El mundo infeliz (distopía)

Hacía treinta años que los grupos clandestinos actuaban para provocar una seria reacción de la sociedad. Los grupos anarquistas y las grandes organizaciones en pro del viejo orden político no habían logrado mucho. La situación era alarmante y se auguraba un futuro muy gris y poco benigno para la humanidad, por eso James Alter, el representante de la insurrección, comenzó a enrolar voluntarios que quisieran actuar con nuevos métodos. Tenía varios planes de desestabilización porque, por más intentos que habían hecho los otros grupos organizados, los resultados habían sido nulos. Su mayor enemigo era Vrat-lov, de origen eslavo. Su seudónimo significaba hermano del amor.

El primer ataque masivo de insurrección fue llevado a cabo en vísperas del año nuevo por Goldman, un austriaco que había perdido su fortuna con la implantación del nuevo sistema altruista. Se decidió vender y especular con todo tipo de mercancías para que la gente sintiera la necesidad de crear una moneda y poder acumular capital, sin embargo, las personas rechazaban la idea diciendo que ya había sufrido la humanidad las consecuencias de la acumulación de grandes fortunas y que, al final, era más fácil encontrar motivación en beneficio de la sociedad cambiando fuerza de trabajo y tiempo de vida por servicios, alimento o ropa que por billetes, oro u otro tipo de símbolo de convencionalismo lucrativo.

Se había dejado de producir armamento y era imposible comenzar movimientos bélicos que lograran desencadenar una verdadera guerra. El problema consistía en generar el odio, pues no había muchos voluntarios que pudieran matar a gente que se oponía a la violencia y estaba dispuesta a morir por sus principios sin mover un solo dedo en su defensa. Se había implantado la doctrina basada en generar sólo amor y no responder al mal con mal, sino con actitudes positivas, comprensión y amor. El resultado había sido un desastre porque no había conflictos internacionales, ninguna nación se había impuesto la responsabilidad de preservar la seguridad mundial decidiendo si una actitud era una amenaza o no para la humanidad. Los terroristas habían comprendido que su lucha ya no era lógica, pues tenían sus tierras, conservaban sus tradiciones, no los explotaba nadie y producían las cosas suficientes para comer y vivir en armonía. La gente, fuera de la nacionalidad que fuera, tenía la obligación de comportarse bien en otras tierras, así, cuando un viajero llegaba al extranjero manifestaba sus buenos propósitos y recibía la cordialidad de la nación, no se le exigían pagos y, por el contrario, se le proporcionaba lo necesario para comer, dormir, pasear, visitar lugares de interés y se le despedía, cuando se marchaba por su propia voluntad, con regalos de elaboración rudimentaria que le alegraban el humor. Todo mundo sabía que el progreso guiado por los buenos sentimientos se encaminaba a la fabricación de transporte seguro y práctico. No había consorcios que buscaran un beneficio económico. Hasta el más zángano recibía la ayuda de la sociedad y, sin obligarlo a nada, se le motivaba a participar en las actividades que se le ocurrieran o las que mejor fueran con su personalidad.

Por esas razones, la gente inconforme de los grupos clandestinos sentía la obligación de reestablecer los sistemas antiguos. Echaban de menos las instituciones como la iglesia dividida en verdadera y única y las demás, una organización mundial que permitiera el desarrollo de unas naciones e impidiera el de otras esclavizándolas o aislándolas del resto del mercado mundial con embargos, también era imposible vivir sin ninguna diferencia social. El hecho de que no hubiera pobres era una amenaza para la humanidad, pues por siglos se habían centrado el dinero en manos de muy pocas personas y lo normal era que existieran pobres, clase medieros, ricos y millonarios, sólo de esa manera el mundo podía seguir adelante. Además, no estaba bien que la ciencia fuera un bien común y no necesitara presupuestos enormes para desarrollarse, ya que los científicos trabajaban en aras del conocimiento y no tenían que esperar las decisiones de los gobiernos. En el sentido de la ética y la moral, sólo se anteponía el bienestar. Hacer el bien era la consigna.

