreció amablemente. Lo hicieron pasar a una sala bastante lujosa. El señor Loma, como le pidió que lo llamara Fiodor, tenía un aspecto poco saludable, hablaba con calma y parecía que sufría de una resaca permanente. Era bastante grueso y respiraba con frecuencia emitiendo un leve ronquido.

̶ Es por el tabaco ̶ le dijo al notar que le ponía mucha atención al ronquido cuando le salía de la garganta ̶ . He fumado toda la vida, por eso me he conseguido esta angina de pecho. Dígame, ¿en qué puedo ayudarle, señor Honcharenko?

̶ Mire ̶ exclamó Fiodor tratando de ordenar sus ideas ̶ , se me ha ocurrido una idea que tal vez podría dejar muy buenas ganancias.

̶ ¿Ah, sí? Y ¿de qué modo piensa que se puede hacer?

̶ No sé cómo explicárselo con términos económicos o médicos. Soy un ignorante en todo eso.

̶ Pues, intente explicármelo con las palabras que pueda y ya le iré entendiendo y, si hace falta, le corregiré.

̶ De acuerdo, pero de antemano le pido disculpas por las molestias. Bien, ¿sabe que he vivido mucho tiempo en Europa?

̶ !Por supuesto que no!!Es la primera vez que lo veo en mi vida!

̶ Sí, sí, perdone mi estupidez. Es que lo que quiero contarle es que… La semana pasada frecuenté un sitio de esos…

̶ ¿De esos? ¿A qué se refiere?

̶ Pues a un sitio para hombres, para relacionarse con mujeres…

̶ ¿Se refiere a un prostíbulo?

̶ No, no, es decir, sí, creo que se podría denominar así, aunque…

̶ Bueno, entiendo que ha estado con una mujer y que se ha contagiado y quiere que lo curen, ¿no?

̶ No, ni lo mande Dios. Es que mientras estaba tomando una copa, oí una conversación que me dejó muy desconcertado y luego se me empezaron a ocurrir ideas y es por eso que…

̶ Bueno, amigo, vaya al grano, ¿de qué se trata?

̶ Le voy a contar mi idea y después quiero saber si estaría dispuesto a que colaboráramos juntos.

̶ Usted dirá. Le escucho con atención.

̶ Bien. Pues, esos hombres del bar, comentaron que había un negocio de alquiler de vientres…

̶ Sí, en efecto. Existe tal negocio, pero hay países en los que la legislación es muy estricta y se necesita un gran equipo de personas para solucionar los problemas que genera. A mi no me interesa en absoluto.

̶ Es que… ¿Acaso, es imposible llevarlo a cabo aquí en nuestro país?

̶ No, no es imposible, ni está prohibido tampoco. Es que, como le digo, se necesitan muchas personas para hacer un negocio así.

̶ Bueno, dígame cuáles son esos famosos problemas y qué tipo de gente se necesita.

̶ Oiga, primero tiene que encontrar clientes, eso no es tan fácil. Después debe garantizar física y jurídicamente que no habrá problemas con la salud de la mujer que alquila su vientre y que ésta no pedirá después la patria potestad del niño que ha dado a luz, además son nueve meses de revisiones y tratamiento, ¿sabe cuánto cuesta eso?

̶ Sí, doctor, Loma, lo entiendo a la perfección.

̶ No se olvide , amigo, de que debe tener en cuenta las complicaciones que pudieran surgir como cesáreas o abortos, necesita una clínica especializada.

̶ De acuerdo, lo entiendo bien, pero supongamos que se solucionan esos problemas, ¿qué otros habría?

̶ No lo sé, tal vez resultaría difícil que unos extranjeros se llevaran un bebé nacido en nuestro país, luego, los padres adoptivos tendrían que estar de acuerdo en pagar la manutención de las mujeres que alquilan, exigirán que sean saludables que tengan muy buena salud y que sean guapas, además, pedirán antecedentes familiares y no sé… Muchas cosas tales como el anonimato…no sé que más…¿Y el dinero? No creo que alguien esté dispuesto a pagar unos veinte mil dólares o más por un alquiler de matriz y luego, los gastos de los viajes. Se necesita una planificación muy fiable porque si hay algún problema gordo… el teatrito se le puede venir abajo, ¿sabe?

̶ Pues, estoy dispuesto a jugármela. Llevo demasiado tiempo viviendo de albañil y no quiero terminar mi vida colocando ladrillos y recibiendo bicocas por mi trabajo.

̶ !Oiga! Creo que se ha equivocado. Según veo es usted un don nadie y quiere verme la cara de tonto. Ande, vaya a otro sitio a buscar quien le crea.

̶ No, no. Espere. No se precipite. Sé que la idea que tengo resultará. Usted solo tiene que garantizarme que los análisis serán profesionales, además, le ruego que me recomiende una buena clínica para los partos y que me diga si podría asesorarme en cuestiones genéticas y médicas.

̶ No le prometo nada porque no veo nada claro.

Fiodor salió con una promesa por parte del doctor Loma, pero sabía que mientras no tuviera nada que ofrecerle, él no movería un dedo para ayudarle. Los siguientes días investigó sobre las cuestiones legales. Cogió la constitución, el código civil y el penal y se puso a estudiar como en la juventud. Se decepcionó mucho por no haberse dedicado a la abogacía. Todo lo que le había hartado en la juventud ahora le parecía muy lógico y tentador. Descubrió que sí tenía vocación de jurista y, si lo hubiera comprendido antes, no habría desperdiciado su existencia viajando inútilmente para levantar muros y cargar costales de cemento. Fue acomodando las piezas de su rompecabezas. Analizó con detenimiento el papel de cada persona, las ventajas e inconvenientes de una determinada decisión en la gran estructura que le había resultado. En cierto grado, se dijo, era como construir un buen edificio. Lo importante era tener un buen cimiento, material de calidad y una buena planificación para las instalaciones hidráulicas y eléctricas. Hacía falta un diseño atractivo para los clientes. Con el negocio bien organizado en el papel se fue a ver de nuevo al doctor Loma, quien se sorprendió al ver muy claro el éxito de la empresa. No dudó en ofrecer su ayuda y se comprometió a buscar las clínicas de maternidad más apropiadas, le dio dinero a Fiodor para que hiciera su viaje de inmediato a la península en la que ya tenía localizados a dos clientes. Dejaron en claro todos los pormenores y Fiodor se marchó al extranjero.

El encuentro tuvo lugar en un hotel céntrico de lujo. La pareja era de una condición económica media alta. Mariana no era muy guapa, bajita y gorda. Tenía el mentón salido y llevaba una gruesas gafas que se acomodaba todo el tiempo haciendo un gesto muy raro. Tenía el pelo castaño y era muy blanca. Ramiro, en cambio, tenía atractivo y cierta personalidad. Era fortachón y simpático, pero al descubrir sus dientes perdía mucho encanto. Hablaron durante más de dos horas. Ramiro era tendero y su mujer ocupaba un alto puesto en el ministerio de transporte. Habían tomado la decisión de alquilar un vientre porque a ella le asustaba el parto, ya había tenido dos abortos y no quería arriesgarse más. En su familia había diabéticos y algunos esquizofrénicos. En la familia de Ramiro lo más grave había sido un caso de deformación, pero la causa había sido que la hermana de su bisabuela no deseaba tener a su hijo porque la habían violado y, al tratar de abortar el fruto de su vientre, había tomado hasta veneno. No logró su fin y el niño nació ciego, pero con salud de toro. Lo más difícil fue acordar el precio. En el mercado se barajaba una suma de cincuenta mil euros por un servicio llevado a feliz entrega. Fiodor no podía exigir esa suma porque no contaba con los medios para garantizarlo, además su país estaba en la lista de los más pobres del ex bloque soviético. La única ventaja que le proporcionó la clave del éxito fue el aspecto saludable de la dueña de la matriz. “Es realmente guapa ̶ dijo Mariana con un poco de envidia ̶ . Ya quisiera yo tener un poquito de ella”. No te preocupes, mujer, le dijo Ramiro, tú no eres fea y además. Si nos da un niño imaginate al chaval, va a volver locas a las mujeres. Bueno, y si es una niña, pues tendremos que andar detrás de ella para que no se la roben.

