Covid-19 (4) – La celebración de la muerte

Covid-19 (4) – La celebración de la muerte

La celebración de la muerte 

(Leuco, hijo de Leuco)

Leuco, hijo de Leuco, de tu celebración de la muerte
nace nuestra fuerza. Tu cólera, repetida ira
de los oligarcas contra el pueblo sufrido,
es el mal humor de los perduelis lamentando
no desangrar la libertad hasta la última gota.
La celebración de nuestra muerte puebla tu lengua
de pequeñas procesiones de crueles venenos,
y en los altavoces de la radiofonía, tu alaridos
embarullan a los que andan cabizbajos por el mundo.
Leuco, hijo de Leuco, en la bolsita de Magnetto
eres apenas un centavo de infierno,
la limadura de una llaga creada hace décadas
por el astuto Frigerio, cuando admiraba estepario
la expansión del imperio de los nuevos zares.
Silencioso tu gesto en la corta pantalla de TN,
(azul y roja tu mueca tenebrosa), nuestras muertes
alegran tu tripa de gendarme y clamas
en el mercado negro de la politiquería
por los privilegios de tu invertebrada casta.
Arrástrate ante los capitanes de la muerte,
come su estiércol como maná del cielo
y bebe su amargo sudor como sangre de Cristo,
viaja en Sabbat, violando las leyes ancestrales,
y deshazte de todo lo venerable.
Nosotros, aunque mugres y ratas, no seremos rendidos;
donde la mirada del hombre alcance, verá lo mismo,
a los que lucen centenarias cicatrices en el cuerpo,
a esos mismos que escupes tu rabiosa saliva,
a quienes deseas la muerte a manos de un microbio
apenas más grande que tu misericordia,
rescatando al hermano donde su clamor se oiga.
¡Es bueno que lo sepas! La vida no es tu palabra rancia
comprada con el oro de los especuladores,
repetida día a día en el minúsculo micrófono de la falacia,
es la promesa sin tregua de la futura Argentina
donde los desposeídos gocen de la bienaventuranza.
¡Escupes en las espaldas desnudas
donde las mordeduras del encomendero cuando la conquista!
¡Escupes sobre los huesos rotos de cargar cadenas
en los profundos socavones de la platería!
¡Escupes en el pecho hundido bajo el peso atroz
del latifundio feudal del amo de sogas y cuchillos!
Leuco, hijo de Leuco
, eres el antiguo detritus de la muerte
en porciones de pólvora de antiguas dictaduras
cuando sonó el Clarín de las matanzas.
Voz de los sacrificadores, voz de los carceleros,
tu celebración de la muerte no nos amedrenta,
no hay golpe de garrote que venza nuestro espíritu,
ni condena mediática que acalle nuestra voluntad
de dar vuelta el viento a tantas injusticias.



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