Anacrónicos amorosos

Anacrónicos amorosos

Natalyna Roes

31/07/2017

No se ni como empezar a escribirte.

No se ni en que pensaba cuando estaba a tu lado.

Quizá después de todo yo también fui egoísta.

Ahora miro en retrospectiva y tal vez lo que yo hacía era conseguir lo más cómodo.

Me quise engañar a mi misma. Me hice creer que era amor o algo parecido para justificar mis actos y los tuyos.

Necesitaba algo para sostener tus manipulaciones y mis deseos egoístas.

Pero el tiempo es sabio, y si esto lo tienes que leer, de alguna forma te llegará.

Y con esa misma sabiduría del tiempo, he podido ver que tu soledad es más grande del amor que puedas dar.

Que tu egoísmo es infinito. Qué tus cambios de humor, que tu aislamiento, son frutos de problemas sin resolver. Siendo honesta no me iba a hacer cargo de ellos.

Desde el primer momento pensé que te hacía un favor dándote mi amistad, y tu pensabas que me atraías. Qué egocéntricos podemos llegar a ser.

Y si aún te cuesta dejarme ir, recuerda, no es amor, es el deseo compulsivo de poder, ese mismo deseo que hoy te lleva a estar sólo en un país donde tu tamaña soledad es más grande.

Donde al llegar a tu casa no tienes con quien conversar, donde no ves a tus hijos crecer o a tus padres envejecer.

No todo se arregla con dinero, ni con manipulación, ni tampoco con amor. Hay cosas que sencillamente no tienen arreglo. El secreto es hacer lo que uno puede, y tu ley emocional es la del mínimo esfuerzo.

No olvides que el mundo gira y en algún momento vuelve a pasar por el mismo punto, que no te encuentre cerrado en ti mismo. No estás para tanto. El mundo es mas importante y te lo estás perdiendo.

Pude ver contigo que tomé una de mis mejores decisiones al no seguir a tu lado en ese diabólico juego de esperar tus migajas cuando en realidad estoy para más.

No le ofrezcas sobras a quien vive en un Palacio, ni promesas a un mendigo, no jures lo que no está en tu poder, y no te escudes en el papel ridículo de víctima. Qué el tiempo y el mundo son mas grandes que tú, que la gente herida obtiene su recompensa, y que no todo vuelve.

Prueba ser feliz, si te gusta serlo, inténtalo.

Lástima que me dejaste ir. Lástima por ti, porque yo te hablo desde mi felicidad y en mi felicidad tu nombre no está en la lista , ya no. Por que entendí quien soy y aprendí a darme mi lugar. Qué quien no está para poco, con poco no puede ser feliz.

No fue la diferencia de diecisiete años entre nosotros el error. Fue lo mal complementados que estábamos. Tu eras veterano, adinerado, poderoso. Yo joven, vital, interesante, trabajadora y en busca de lo que quería.

Creeme que muchas veces me pregunto si hubiéramos sido contemporáneos en el tiempo, hubiéramos tenido éxito juntos? Y si no? Y si no me hubiera perdido lo que hoy sin ti vivo.

Y si me hubiera quedado contigo? Así de anacrónicos. No estaría seguramente escribiendo estas letras. Sino, a mi entender, estaría en ese hermoso apartamento frente al mar (o Río como a ti te gusta decirle) con una copa de vino mirando al horizonte y lamentándome por todo lo que dejé atrás por ti. Con un rastro de tedio en mi mirada de pasar tiempo solo contigo. De no tener amigos ni familia. De perder el trabajo que quería por ti, y de mis afectos también.

La pregunta que me queda por contestar es porqué nos tuvimos que cruzar? Porqué?

Cada noche al apagar la luz, corro la cortina y le doy una ojeada al cielo como si pudiera aparecer escrita la respuesta en las estrellas.

No me buscaste, no me cuidaste. Y ni tu sabes porque.

Debo creer que cruzarnos tuvo algún propósito, sino de otra forma no tendría valor el sufrimiento que viví por ti, ni mi pulsera de 11 mariposas que te di.

Conserva esa pulsera, que como te dije aquella vez, la leyenda cuenta que las mariposas revolotean alrededor de quienes la poseyeron.

Mi pequeño país, vecino a tu gran Argentina, resultó ser el lugar de este ocaso amoroso. Y a mitad de este año, camino a tus 42 años, comiences a avanzar hacia un 2018 que te espere siendo más que el gerente general.

Y ajeno a esta historia de locura, como te escribí una vez, que la gente luchadora que limpia día a día los recintos de tus clientes, tengan la atención que se merecen.

Recuerda que no viniste aquí solo para ser el líder de una Organización reconocida, que se vive y luego se trabaja. Los días y años pasan, y tu esfuerzo allí no queda escrito en ningún recibo de sueldo.

Que mi Montevideo te conserve tan acido e incrédulo como eres.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS