Juana y la princesa mora

Juana y la princesa mora

Ana Belén Jara

17/12/2017

Hacía poco tiempo, el joven Miguel vivía en una montaña de Extremadura, región española en la que nació hacía ya 25 años. En este apacible lugar forjó su pequeña casa, haciendo uso de las ruinas de una torre que encontró en un sendero. El techo de su morada era de cristal, ya que a través de él veía a las estrellas caer como gotas de lluvia y a las gotas de lluvia detenerse en el espacio como constelaciones. Si, tenía el poder de jugar con los elementos del cielo, algo que claramente nadie creía posible. Aun así, la apertura de su corazón le había permitido creer en su magia y aprender de ella.

De esta forma, el joven creó, día a día, su propio mundo de investigación y práctica, lejos de su incomprendido hogar familiar. Lo único que había heredado de sus papás era su enmarañado cabello castaño y sus grandes ojos grises, detrás de los cuales ocultaba la mayoría de sus secretos.

Pero no era su imagen lo que le preocupaba, al contrario, casi no le prestaba atención a su ropa y mucho menos a quitarse su corta barba. Su interés estaba puesto en cosas más importantes: A través de las estrellas se comunicaba con los míticos Héroes de la creación, poderosos seres que habitaban en los cielos del universo. Ellos le habían confesado, cuando sólo tenía 14 años, que pertenecía a la familia Unusvertere, una de las primeras comunidades del Origen del mundo, cuya principal magia era interpretar y manipular los astros.

Aunque también le habían advertido que no todo era color rosa en aquella tarea, el mal existía y debía estudiar con profundidad los rastros que dejaba en sus tierras. Desde entonces se ha preocupado por investigar los misterios de un mago maligno que habitó en Cáceres, y que ha intentado instalar las tinieblas de mil formas durante el pasado, pero desconocía su verdadero nombre.

A través de la lectura de una de las lluvias de estrellas más fuertes del año, Miguel se enteró que pronto llegaría una joven elegida por los héroes para llevar a cabo una misión ancestral. Los héroes le habían revelado su nombre: Juana, una chica oriunda de las Tierras del Origen, territorio latinoamericano. Debería encontrarse con ella en Cáceres y ayudarla a superar sus pruebas. Entonces, confundido y a la vez exaltado por la noticia, el joven se preguntó cuáles serían esos obstáculos y qué tipo de misión tenía Juana.

La joven llegó a Cáceres a los pocos días, donde Miguel ya la esperaba impaciente en el Arco de la Estrella, acompañado por muchos rollos de papel donde había anotado sus investigaciones. Al ver a una muchacha morena, vestida de una forma extraña (un poncho de hilo de colores y unos pantalones anchos) y con un colgante que llevaba el sol y la luna, Miguel se acercó a saludar.

—Disculpa — Se aclaró Miguel —Eres Juana ¿Verdad?

—Hola, si, y vos seguramente sos Miguel —Contestó la joven titubeando —Semué me dijo que me esperarías.

—¿Semué? ¿El héroe de la Creación? ¿Cómo es que hablas con él?

—Mirá, es una historia larga, y con mis amigos, otros herederos, estuvimos viajando por diferentes partes de las Tierras del Destino buscando pistas…

—Tierras ¿Del destino? Supongo que eso es… Europa.

—Suponés bien, ya me acostumbré a hablar como los héroes y casi no uso las palabras corrientes, perdón — Dijo Juana disculpándose con un gesto gentil.

—No pasa nada, no estoy acostumbrado a hablar con gente que conozca lo mismo que yo… No estoy acostumbrado a hablar con gente, en realidad — Las mejillas de Miguel estaban rojas.

—No hay problema —Dijo la joven entre risas —Mirá, tengo un poco de apuro en hacer algunas cosas ¿Me podés decir cuál es tu plan?

—¿Plan? Eh si, tendrías que aclararme tus objetivos…

—¿Qué? ¿No te dijeron a qué vine? Está bien, veamos… En la Tierra del Origen, mis amigos y yo atrapamos a un malvado brujo, Okur, que quería imponer la oscuridad cortando el Hilo Celeste.

—¿El portal que une el cielo y la tierra? —Preguntó Miguel preocupado.

