Las trampas estaban intactas. Era raro. Las había puesto hacía más de una semana. Tal vez los lugareños tuvieran razón después de todo; quizá aquello no fuera un lobo. Por el tamaño de las huellas se asemejaba más a un oso. De hecho, las trampas eran para osos. Un enorme doble arco dentado oculto bajo una tupida capa de hojarasca y ramas que se cerraría sobre la pata del animal. Si aquello no daba resultado tendría que recurrir a un método más expeditivo. Saldría a rastrearlo con sus mastines. Con el T / C G2 Contender con abundante munición del 20.2, además de un cuchillo de caza con mango de asta.

Pero primero dispondría una jaula con algún tipo de carnada. Un cabrito dentro del encierro con una puerta que se sellaba una vez que la presa se introducía en él. Tendría que ser una jaula muy grande.

El ruido vino de sus espaldas. Cometió un error de principiante. Al retroceder puso su pie en la trampa. La dentellada metal le quebró la tibia y el peroné.

Ciertamente, aquello no era un oso.

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