Blaze! Capítulo 14

Capítulo 14 – El día en que Blaze conoció a Albert.

Albert bajó su barbilla, mirando hacia el piso, bañando su mejilla izquierda con una cálida y salada lágrima. El acongojado joven inspiró profundamente…

¡Mi pie, acabo de atravesar mi pie con un clavo! –vociferó ferozmente Albert, al ver como su extremidad inferior estaba perforada por un clavo pegado a un madero–. ¡¿Quién fue el @#$%& que dejó esto tirado aquí?!

Los religiosos acompañantes del muchacho explotaron en carcajadas, golpeándose el abdomen por el dolor que les producía el ataque de risa, sintiendo que lo ocurrido era una forma de ajusticiamiento divino infligido a Albert por su manera de ser. Un par de los productos comprados cayeron de la carreta que cargaban los hombres, siendo robadas por algunos de los más pobres habitantes de la ciudad, sin que los hermanos se percataran del robo.

¡Maldición, me duele mucho! –grito Albert, intentando agacharse para retirar la tabla, pero el movimiento terminó causándole más dolor en el pie, lo que hizo que cayera sentado sobre su trasero.

Los religiosos seguían riéndose, sus rostros se encontraban enrojecidos por el esfuerzo, pareciendo que fueran a morir por ahogamiento. Albert aullaba de dolor, sólo atinando a girar en el empedrado, como si estuviera encendido en llamas, precipitándose hacia uno de los puestos dispuestos en el centro del comercio, chocando con un comprador.

¿Quién se atreve a golpearme? –escuchó Albert decir a una enojada voz femenina, siendo levantado del suelo por el cuello de su camisa, sintiendo como algunas de las fibras de su ropaje cedían ante el fortísimo agarre.

No me golpee, señora, perdóneme –respondió el asustado muchacho, cubriéndose el rostro con ambos brazos mientras giraba su cabeza hacia un lado.

¡¿SEÑORA?! –bramó Blaze, sujetando en el aire a Albert por la ropa con una sola mano, moviéndole a la fuerza su brazo derecho para descubrirle el rostro, contactando su blanquecina piel–. ¡Mírame, idiota! ¿te parece que sea una señora?

La maga se encontró con que había agarrado a un escuálido y blanquecino jovencito, de cabello rubio levemente ondulado, el que caía sobre sus ojos con un flequillo desordenado, mientras que el resto del pelo le cubría las orejas, alargándose detrás de su nuca, sin llegar a caer sobre sus hombros. Sus azules ojos dejaban entrever una inocencia inesperada en alguien adulto, con una nariz medianamente prominente y redondeada en su punta, y una boca de delgados labios. Por su parte, Albert divisó un rostro demoníaco, con un ceño fuertemente fruncido que parecía penetrar el tabique nasal de la mujer y unos ojos que destellaban fuego infernal, mientras que su boca estaba poblada de afilados dientes dispuestos a hundirse en su enclenque figura. Los religiosos ahora reían por el entuerto que se había metido el herido muchacho.

¡No me mate, no me mate…! –chilló el joven, olvidando por completo el dolor de su pie, intentado zafarse de Blaze, moviéndose convulsivamente, con los ojos llenos de lágrimas y su nariz soltando profusamente mocos.

Blaze siguió sujetando a Albert con una mano, mientras que con la otra atrapó su cara, obligándolo a mirarle. Todo el movimiento hizo que el clavo se despegara de su pie, haciéndole sangrar.

¿Y, qué tienes para mí? –preguntó retóricamente Blaze, con ojos ávidos de sangre.

Como si de una lluvia se tratase… apestosa pestilencia caerá sobre ti… por dudar sólo un segundo –respondió Albert, mirando fijamente a la joven hechicera, con palabras entrecortadas por la falta de aire.

¿Qué? –preguntó Blaze, poniendo cara de interrogante.

