Cartas a Terza – 1

Cartas a Terza – 1

chaly alejandra

04/04/2019

Querida Terza,

Estos días no me he dedicado más que a escribir, escribir y escribir. Es un hábito que lo voy retomando poco a poco y disfrutando poque me permite exteriorizar lo que siento y muchas veces ayuda a entender qué es lo que me pasa.

Son pocos días los que han pasado pero han sido muchas emociones y pensamientos que me han rondado. Es increíble como el ser humano es capaz de sentir tantas cosas en un unísono.

Desde que dejé mi casa hace un año no hice más que despegarme, de cosas, de gente y momentos. El regreso no fue la excepción. La aerolínea no aceptaba una maleta con un peso mayor a 24 kg (¡sobraban 6 kg!). Ese momento fue gracioso e interesante al mismo tiempo, me veía abriendo la maleta escogiendo qué podía quedarse y qué no (incluso habiendo hecho ese ejercicio en casa tocó hacerlo de nuevo) y el darme cuenta que cada vez era más fácil el despegarse de objetos. Finalmente la maleta alcanzó los exactos 24 kg y pudo pasar. De igual forma a lo largo de todas las escalas dejé algo que nunca pensé que lo haría porque siempre los consideré como un bien preciado, mis libros, ambos los dejé en el paisito, uno en medio del aeropuerto y otro en la zona de preembarque con la siguiente dedicatoria: a quien lo encuentre, es una pequeña forma de devolver y agradecer lo que este lindo paisito me ha dado; bastante simple pero abarcaba un cúmulo de sentimientos y recuerdo de todo un año.

Santiago de Chile me ha traído un pasado que había olvidado un tiempo. Un pasado que desaparece y vuelve, un ciclo sin fin. Un pasado que conllevaba nuevos comienzos y también regresos. Reencuentros con amigos, abrazos que me llenaban de energía. Mates que pasaban de mano en mano y experiencias que se compartían adueñandose del tiempo que quería ser eterno. Lo vi y mi corazón comenzó a latir, no sabría explicarte el por qué, suponiendo que esa sensación se había desvanecido. Lo vi y fue como si el tiempo no hubiese pasado, ambos habíamos cambiado, notaba que nuestras mentes habían cambiado, que nuestras rutinas eran distintas y nuestros rumbos eran como carreteras en dirección contraria, pero el corazón amiga querida, el corazón parecía estar intacto. La despedida fue más fácil que la primera vez y creo que el ser humano se acostumbra a las despedidas con una misma persona y prefiere evitar esa punzada en el estómago y seguir de largo su camino con la esperanza de reecontrarse.

El viaje a Lima fue bastante agitado, imagina una escena en la que voy corriendo de un extremo al otro del aeropuerto con dos mochilas tan llenas que apenas falta una aguja para que exploten y llegando 10 minutos antes de que la aerolinea cierre las puertas del vuelo. Creo que fue un evento recurrente en este viaje de vuelta. Finalmente en mi asiento comencé a buscar película y de casualidad encontré el albúm de un grupo de allá que me gusta: Santé Les Amis, así que me puse los audífonos y comencé a escucharlos. El vuelo era largo así que caí dormida, me levanté poco antes del aterrizaje y sentí una emoción que no podía explicar ¡estaba llegando a casa!

En la siguiente carta contaré cómo pasaron estos días, espero que andes bien piba y las clases de griego te estén resultando divertidas. Te quiero un montón.

Ale

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