Amasijo de textos que escribí en 2017 antes de cortarme el flequillo

Amasijo de textos que escribí en 2017 antes de cortarme el flequillo

I. Yo no soy capaz de explicarlo. Por una vez no sé expresarme: se me han olvidado muchas palabras, ya no sé qué significan algunas expresiones y ni si quiera sé lo que quiero decir. Me gustaría decir que hace tiempo que no siento nada. Y si siento algo es la nada, o a veces un dolor tan profundo que parece nada. Me gustaría también decir que hay cosas que me apasionan, pero que la mitad que antes. 

Pero para decir quizás debiera entender primero, y como no entiendo, quizás sea mejor no decir. Porque en mi caso, la mejor opción siempre ha sido no decir, por no decir callar. 

II. En mi corazón no cabe el amor: En mi corazón hay sitio para algunos libros y para mi madre. Por lo demás, solo bombea sangre. Ya no siento amor más allá del maternal o el literario. Y a veces pienso que no dejan sitio para nadie. 

Me vuelvo fría, empezando por las manos y los pies. Ya no hay calor en mi. No hay emoción. Y mucho menos talento. Soy un trozo de carne fría y corriente. Sí, corriente. De la que comes por la necesidad de alimentarte, de la que no disfrutas realmente. 

¿Tan vacía estoy por dentro que no encuentro mejor símil que la carne? 

III. Me duele y no sé el qué. No sé cómo curarlo. No sé si es total o parcial. No sé si es para siempre o si se irá algún día. He llegado a la conclusión de que no se va a ir. Creo que es algo que llega cuando creces y ya nunca te abandona. Tampoco es que de pequeña fuera la alegría de la huerta: siempre rarita, sola y melancólica (aunque ni supiera qué era la melancolía). 

Pero un día, sin darme cuenta, en mi cuerpo se instaló un ente extraño, al principio pequeñito y callado. Pero ahora es enorme y truena en mis adentros, dejándolo todo en silencio (irónicamente). 

No me siento bien. Me siento atrapada aquí: aquí dentro y también afuera.

IV. No debería escribir. No sé canalizar el dolor en unas líneas. No sé abrirme el pecho en canal y soltarlo todo. Escribo sin saber, sin rumbo, sin destino. Por el puro hecho de escribir. Y porque, como siempre, no puedo dormir. 

V. No soy valiente, ni extrovertida, ni aventurera, ni muy divertida. No tengo talentos. Soy convencional. Soy una niña educada y prudente, que siempre hace lo que debe y nunca sale ni saldrá de su zona de comfort. Soy un terreno baldío: Se puede edificar, se puede plantar, se puede cultivar, pero sigue vacío. Nadie construye nada. Solo hay malas hierbas y basura.  

Ojalá se pudiera excavar y echar tierra nueva, donde pudiera construir una casa grande, con mucha gente, muchos libros y muchas ventanas, para que entre luz a destajo. Pero no se puede demoler un descampado: Se alquila o se vende, o los dueños se desentienden. Que más da. 

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