Los jóvenes se quedaron en silencio mirándose, cuando desde arriba cayó un volumen considerable de orines y heces, que impactaron en la nuca de Blaze, metiéndose también por entre sus hombreras, manchándole el cabello y la espalda. La muchacha inspiró largamente…

¡¿Qué pasó con los respectivos “agua va, agua va, agua va”?! –gritó interrogando Blaze, resoplando todo el aire que acumuló en sus pulmones, mirando hacia la ventana presente en el segundo piso de la vivienda bajo la cual se encontraba junto a Albert, la que fue cerrada de un golpe–. ¡Mataré al culpable de esto!

Blaze iba a botar al muchacho para meterse en la casa de la cual provinieron los desechos voladores no notificados, pero cayó en cuenta de lo que había pasado en ese mismo momento.

¡Hey! Ya noté lo que hiciste, ¿eres un oráculo, cierto? –consultó la maloliente maga, calmada repentinamente, quien ya no le resultaba tan horrible al callado Albert.

Todos los transeúntes presentes, incluidos los religiosos, escucharon las palabras de Blaze, fijando su atención en Albert, quien intentó responder a la maga, pero se percató que la gente que solía recurrentemente hacerle consultas comenzó lentamente a acercársele, tratando de obtener gratuitamente el servicio que siempre les era cobrado, pero los monjes que lo acompañaban en su salida de compras le arrebataron a Albert a la maga, subiéndolo en la carreta y cubriéndole el rostro, regresando rápidamente al interior del monasterio.

¿Qué acaba de pasar? –se preguntó Blaze, viendo todo lo sucedido.

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Me obligaron a bañarme nuevamente, los odio –protestó Blaze después de verse obligada a sumergirse en un río y fregarse compulsivamente para eliminar el hedor que le cayó desde los cielos, volviendo a cero la cuenta de días sin baño, contabilización concienzuda que realizaba desde pequeña–. Ahora, a visitar al oráculo.

Blaze se dirigió al monasterio, pero el lugar estaba atestado de personas que pedían la presencia de Albert, petición a la que los religiosos no prestaban atención, cerrando completamente el recinto.

¿Qué está pasando aquí? –preguntó la hechicera a un hombre con apariencia de panadero, manchado con harina de pies a cabeza.

Los hermanos del monasterio dicen que el oráculo no atenderá hoy, que se encuentra indispuesto, pero sabemos que es mentira, lo vimos personalmente hace rato y no parecía estar enfermo ni nada –respondió el consultado, volviendo a protestar contra los sacerdotes mientras la hechicera se retiraba del lugar.

¿Qué haré, qué haré? –se preguntó Blaze, rascándose la barbilla–. Él puede guiarme para encontrar pronto a alguien capaz de sentir poderes mágicos a grandes distancias, pero si no lo están dejando atender… Ya sé que hacer, pero necesitaré un lugar calmo, iré a cobrar venganza.

La joven y aseada hechicera fue a cobrar su merecida revancha, anunciando su entrada en la vivienda de dos pisos antes de tumbar la puerta con una sola patada, no quería que esta le cayera a alguien encima por su imprudente acción. Encontró en el interior a una mujer de mediana edad cocinando y un anciano postrado en una acolchada cama, asustándolos de muerte con el ruido producido.

¿Ven? Así se debe avisar cuando se realiza ciertas cosas, hay un acuerdo social que nos cuida como transeúntes y que los cuida a ustedes de gente arrebatada como yo –explicó Blaze, abriendo la ventana de la vivienda–. ¿Tienen algo para comer?

Blaze se sentó bajo la ventana abierta, con las piernas cruzadas, buscando dentro de una pequeña bolsa que colgaba dentro de sus hombreras, sacando una badana de color café oscuro sobre la cual estaba grabada una imagen con forma de un ojo con alas de murciélago a cada lado, procediendo a tapar su vista con el cuero.