—El mismo, su idea era dejar atrapados a los héroes arriba, pero logramos evitarlo. La cuestión es que descubrimos que su poder sigue en función, y que su aliado vive acá, en España, debemos encontrar las pistas que nos conduzcan a él, aunque ya llevamos un año y no tuvimos suerte ¿Tenés idea de quién puede ser?

—Mira, en estos papiros tengo mucha información que develar, yo me estuve preparando para atrapar a un mago maligno que ha hecho estragos en estas tierras. Pero no puedo darte la información ahora. Ven esta noche, a este mismo arco, 2 de la madrugada, ni antes ni después ¿Está claro?

—¿Qué traigo? —Preguntó la joven con entusiasmo.

—Contigo estamos perfectos.

Los jóvenes se despidieron amablemente y cada uno tomó su camino.

La noche cayó lentamente sobre la ciudad, Miguel esperaba ansioso a Juana, repasaba uno a uno sus informes, daba vueltas en círculos y miraba las estrellas esperando alguna señal. Cuando comenzaron a sonar las campanadas de la iglesia que indicaban las 2 de la madrugada, Juana llegó y lo sorprendió. Él le pidió que hiciera silencio, le dijo que observara con atención a la poca gente que quedaba en la calle.

—¿Todos se van? ¿Hacia dónde? —Preguntó Juana sorprendida por el comportamiento inusual de los habitantes que parecían hipnotizados.

—A sus casas… Cuando suenan estas campanadas, en las vísperas de “San Jorge”, una festividad típica de aquí, un hechizo se abre para atraer a las personas a sus hogares, así las calles se quedan vacías.

—¿La fiesta es hoy?

—Si, 23 de Abril, madrugada, como todos los años una leyenda conmueve a los habitantes de Cáceres. Se trata de la historia de “La Mora encantada”.

—¿Si? ¿Y de qué va? —Dijo la joven con mucha sorpresa y entusiasmo.

—Baja la voz por favor Juana, que puedes romper el ritual que hice para que el hechizo no nos afecte —Miguel le señaló el cielo.

Juana miró hacia el cielo, arriba de ellos estaba despejado, ni un poco de oscuridad, era de día.

—Wow, cambiaste las horas, asombroso —Dijo Juana con los ojos bien abiertos.

—Gracias, 5 años de práctica intensiva en las montañas. Bueno, ven

Ambos se movieron hasta una de las murallas más cercanas, se pusieron a resguardo. La noche empezaba a caer lentamente sobre ellos, las voces de los habitantes ya eran silencio absoluto. Entonces Miguel contó a Juana en voz baja la historia de la princesa Mora.

—Durante 1229, El rey Alfonso quería conquistar si o si la ciudad almohade “Hizn Qazris” con la esperanza de recuperarla.

—¿Cáceres? ¿Se llamaba así?

—Así es. Entonces mandó al capitán de su tropa para advirtiera al Caíd de la ciudad.

—¿Caíd?

—El gobernante, lo siento. En fin, le dijo que lo advirtiera de que debía abandonar la ciudad ya que por deber le pertenecía al reino cristiano. La hija del gobernante, reconocida por su gran belleza, se encontraba en el alcázar, cuando vio llegar al apuesto capitán.

—Okey, okey —Interrumpió Juana —La princesa se enamoró de él ¿No?
— Si, y durante un tiempo ambos se encontraban a escondidas cada noche gracias a los pasadizos subterráneos que comunicaban al alcázar con el exterior de la muralla —Miguel señaló el camino a la muralla —El capitán sólo fingía su amor, y aprovechó para encontrar el túnel por el que ella escapaba cada noche.

—Que miserable —Murmuró la joven.

—Cuando encontró la llave que abría la puerta hacia el interior de la ciudad amurallada, preparo el asalto definitivo. Así, un día como hoy , Cáceres ya era cristiana.
Se cuenta que el Caíd, antes de morir en la batall , dolido por la traición de su hija, la maldijo junto a sus doncellas, encantándolas y convirtiendo a la princesa en gallina y al resto en polluelos, para que viviera por los siglos de los siglos en alguna galería secreta subterránea de la ciudad.