Una noche en la que James Alter estaba estudiando sus estrategias de desestabilización se dio cuenta de que el mal podía ser encubierto con aspecto de bien, por lo que empezó a urdir su plan de ataque. Primero quiso usar una droga que hiciera depender a la gente de su consumo, eso generaría un desorden social, algunos se dedicarían a vender clandestinamente y otros a producirla. ¡Así había sido antes de la maldita reforma de la humanidad! —se decía a sí mismo—. El problema era que la dependencia a las drogas no se combatía, por el contrario, una ocasión se anunció que si alguien deseaba obtenerlas lo podía hacer de forma gratuita o con la ayuda de las organizaciones formadas con ese fin. Las consecuencias fueron fatales para el negocio por que se vio morir a mucha gente y el entonces joven Vratislav Liubov dijo que se estaba matando, de forma muy cruel a las personas. Voz encontró eco en la sociedad y se decidió suspender las ayudas. Otros aspectos que influyeron en ese fenómeno fue que la gente se había drogado siempre para huir de sus desgracias y la sociedad ya podía proporcionarle a cualquier individuo condiciones de vida óptimas para trabajar, amar, viajar, vestir y comer, y resultaba un poco ilógico buscar en los viajes, bajo en efecto de los estupefacientes, una escapatoria a las frustraciones. Los objetivos en la vida ya no eran el dinero, la fama, la promiscuidad, la religión, la política, sino tener relaciones en armonía con las demás personas.

James Alter también pensó en la guerra, que era el motor del progreso desde la antigüedad, incluso estaba escrito en el Antiguo testamento en el enfrentamiento entre los verdaderos hijos de Dios y los otros pecadores y disidentes. Repasó los principios que llevaron a la intervención bélica en el siglo XX y descubrió que el chivo expiatorio de aquel tiempo eran los judíos. Lo habían empleado los dos bandos en conflicto. El secreto estaba en etiquetar a un grupo social o una raza como infieles o herejes y era razón suficiente para torturarlos, matarlos e incinerarlos o emplearlos como esclavos en las condiciones más crudas. Adolf H los acusó de querer gobernar el mundo a través de su control cultural, religioso y, sobre todo, económico y empezó su exterminación. Si la gente siempre había hecho lo mismo en aras de una vida más próspera, ¿por qué no hacer lo mismo?

El cáncer de la sociedad era Vrat-lov y le acusaría de posesionarse de la gente. Le daría características de demonio y, lo tildaría de conspirador. Reclutó personas ambiciosas que quisieran la violencia, que desearan hacerle culto a la personalidad a un verdadero líder y, sobre todo, que pensaran que eran elegidos y privilegiados por alguna característica física, de su forma de pensar o, simplemente, por ser ellos mismos. Se relacionó con ingenieros, sociólogos, religiosos, políticos y todo tipo de personalidades extintas en la sociedad moderna. Le costó mucho encontrarlos, pero buscando en los lugares más recónditos de la tierra encontró ex políticos que habían sido acusados en su tiempo de corrupción, militares dictadores que habían usado la tortura como medio de control, millonarios resentidos que seguían soñando con el control de las empresas de ropa, servicios, transporte, medicamentos y demás. James sabía que lo más difícil sería empezar, luego tendría partidarios que se encargarían de ir convenciendo a sus allegados para comenzar un movimiento nunca visto en la historia y las cosas volverían a ser como antes.

Salió de su casa y se dirigió al centro, no podía soportar que la gente realizara labores sin percibir una compensación económica. En las tiendas la gente cogía estrictamente lo necesario, sin abusar del consumo ni dejarse llevar por la adicción de la compra. Todo mundo tenía sus horarios establecidos, si alguien a última hora no podía cumplir con sus compromisos laborales, siempre había voluntarios que con gusto ocupaban su puesto. Los jefes eran orientadores sociales que hablaban de la optimización de las cosas. Se prescindía de los robots porque la gente quería seguir conviviendo entre ella y las máquinas inteligentes se usaban sólo para trabajos duros o altamente intelectuales. Se había establecido por decreto que la tecnología se empleara sólo en beneficio del hombre sin crearle dependencia o perjuicios.