Astral Sight –murmuró la joven, pensando en que hace mucho tiempo que no ocupaba uno de los primeros hechizos realizados enteramente por ella–. ¿Dónde está mi comida? No se atrevan a hacer nada temerario, estaré un rato con los ojos cubiertos, pero mis otros sentidos son también muy agudos.

Desde la cabeza de Blaze emergió un monstruo alado, desvaneciéndose al instante, asustando a los dueños de casa. Levantó los dedos índice y medio de su mano derecha, soltando dos pequeñas bolas de fuego que quedaron flotando en el aire, apuntando en dirección a los habitantes de la vivienda.

¿Se los dije o no? Comamos, por favor, estoy hambrienta después de verme forzada a remojar mi cuerpo por su culpa, creo que saben que el río más cercano queda bastante lejos…

El monstruoso ojo alado voló en dirección al monasterio, traspasando las paredes de la construcción, reconociendo el lugar en el que pensaba más tarde colarse para consultar al oráculo. Llegó a la habitación de Albert, que estaba siendo fuertemente reprimido por Leasoir, siendo advertido por el dotado muchacho, quien dio un respingo al ver semejante criatura.

¡Guau, es bueno, puede ver el Astral Sight! –exclamó Blaze, mientras comía pan untado en sopa.

El hechizo astral de la maga sólo servía para ver a distancia, por lo que no supo de que hablaban los hombres, pero la evidente molestia de Leasoir le daba a entender que el jovencito estaba en problemas. Albert miraba cada cierto rato la conformación astral de la visión de Blaze, dando la impresión de que no prestaba atención al regaño que estaba recibiendo.

¿Entiendes lo que te digo, Albert? –preguntó Leasoir–. Ahora deberá pasar mucho tiempo para que puedas salir nuevamente de aquí, no podemos exponerte así a los pobladores, pueden intentar apresarte y usarte para sus propósitos personales.

Claro que lo entiendo, señor Leasoir, pero usted sabe que no es mi culpa… Me tocó directamente y una de mis visiones salió, no pude reprimirla, quien podría llegar a pensar que la señorita era alguien con conocimientos esotéricos –argumentó Albert.

Lo sé, pero al menos debiste taparte cuando te diste cuenta de lo que pasó, ahora muchos de los comerciantes y otros habitantes te reconocerán, si sales del monasterio correrás peligro, te pueden raptar, vender, ¡esclavizar! –fantaseó Leasoir, intentando atemorizar a Albert, pero el muchacho parecía estar pensando en otra cosa–. Dejémoslo aquí, hoy no atenderás consultas, no quiero ni pensar en la cantidad de…

¿Qué cantidad, señor? –preguntó Albert con suspicacia.

La gente, mi niño, la cantidad de gente –respondió, saliendo del entuerto en el que casi se metió.

Leasoir salió de la habitación, dejando a Albert solo con sus pensamientos, o al menos eso creía que había hecho. El subterráneo fue cerrado, pero esta vez fue antes de que llegara la noche. El muchacho se abalanzó sobre el hechizo de Blaze, intentando comunicarse con este.

¿Qué eres? –preguntó Albert, intentando tocar la figura, atravesándola con sus manos.

El ojo sólo lo miraba, aleteando y parpadeando de vez en cuando, revoloteando por la habitación, evaporándose de repente, dejando al joven oráculo solitario.

¡No te vayas! – gritó Albert, extendiendo su mano derecha, intentando coger lo intangible.

La visión de Blaze volvió a su cuerpo, quitándose la badana que cubría sus ojos, abandonando la vivienda de los cagones descuidados, saliendo rumbo al monasterio.

Ya vi suficiente, hora de actuar –declaró la maga.

¿Qué hará Blaze para comunicarse con Albert?, ¿podrá responder a su consulta o sólo es capaz de avisar de fecas voladoras?, ¿Albert confrontará a Leasoir por cobrar por su tarea en el monasterio? Esto y mucho más en el próximo capítulo de BLAZE!

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