Capítulo 114 – El comienzo del fin.
Ya han pasado casi dos meses desde que la vi por última vez…
Al principio tuvieron miedo de mí… Me hago completamente responsable de aquello, dado mi reciente desempeño.
Las confianzas se destruyen completamente con ciertas acciones, pero sobre las ruinas y cenizas que dejaron mis errores logré construir algo nuevo y que está en continuo desarrollo, algo que espero que perdure mientras siga con vida. Es difícil ser fuerte, al menos para mí que nunca lo había sido, pero es fácil desviarse cuando el poder desborda desde tu interior y no has hecho el más mínimo trabajo para entenderte. Todo es tan frágil cuando eres fuerte, pero si tienes cuidado y consideración, no debería pasar nada malo, descontando las torpezas y los accidentes. El problema es ser fuerte y aprovecharte de eso cuando sientes que el mundo te debe algo, o que necesitas ser restituido en algo… Ahora soy fuerte y estúpido. Pensé que mi pasado necesitaba ser reparado, que los que me hicieron mal tenían que pagar lo que me debían, es extremadamente fácil cobrar deudas pasadas si con un movimiento de tu brazo puedes destruir una montaña (hecho comprobado, suerte que estaba completamente vacía). Es más complicado dejar el brazo quieto sabiendo que puedes destruirlo todo y tratar de reaccionar a las malas situaciones que se te presentan en la vida de otra manera, una constructiva. Estoy trabajando en eso.
Este tiempo ha sido para entenderme, entender por qué mi nuevo exterior cambia tanto mi interior. Pensaba que sólo había crecido y me había fortalecido, era lo más evidente, pero había algo más… Mis emociones se desbordan con facilidad, me embargan, sobre todo las negativas. ¿Es culpa del cambio no solicitado en mi cuerpo o es culpa mía, una deficiencia de mi carácter?, ¿hay culpabilidad en esto? Muchas preguntas saltan dentro de mi mente, no puedo olvidar al hermano monje que asesiné, a la niña que gracias al cielo no terminé matando, esa culpabilidad no me abandona… Algunos de los hermanos que conviven conmigo me dicen que recién había despertado, que estaba desorientado, pero el odio que sentía en ese momento era bastante directo, para nada intrincado, prístino como un transparente cristal corrupto y malvado. Los odiaba por los malos ratos que me habían hecho pasar años atrás, pero toda esa mierda estaba enterrada en mi corazón, cubierta por una capa de cobardía que la separaba de atreverme a hacerme valer, de defenderme… Pero el poder… Desvaneció toda la cobardía que tenía, ya no tenía que esconderme como antaño, podía vengarme de todos y no podrían hacer nada para detenerme… Pero ¿era lo correcto? Me veían como a un monstruo, temblaban ante mí, imploraban por sus vidas y… ¿no era eso lo que buscaba? No, claramente no, fui igual que ellos y peor, tomé una vida tan valiosa como la mía por un vano sentimiento de superioridad nada más. No era mejor que ellos.
Enterramos al monje en el cementerio del lugar. Todos los días le dejo flores alrededor, pero sin matarlas, no las corto, estoy haciendo un jardín en torno a su tumba. Hablé con los monjes que me molestaron en su momento, tenían miedo de mi nueva forma, así que de alguna manera logré retornar a mi forma física original. Hicimos las paces y acordamos nuestros pasos a futuro. Ahora me dedico a ayudar en las tareas pesadas del monasterio, tengo energía de sobra para hacerlas yo sólo. También ayudo a la gente del pueblo, curándolos. De alguna manera mi cuerpo tiene la propiedad de generar energía demoníaca, es casi como si fuera un demonio, pero no lo soy. O al menos no quiero serlo. Ya sabía el mal que podía producir con este nuevo poder, pero elegí usarlo para ayudar a los demás. Es fácil ceder a los impulsos y destruirlo todo, pero lo difícil de controlarse y conocerse a uno mismo se ve completamente retribuido al ver las sonrisas de las personas a las que les haces bien, eso ayuda a soportar la carga de mi nuevo yo, mientras voy conociendo a mi yo de siempre para no abusar de mis nuevos dones.
Ya pasaron más de dos meses desde que la vi por última vez.
¿Qué son esas cosas en el cielo? –preguntó uno de los monjes a Albert, quien cargaba cuatro fardos de heno en uno de sus hombros, en las afueras del monasterio—. ¿Son acaso estrellas?
No son estrellas, fíjate que están en ascenso, además de que pasamos hace poco rato el mediodía, es imposible –respondió Albert, dejando suavemente los fardos en el piso, concentrándose en las dos brillantes bolas de fuego que se elevaban al cielo—. No creo que sea… Pero la energía que siento a pesar de la distancia es… ¡Es Blaze!
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Dos meses atrás.
¿Qué es lo que ha pasado aquí? –consultó Jur al llegar al lugar donde Blaze y Hänä se enfrentaron a Sakina, notando los puestos y casas incineradas, encontrando algunos muertos entre los escombros—. ¿Es esta su manera de hacerse cargo de las cosas?
Blaze estaba absorta en su propio dilema, pensando en el lugar que pudiera estar Albert en ese momento, luego de desaparecer frente a ella, no escuchando las palabras del maestro del agua del reino.
Ahora apareces –reclamó Hänä, creando una espada de hielo negra, apuntando al cuello de Jur de inmediato—. Esto no pasaría si estuvieran más pendientes de sus súbditos que de sus propios asuntos dentro del castillo donde se refugian como las ratas cobardes que son.
Si van a meter las narices en algo que no les incumbe, al menos háganlo bien –respondió Jur, alejando la espada de Hänä con un fuerte manotazo, dándole la espalda a la hechicera ama de las Ondinas, mirando el desorden del lugar.
Blaze, reaccionando a las palabras de su amiga, respondió a la infortunada interpelación del mago del reino.
Para alguien que critica tanto, no te vimos hasta que estaba todo resuelto, ¿es que acaso tuviste miedo de enfrentarte a una niñata? ¡Porque eso fue lo que pasó! –exclamó Blaze, poniéndose en frente del mago de agua—. Es fácil criticar cuando lo único que haces es seguir el bamboleante movimiento de las bolas de tu rey, pero no era solo llegar y matar a una niña…
Se hubieran minimizado las victimas –refunfuño Hi, acompañando de cerca a Jur para incorporarse numéricamente a la gresca verbal.
¡¿Qué mierda me estás diciendo, imbécil?! –exclamó ardorosamente Blaze, agarrando a Hi desde su camisa, casi levantándolo del piso—. ¿Acaso disminuir el número de víctimas es más importante que la vida de una niña?
Cástor y Pólux se unieron a sus compañeros, pero solo observando la pelea, sin entrometerse.
Ya podemos ver cuál es el límite de su rey –dijo Hänä con tono burlón, intentado provocar a Jur—. Parece que puede proporcionarte un montón de poder, pero la valentía no es algo que te pueda otorgar.
Pero si se puede volver a alguien más valiente de lo que es normalmente –susurró Pólux a Cástor, sabiendo que con sus poderes era cosa de hacerlo nada más, haciendo literalmente “brillar” la valentía de alguien—. Es tan simple como…
Jur se adelantó a Blaze y Hi, quienes continuaban echando chispas por sus ojos, abalanzándose y empujando levemente a Hänä con su pecho, interrumpiendo a Cástor y Pólux con su leve intervención.
¿Qué intentas decir sobre nuestro Rey? –preguntó Jur, mirando hacia abajo a Hänä, notando la evidente diferencia de coloración en los ojos de la hechicera.
¡Lo que escuchaste! Llevo un mes intentando enfrentarte y sólo te escondes dentro de tu gran castillo, como si fueras tú el rey, el rey de los cobardes –dijo Hänä, callando a Blaze con una de sus manos sobre la boca de su amiga, ya que esta iba a intervenir diciendo que no era un mes la cantidad de tiempo que había pasado y que estaba exagerando un poco—. Demuestra que me equivoco, reparación por la humillación que me hicieron pasar es lo que exijo, ¿o también desconocerás eso ahora?
No tengo nada que demostrarte –respondió Jur, dándole la espalda a Hänä, intentando retirarse del lugar.
Creo que no deberías darme la espalda si quieres retirarte con vida de este lugar –dijo Hänä, sacando estacas inmensas de hielo del agua del río cercano, dejándolas caer desordenadamente alrededor de Jur y sus amigos, solo con la intención de provocarlos—. Tú no tienes nada que demostrar, pero tampoco tienes nada que arriesgar, no eres digno del título que te dejaron caer gratuitamente, si no es por el mecenas energético que te apoya no serías nada frente a mí.
¡Tú…! –dijo Jur sin girarse, apretando los puños por enojo, sin ceder nada más a las provocaciones de Hänä.
¿Acaso piensas dejar que me ninguneen de esa forma? –dijo el rey Baal, apareciendo detrás de sus magos, generándole un frío en la espalda a Jur quien quedó frente a su rey de forma imprevista e instantánea.
Re… ¡Rey Baal! –dijo Jur, arrodillándose frente a su rey, mirando con temor y vergüenza hacia los pies del monarca.
¿O es que la cantidad de poder que te otorgué no fue suficiente? –siguió preguntando el rey, imponiendo sus manos sobre el cabizbajo Jur, entregándole más del doble del poder que ya tenía en ese momento—. ¿Es suficiente con esto?
Hänä sintió una mezcla de miedo y emoción, enardeciéndose su espíritu por el desafío que se le había generado al molestar al rey Baal y que este le concediera más poder al mago real de las aguas. Abrió la boca para envalentonarse, prosiguiendo con sus insultos.
Mucho poder, nada de valentía –dijo Hänä, desafiante, viendo como Jur se levantaba del piso, emanando una cantidad de poder absurda—. Como si tenerla más grande significara que la sabes usar…
Cástor y Pólux se taparon los rostros, no esperando tal alocución de parte de la pequeña hechicera, sonrojándose.
Destrúyela –ordenó el rey Baal, desapareciendo del lugar, apareciendo sentado en su trono, viendo la acción desde la comodidad de su castillo.
Ese poder será mío –dijo Hänä, generando una nueva espada de hielo negro, chocándolas entre ellas para invitar a Jur a la batalla.
No lo quería hacer, pero tú te lo buscaste –dijo Jur, poniéndose en posición de batalla, en frente de la maga que ahora debía eliminar.
Hänä hizo lo mismo, cubriendo todo su cuerpo con su armadura de hielo oscuro, guardándose una de las espadas en su espalda.
Supongo que ustedes no van a intervenir –dijo Blaze, encendiendo ambas manos con ardientes y brillantes flamas, golpeándose los puños fuertemente, soltando chispas como si se tratara de una ardiente pira.
Si nuestro rey nos ordenara… –alcanzó a decir Hi, el maestro de fuego, antes de ser interrumpido por Blaze.
¡Sí, pero su rey no les dijo nada, no interfieran o se las verán conmigo! –exclamó Blaze con una sonrisa en el rostro, iluminándose sus ojos con el brillo de sus llamas.
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