Después de su largo paseo, James Alter decidió tomar medidas más drásticas y reunió a un grupo de especialistas en genética para modificar algunas características del humano. Les pidió que inventaran un mecanismo por medio del cual, las personas sintieran odio, egoísmo, crueldad, avaricia y se opusieran al razonamiento. No tardaron en obtenerse los resultados positivos y se diseñó un ser con fuerza física, belleza exterior, alto nivel de razonamiento, pero inmune a los sentimientos nobles como el amor, el cariño, la solidaridad y la comprensión. Esas nuevas personas comenzaron a apoderarse de las fábricas y las empresas que abastecían la energía eléctrica y la información. Llegado el día del complot se prohibió que se repartiera la comida de forma gratuita y exigieron que se aceptara una nueva moneda para adquirir alimentos y servicios. La prensa comenzó a emitir artículos de opinión en los que incitaba a la gente a que pensaran en los beneficios de la propiedad privada.

Todo ser humano—decían con insistencia cada minuto—tiene derecho a poseer riqueza, acumularla, controlar la fuerza de trabajo y decidir quién debe laboral para él. Por lo tanto, se decomisa la producción ganadera y agrícola, a partir de hoy, se decidirá qué personal debe laborar en la industria de bovinos, porcinos y aves. Habrá varias empresas encargadas de la elaboración de carnes para su venta y se privatizarán los centros comerciales, se dará concesiones a las empresas de comida rápida y nadie podrá consumir en otros sitios que no sean a pago. Se anulan las óptimas condiciones de trabajo y a partir de la medianoche de hoy será necesario firmar contratos para arrendar la fuerza de trabajo, se implantarán condiciones de horario y el impuesto del seguro médico será descontado de los sueldos. Está muy mal que se mantenga un óptimo cuidado de la salud y no se cobre por dichos servicios. Todas las farmacéuticas tendrán que invertir dinero en la investigación y deben dedicar una parte de su presupuesto a la generación de virus para las pandemias de las regiones donde se divida la influencia de las diversas compañías elaboradoras de medicamentos. Habrá una encargada para África, otra para Asia y el Pacífico, una más para Europa, Arabia y Sur América. Cada consorcio tendrá de uno a diez dueños y estarán obligados a registrar sus acciones en la bolsa porque es imposible crear crisis económicas que permitan el enriquecimiento de los privilegiados. Los hombres se degradan si no tienen un objetivo económico primordial en su vida.

En la actualidad—continuaban— nadie se preocupa por nada y todos pasan demasiado tiempo en compañía de sus familiares o amigos. No está bien que la gente conviva en armonía, es necesario marcar las fronteras entre las personas. Si alguien puede tener más, debe manifestárselo a los demás y someterlos a su voluntad, debe causarles envidia y deseo de superación. La competencia es lo único que ayuda al desarrollo. La economía es el único motor del progreso. Si en la actualidad un científico obtiene sin esfuerzo una casa, transporte, descanso, asesoría y condiciones óptimas de trabajo, porque no hay un elemento que pueda evaluar esos gastos, debemos, exigirnos impedírselo y crearle condiciones desfavorables para que sienta la necesidad de trabajar por algo. Se deben establecer academias que reconozcan y premien a los científicos destacados, se debe crear un ambiente de competición para que los incapaces sean excluidos de las carreras de investigación. Además, los más destacados estudiosos de la ciencia deben estar del lado de los dirigentes y no del pueblo. El conocimiento no debe ser gratuito de ningún modo. Debe costar dinero y estar protegido de la plebe. Es necesario que las instituciones religiosas vuelvan a tener prioridad y sean representantes de dios en la tierra. Se les debe garantizar una economía solvente para que tengan poder y lujos y, además puedan decidir cuáles son las sendas por las cuales deben seguir las políticas bélicas o económicas.

Por desgracia, los esfuerzos de James Alter no dieron muchos frutos y sus seguidores eran muy pocos, sin embargo, encontró algunos partidarios que le propusieron tácticas de rápido avance para alcanzar sus objetivos. Un ejército especial comenzó, con técnicas de asalto, a ocupar los puntos estratégicos de producción y comunicación. Se apoderaron de las sedes de la educación, los puntos principales de distribución de alimentos, los hospitales, los medios de transporte y las instituciones encargadas de los medios de comunicación. Pronto se establecieron las fronteras de las nuevas naciones. Se creó una organización universal para la solución de conflictos y una comisión que debía decidir qué zonas del planeta serían más fructíferas y privilegiadas. Se eligieron los nuevos mandatarios y para atacar a la no resistencia se declaró una gran guerra contra los herejes, que en este caso eran las personas que se negaban a reconocer la violencia como único medio de resolución de los conflictos.

