Una tarde cualquiera después de un día largo y agotador, Daniel se dispone a ir a casa, la misma hora, la misma parada, la misma ruta, aunque hoy el sol no brillaba con tanta intensidad, el estaba metido en sus propios pensamientos, cuando una chica sube a la locomoción, esta logró llamar por completo su atención y dejó de pensar en el perrito que acaba de pasear, que no lo dejó salir un poco antes de su jornada de trabajo, olvidó hasta lo agotado que llegaba a sentirse.
Ella caminaba directo hacia el, justo a su lado había un puesto vacío. Ella no le fue indiferente y el nerviosismo, del momento incómodo, los hizo mirar directo al celular que cada uno llevaba en sus manos.
Daniel no pudo evitar mirar el celular de la chica y esta lo noto y rápido escribió:
– ¡Hola!.
Este no respondió pues el momento de bajar se acercaba. Solo pensaba rápido:
– ¡No la quiero perder! ¿Ya va que digo? Aun ni la tengo, ¿como la gano?.
Este percató un marcador en su morral, estaba a solo una parada, pero ya tenía todo en mente se apresuró y apunto su numero en el ventanal, con la esperanza de que ella lo fuera a guardar, y se bajó, dejando todo al azar.
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