Lo tomaron con humor y el acuerdo se cerró en veinticinco mil euros. Fiodor les propuso que viajaran con él para que les pudiera mostrar las instalaciones en la clínica, se entrevistaran con Evdokia la futura madre y firmaran juntos el contrato. Estuvieron de acuerdo y se fueron ilusionados. Quedaron que saldrían la siguiente semana. Ella se tomaría los días de asueto que se le habían acumulado a lo largo del año y él dejaría a su empleado José para que atendiera la tienda mientras se iban a lo que llamaron una segunda luna de miel. La pareja nunca había viajado al extranjero. Oyeron hablar a Fiodor por primera vez en ucraniano y se sorprendieron mucho porque lo habían tomado por madrileño. Confiaban en él. Perdieron los tapujos y las apariencias y decidieron hacerse sus amigos. Él se había esmerado mucho para ganarse su confianza y al darse cuenta de que el vino los sensibilizaba no dudó en procurarles las dosis adecuadas. En la noche Mariana se fue a acostar y Ramiro se emborrachó.

̶ Espero que esto no afecte a mi futuro vástago ̶ dijo muy alegre Ramiro.

̶ No lo creo, querido Ramiro. Te ves bien de salud y tendrías que ver a Evdokia. Es una mujer fuerte sin enfermos en la familia y además muy simpática.

̶ Sí que tiene personalidad la mujer. ¿Sabes? Cuando la vi, pensé que sería una condesa o algo así.

̶ Oh, mi querido Ramiro, por fortuna en mi tierra hay muchas mujeres así. Ahora que lo pienso me arrepiento de no haberme casado nunca con una de ellas.

̶ Ah, pillín, lo lamentas, ¿a que sí? Ya te imagino metido en la cama con una mujer como esa.

̶ Pues, sí que sería muy agradable. Ya lo creo.

De pronto Ramiro se quedo pensativo. Una idea que no había considerado le dio una palmada en la frente. Fue tan asombrosa que hasta gritó y Fiodor decidió que ya era hora de irse a dormir. No pudo evadirse para ir a su cupé.

̶ Oye, Fiodor. Quiero preguntarte algo, pero tienes que contestarme con toda sinceridad.

̶ Sí, amigo, mío. Pregúntame lo que quieras.

̶ Pues es sobre eso de la inmisenización artificial.

̶ No, Ramiro, no es inmisenización, sino inseminación artificial.

̶ Bueno, pues como sea. Oye…escuchame y respóndeme como amigo ̶ Fiodor sospechó que algo le iba a pedir y comenzó a mover la cabeza en actitud negativa ̶ . Oye, Fiodor, tú me dijiste que eso de inmisenización se hace en un laboratorio, ¿no?

̶ Sí, Ramiro, en efecto.

̶ Y que me sacan el jugo y luego se lo ponen a ella con una jeringa, como a las vacas en un establo, ¿verdad?

̶ Oye, Ramiro, no es como en un establo, somos una empresa muy seria. Ya lo verás ahora que llegues. ¿Por quién nos tomas?

̶ !Cálmate, Fiodor, cálmate!!No me refería a eso!!Escuchame con atención lo que te voy a decir!!Ah! Pero, antes tienes que prometerme que no le dirás nada a la Mariana porque se nos estropeará todo si se lo dices. ¿Está claro? ̶ Fiodor estaba pensando sobre el posible curso de las cosas y decidió aceptarlo todo con tal de mandar a Ramiro a la cama.

̶ Está bien, dime qué es lo que quieres. Te prometo que Mariana no sabrá ni una palabra.

̶ Bueno, Lo has prometido y no te puedes echar para atrás. Si revelas algo de esto no cerramos el negocio y adiós a todos.

̶ Está bien. Dímelo ya.

̶ Mira, Fiodor, es que la verdad no quiero hacerme una paja y regresarme sin más. ¿Me entiendes? Me gustaría…Dime sinceramente, ¿no hay forma de que la Evdokia y yo…De que ella…Es decir…!Carajo!!¿Me puedo acostar con ella o no?!