Se declaró ante el mundo que había muchos enemigos de los estados recién formados y se comenzó un gran genocidio. Murieron millones de personas pacíficas en las reservas destinadas al exterminio. No fue posible provocar una respuesta armada por parte de las víctimas porque seguían empeñados en predicar su cancerígena teoría de la no violencia, a pesar de que se les abasteció de armas. El éxito de esa estrategia fue que, al proponerles lo que iba en contra de sus principios según ellos, daban motivo para que se les acusara de renegados. Sabían que ningún insurrecto tomaría las armas y que preferirían morir antes que atentar contra las vidas ajenas, incluso si esos seres eran tan violentos como los nuevos hombres creados por los científicos de James Alter.

La población se redujo en un treinta por ciento después de la gran matanza y se anunció una moratoria porque hubo un problema en la producción de armamento y equipo de exterminación. Se prohibió el desplazamiento libre por los países y se implantaron cuotas para todo: uso de aeropuertos, pasajes, alojamientos, etc. La exportación de productos, la enseñanza, la adquisición de vivienda y la vida comenzaron a ser reguladas por los gobiernos y volvió todo a la normalidad.

Vrat-Lov estaba recluido en una zona de seguridad. Había más presos con él y estaba incomunicado del mundo. Nadie sabía de su paradero, pero gracias a la buena voluntad de muchos de sus partidarios fue posible recibir sus mensajes exhortando a la gente a resistir hasta el final. Tarde o temprano—decía en sus comunicados secretos—se descubrirá la forma de volver a esos hombres a la razón. Dios está dentro de todos nosotros y si nos guiamos por la ética, el amor y la buena voluntad del buen espíritu humano, lograremos superar este duro período de nuestra historia. Según las personas más allegadas a Vlad-Lov su salud era muy mala y sus carcelarios hacían todo lo posible por empeorarla. No le daban bien de comer y lo sometían a duras pruebas físicas que le habían provocado una fuerte anemia. El líder de la humanidad seguía resistiéndose hasta el final. Su apariencia era la de un perro desnutrido y ya se estaba organizando una fiesta mundial para festejar su caída.

Murió sin pronunciar palabra. Con un gesto tranquilo y una mirada de esperanza. Lo enterraron en un lugar alejado de la ciudad y se tomaron todas las medidas necesarias para que nadie supiera donde descansaban sus restos. En su último mensaje a la población Vlad-Lov había dicho que estaba cerca la solución. Que los partidarios de James Alter habían modificado el ADN de las personas para que surgiera el odio sin motivo alguno. Eso representaba un gran peligro, pero los especialistas ya tenían un antídoto y lo emplearían pronto. Se distribuyó con rapidez y los planes de Alter no lograron cumplirse hasta el final.

Se aisló a los inconformes y se trató de curarlos. A James Alter le hicieron varias propuestas para que aceptara la paz como única mediación y al negarse se le proporcionó una isla completa con el personal que se encargaría de mantenerlo en buenas condiciones físicas y mentales, se puso a su disposición un cuerpo completo de expertos en filosofía, se le dio todo lo que requería, sin embargo, no estaba contento con el resultado de su lucha y entre más se le ayudaba, menos quería colaborar. Escribió sus memorias y un día amaneció ahorcado en una palmera a la orilla de la playa. Había una nota en la que declaraba abiertamente su rechazo a la sociedad. Argumentaba que la única y verdadera forma de desarrollo es el control de la economía, el alquiler y renta de la fuerza de trabajo, la limitación política y religiosa de las naciones. La producción de armamento para enfrentar a las naciones, la producción de estupefacientes para mantener el movimiento de los capitales y clasificar a la gente no por sus sentimientos y capacidad de amar, sino por el tamaño de su ego.

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