—Pero no fue su culpa, estaba enamorada —Dijo indignada. En otras ocasiones, Juana se habría negado rotundamente a creer que una leyenda así sería real, pero en el pasado ya había comprobado con sus propios ojos que la magia existe y que aquellas historias que le contaban de pequeña eran, en su mayoría, reales.

—Continúo, la gente ya se ha ido —Insistió Miguel mientras se ponía de pie y empezaba a dar un paseo —Lo que sucede con el hechizo es que, año a año, les obliga a salir de los pasillos oscuros donde están presas. Entonces la princesa mora y sus doncellas se pasean por el casco antiguo desde el momento que suena la primera campanada de las 2 de la madrugada de la víspera del día de San Jorge, vagando por las calles, sin dejarse ver por nadie.

—Y vos comprobaste que podías burlar el encantamiento que hace que te vayas a casa para no verlas ¿No?

—Exacto. Pero ocurre un problema, por más que estemos en el casco histórico, sólo tu podrás verlas, se ocultan a los hombres por temor a ser maldecidas.

—No es raro, mirá lo mal que le jugaron los hombres de su vida…

Juana tomó un artefacto de su bolsillo que brillaba con luz propia. Miguel se estremeció al ver lo mágico que era aquel objeto, encendió una linterna y se puso en marcha.

Ambos se inmiscuyeron entre las murallas de la iluminada Cáceres, decidieron separarse y encontrarse en la plaza de Santa María si en una hora no veían nada. Juana buscaría a la doncella, y Miguel trataría de encontrar pruebas de sus dudas sobre el mago maligno.

Recorrieron cada rincón de la ciudad, todos sus pequeños pasillos y oscuros portales, ensombrecidos por una noche que apenas brillaba. Trepaban muros, se arrodillaban para entrar en pequeños escondites, pero no encontraban nada. Ambos se reunieron en la plaza al cabo de una hora, muy desanimados.

—No puedo creer que sea tan difícil encontrar rastros teniendo la ciudad entera solo para nosotros —Dijo Miguel enfadado.

Pero Juana se percató de un detalle —Miguel ¡Mirá allá! a los pies del Santo que está en la iglesia — Algo brillaba increíblemente. Ambos se asomaron para ver que era y encontraron una llave a sus pies. Ambos la miraron con extrañeza y Miguel decidió tomarla en sus manos. Entonces Juana vio a las doncellas meterse en una de las calles que se desprendían de la plaza.

—¡Miguel! allá van las…

—Juana, Juana —Dijo Miguel con la voz entrecortada —¡Corre!

Un guardia vestido de armaduras los perseguía echando fuego. La gallina se movía deprisa intentando huir de Juana. Miguel no podía verlas, pero si veía al guardia y protegía la llave con todas sus fuerzas.

Juana, agitada, idea un plan —Migue, andá para las murallas, distraé al guardia, alcanzaré a la princesa, pero si estás aquí seguirá huyendo.

Miguel tomó otra calle, y el guardia lo siguió. Juana continuó corriendo detrás de los polluelos, estuvo dando vuelta por toda la ciudad, impactada por los pasadizos que encontraba en su camino hasta que vio que una ventana baja se abría paso en la Casa del Sol para las gallinas. Juana corrió con fuerzas hasta que se chocó con Miguel, quien huía del guardia desesperadamente, Juana lo tomó del brazo y se lanzaron a la ventana detrás de las gallinas.

Una vez adentro cayeron dentro de un montón de paja amontonada en lo que parecía un precioso hall árabe, un alcázar. El guardia se quedó a fuera. Miguel se puso de pie y con una sonrisa enseñó a Juana la llave que habían encontrado:

—Al menos no me la ha quitado —Dijo el joven entre risas.

Juana sintió un ruido que interrumpió su atención, pidió silencio a Miguel con un gesto amable y observó que la gallina se había metido detrás de un enorme baúl. Miguel advirtió a Juana, con apuro, que algo más le llamaba la atención.

—Juana —Insistió el joven.

—Shhhh Migue, se nos escapan — Pero Miguel señaló a Juana el reluciente cofre que había sobre el baúl. Ambos se asomaron para ver sus detalles y entonces la gallina terminó por esconderse. Miguel probó allí la llave que habían encontrado.