Fiodor se quedó muy extrañado porque desde el principio había previsto que esa era la idea del negocio. Engatusar a los hombres para que pagaran lo que fuera por estar con una mujer bella. Lo del vientre de alquiler era secundario. Así lo habían dicho los hombres del bar y así lo había entendido él. Sin embargo, había hecho todo para crear su negocio legal. No quería prostitución de ningún tipo. Sabía que de la decisión que tomara dependería el futuro de su business, la elección que hiciera en ese momento determinaría su futuro. Trató de calcular las consecuencias de un error y miro a Ramiro.

̶ Lo siento, Ramiro, Evdokia es una mujer decente. Jamás me atrevería a hacerle una propuesta como la que me pides. Lo siento de verdad. Oye, ya estás borracho, ¿por que no te vas a dormir?

̶ !Escuchame, Fiodor! !Sé lo importante que es para ti este negocio!!Sé que te puedo arruinar!!O me concedes lo que pido o se acabó!

̶ Pues, se acabó. Ya puedes irte de vuelta a tu casa.

Ramiro se quedó tan frío que parecía un muerto, en silencio se retiró. Iba temblando, temiendo que al día siguiente Mariana lo matara por su estupidez.

Al amanecer, Ramiro estaba roncando. Mariana le dio, como lo hacía a menudo, un golpe en la nuca. No se calló, así que ella lo despertó. Se miraron sin experimentar ningún sentimiento. Ella le dijo que fueran a desayunar. Cuando llegaron al vagón restaurante Fiodor ya los esperaba. Los saludó y miró amenazante a Ramiro. No hablaron mucho. Fiodor les informó que muy pronto llegarían a Kiev.

En la estación de trenes había un hombre esperándolos. Los condujo a un coche y les comentó que los llevaría a un piso que les había cedido el doctor Loma. Había dos habitaciones y el mobiliario era muy rudimentario. Mariana dijo que si solo iban a estar un par de días ese sitio estaba bien. Por la tarde probaron los platillos de la cocina vernácula y se sorprendieron de la riqueza y variedad de sabores. Miraron algunos sitios de interés en la ciudad y quedaron de entrevistarse con Evdokia al día siguiente.

La cita se llevó a cabo en el laboratorio de Loma, era necesario empezar a revisar a Ramiro para estar seguros de que no habría contratiempos. Le tomaron las pruebas de sangre y excremento, le hicieron radiografías, electrocardiogramas y un electroencefalograma. Oyeron las explicaciones del doctor Loma sobre la forma en que se germinaría el óvulo de Evdokia y luego, se depositaría de nuevo en su interior. En secreto Loma le comentó a Fiodor que el doctor Evtushenko, un especialista en genética, estaba dispuesto a modificar algunos genes en caso de que fuera necesario, por eso le pidió que le preguntara a Mariana de qué color le gustaría que su hijo tuviera los ojos. Ella sin pensarlo dijo que grises. Fiodor le siguió haciendo preguntas los tres días que permanecieron en la ciudad. Fue necesario inventar un malestar o un imprevisto para que Ramiro pudiera hacerse un tratamiento profundo. “Estoy dispuesto a gastarme todos mis ahorros ̶ le dijo a Fiodor, Ramiro ̶ con tal de que me permitas pasar una hora con Evdokia”. Se lo propusieron a la futura madre y no se negó. La única condición que puso fue que le dieran el dinero por adelantado.

Ramiro se sintió en el paraíso. Tuvo dos días de tratamiento en los que pasó los mejores momentos de su vida. Le remordía un poco la conciencia por haberle sido infiel a Mariana, pero ¿acaso no le había dedicado toda su vida? La toleraba, a pesar de que ella era muy inconstante y explosiva. Además estaban colaborando por el bien común. Necesitaban una familia y él la iba a formar.

El doctor Loma le pidió unas pruebas de esperma a Ramiro por si las relaciones que había tenido con Evdokia no dejaban ningún fruto. Se marcharon felices. Mariana con la confianza en el futuro y la esperanza de tener un hijo. Ramiro con la satisfacción de haber conocido por primera vez los néctares del verdadero placer.

Pasaron tres meses y Ramiro recibió la información de que el embarazo iba según el plan. Ramiro soñaba todas las noches con Evdokia y pensó que si lograba reunir una buena suma de dinero le propondría a Mariana tener otro hijo. Como la gente lo veía feliz en la tienda, todos le preguntaban la razón. Él decía que iba a tener un hijo. Le comentaba a sus mejores clientes lo que le había sucedido en Europa del Este. Algunos al ver la foto de la ucraniana en bañador se ponían nerviosos. Don Alberto Calderón, un solterón empedernido, le preguntó el precio del vientre de alquiler. No le pareció muy caro y le pidió la dirección de la página de Internet a su conocido.

Fiodor recibió a Don Alberto y le mostró, al igual que lo había hecho con Ramiro, las instalaciones, le presentó al doctor Loma y le hicieron el tratamiento sobre el que tanto les había hablado Ramiro a sus amigos.

Cuando Ramiro recibió a su hijo, la empresa Loma-Honcharenko ya había progresado muchísimo. Tenían muchos clientes de todo el mundo y varias clínicas. Las dueñas de los vientres de alquiler eran casi foto modelos y los precios se habían elevado considerablemente. No obstante, la demanda era mucha. Fiodor se fue haciendo muy popular. Lo reconocían en los restaurantes. Muchas personas le agradecían que les hubiera dado un capital que jamás se habían imaginado que tendrían.

Alguna de esas personas agradecidas le propuso a Fiodor postularse como candidato a la presidencia. Tenía muchas cualidades que lo hacían ideal. Emprendedor, serio, con un rostro que inspiraba confianza y sobre todo era rico. No se pudo negar cuando el Partido Popular Ucraniano lo postulo para presidente. Loma se convirtió en su brazo derecho y se acoplaron a los consejos que les daba un gran filósofo que era miembro del partido. “Fiodor ̶ le dijo Arcadi Soloviev ̶ necesitas hacer una campaña que exalte a las mujeres, piensa en algo”. En realidad, Fiodor solo necesitaba hacer publicidad de su negocio. Se lo dijo Loma. “No seas tonto, Fiodor. Haz del alquiler de matrices una política nacional. Las mujeres te lo agradecerán y tendremos no solo dinero para la campaña, sino también para reformar nuestro demacrado país.

Así lo hizo. Elaboró a conciencia sus discursos y recorrió el país con la consigna de convertir al país en la primera nación de los vientres de alquiler. Propuso reformas a la constitución y llevó sus plan de desarrollo económico y social al parlamento para su análisis. Consiguió el apoyo del sesenta por ciento de la población. Los partidos de la oposición se rindieron al ver la derrota inminente.

El uno de septiembre, cuando en las escuelas se abrió el ciclo escolar, las gente supo que el país tenía un nuevo mandatario. Por la televisión mostraron a Fiodor que aseguró que cumpliría sus promesas. Lo entrevistaron y contó su triste historia. Habló de los días en que se sentía desfallecer después de las duras jornadas de trabajo en la construcción, luego prometió que cada mujer tendría garantizado su futuro si cumplía con los requisitos mínimos y estaba dispuesta a alquilar su vientre. Animó a los hombres a ser condescendientes con el desarrollo de la nación y les pidió a los solteros que se casaran y a los casados que tuvieran más hijos e hijas.

“Queridos compatriotas, siempre se ha considerado nuestra nación un país de segunda o tercera categoría, a pesar de que tenemos un enorme potencial. Lo hemos demostrado en la cultura, la comida, el deporte y la belleza. Tenemos un clima excelente, verduras, frutas, trigo y carne. Somos un pueblo privilegiado que siempre ha sido oprimido. Es el momento de destacar y mostrar nuestra valía. Nos convertiremos en el país con más embarazos asistidos. Les ruego que colaboren con nuestra política. En este momento las ganancias generadas por la rentabilidad de los vientres de alquiler son de varios miles de millones de dólares. Hemos desarrollado la industria ligera, estamos extrayendo más carbón que nunca. En un año, si el plan se cumple, reduciremos la deuda externa en un cincuenta por ciento”.

El discurso fue largo y convincente. La gente se contagió de la fiebre del progreso y se imaginó un futuro brillante. La adulación y las palmas no cesaron hasta que Fiodor obligó a la gente a callar. Tomó las riendas del país con determinación y el progreso se notó desde los primeros días de su mandato. Aumentó la población mundial el uno por ciento. Todo iba viento en popa. Las mujeres estaban encantadas. Los artículos de higiene y los medicamentos se vendían por toneladas. Miles de turistas viajaban con sus esposas para escoger a las más adecuadas procreadoras de sus futuros hijos. Los hombres extranjeros pagaban cantidades enormes porque sus tentativas de inseminación fueran lo más largas posible. Había mujeres exclusivas que por su alquiler pedían pequeñas fortunas, pero siempre había algún millonario que estaba dispuesto a desembolsarla.

Un día el presidente de EEUU se alarmó porque notó que en la bolsa de valores, algunas empresas estaban perdiendo puntos. Reunió a sus asesores y les pidió investigar la causa. Dos días después le entregaron un detallado informe en el que estaba subrayado el superávit de un pequeño país de Europa del Este. Sin tardanza, el mandatario se puso en contacto con su homologo ruso y le preguntó si las cosas iban bien en su continente. La respuesta fue muy dudosa y, al sospechar de un plan secreto para desestabilizar la economía americana, mandó a un equipo de especialistas al epicentro del sismo económico. Lo más preocupante fue que los expertos pidieron unos viáticos exagerados, se llevaron a sus mujeres y volvieron con contratos de alquiler de vientres. En una reunión lo contaron todo y dijeron que era necesario suspender el servicio de alquiler de matrices, puesto que en poco tiempo la riqueza de muchas potencias se fugaría por ese canal. Además, los métodos no eran legales. Los juristas comentaron que si se acusaba internacionalmente a Fiodor Honcharenko de tráfico de órganos, es decir, recién nacidos que se destinaban a padres extranjeros, entonces se podría implantar un embargo.

El caso llegó a la ONU y en una reunión cumbre se sometió a votación la prohibición de la renta de vientres y se decidió, por mayoría, embargar los bienes del país insubordinado. Muchos lamentaron la imposición del castigo, pero no podían evitarlo.

Loma tuvo un infarto y no pudo resistir el peso de la sanción. Fiodor lo acompaño en sus últimos momentos y se preparó para mantener una lucha desigual. Los economistas le dijeron que lo mejor que podía hacer era invertir en armamento y simular que se preparaba para la guerra. Los militares pusieron el grito en el cielo y recomendaron evitar la guerra a toda costa.”¿Qué podemos hacer? ̶ preguntaba Fiodor desesperado ̶ ¿Cómo evitar esta injusticia?”. No encontró la solución y para afrontar los malos tiempos que se avecinaban escondió todas las reservas de oro que había en el país. Las mujeres comenzaron a adelgazar con rapidez y nadie podía salir del país con menores de edad y mujeres.

La crisis en América se terminó y empezó a recuperarse con mucha fuerza. Habría sido posible levantarle las sanciones al país europeo, sin embargo, el parlamento yanqui decidió que era mejor apretar un poco más el cinturón. Las fachadas de las casas se descarapelaban, los niños estaban desnutridos, desaparecieron las clínicas y la pobreza se extendió como peste. No crecía nada en el campo y las personas arrancaban las raíces de los árboles para comérselas. Fiodor salió del país de forma clandestina. No se pudo adaptar a los cambios. En un quiosco de periódicos vio un titular en el que se decía que EEUU había tomado la decisión de legalizar el alquiler de vientres y que se esperaba un crecimiento económico del cinco por ciento ese mismo año. Fiodor apretó los dientes, la rabia lo anegó y se quedó inmóvil, luego se desplomó. Llegó una ambulancia a tratar de auxiliarlo, pero ya era demasiado tarde.

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