—A ver si funciona che —Observaba Juana nerviosa mientras Miguel intentaba dar vuelta la llave. Aunque le llevó bastante tiempo, logró abrirlo. Para sorpresa de ambos, adentro sólo había un sobre viejo y gastado. Juana lo iluminó con su extraña linterna y Miguel intentó descifrarlo.

—Juana, es del padre de la princesa —Dijo agitado Miguel.

—¿Y qué dice? —Respondió la joven con ansiedad.

—Dice que… él no fue, lo sabía.

—¿Qué? ¿Qué no fue qué?

—Dice que el culpable fue el “Conde Alvarado”…

De repente el guardia logró invadir el castillo. Juana y Miguel parecían acorralados pero la princesa acudió a defenderlos con sus polluelos, volando a los ojos del guardia. Miguel advirtió el último detalle de la carta.

—Dice que antes de morir encontró la cura para su hija en un asalto al guardia que la enamoró, ese tal Alvarado y que lo enterró en el, en el, en el jardín, eso dice, está borroso.

—Andá a buscarlo, ayudaré a la princesa —Dijo Juana con prisa.

Miguel recorrió el alcázar en búsqueda de los jardines, pero era tan grande que había tres. Entonces decidió inspeccionarlos rápidamente.

Mientras tanto Juana se encargó del guardia.

—Hey vos —Dijo Juana mientras este intentaba ahorcar a un polluelo. Este la miró, parecía no ser humano, estar encantado, entonces Juana tomó una espada que colgaba en la pared para defenderse. La espada era mucho más pesada de lo que pensaba. Se enfrentaron, y los polluelos se escondieron nuevamente detrás del baúl.

—¡Lo tengo! —Gritó Miguel.

Pero el guardia hirió de gravedad a Juana en una leve distracción. Miguel llegó corriendo a ayudarla, y el guardia le arrebató la poderosa poción.

—No te preocupes por mi —Dijo la joven —Esto es solo un rasguño, quitale la poción por favor.

Miguel miró al Guardia fijamente y notó que detrás de su armadura había fuego. Entonces lo llevó hasta afuera, manipuló los cielos y logró que lloviera. El guardia cayó en un dolor intenso, comenzó a apagarse como una antorcha, la poción estuvo a punto de caerse cuando Migue finalmente pudo recuperarla. El joven corrió al palacio.

—Migue ¿La conseguiste? —Murmuró con sus pocas fuerzas Juana.

—Si, la tengo, y también te servirá a ti —Sostuvo Miguel mientras se ponía de rodillas al lado de la joven.

—¿A mí? —Juana no podía creer que aquello le serviría.

—Si, la poción logra que todo vuelva a su mejor versión —Dijo el joven.

—¿Cómo lo sabes? —Replicó Juana.

Miguel simplemente le mostró las indicaciones que tenía escritas el frasco. Juana la bebió y comenzó a curarse.

—Creo que deberías dársela tú, a mí me temen —Insistió Miguel mirando de reojo a la princesa y a sus doncellas.

Juana tomó el frasco y se lo ofreció a los polluelos, estos bebieron y, poco a poco, comenzaron a convertirse en doncellas. La gallina miró tímidamente la poción y se rehusó a beberla.

—Venga, tómala, sabemos que vos no tenés nada de culpa, princesa —Le dijo Juana con una sonrisa —Te han usado de excusa para ocultar la verdad. Tómala.

La princesa dio pasos muy tímidos hasta Juana y finamente bebió de las últimas gotas de la poción. Se convirtió en una hermosa joven morena, que llevaba un vestido lleno de colores y bordados. Se miró a si misma impresionada, y sus doncellas corrieron a abrazarla.

—Gracias Juana, gracias Miguel, han descubierto la verdad. Ahora podemos vivir en paz, ese Pedro me las va a pagar.

—¿Pedro? — Preguntó Juana confundida.

—Pedro Alvarado… me usó, caí como una tonta a sus pies, confié en su amor, y cuando menos lo pensé me tenía presa, a su merced, es más fuerte que el rey… —

—Igual, han pasado muchos años de eso princesa… — Dijo Miguel tímidamente mientras revisaba sus papeles —Ahora hay otro rey.

—Oh sí, no creas que no he tenido conciencia de todo este tiempo transcurrido, he sido presa de un cuerpo animal, pero mi mente permaneció intacta, y él… él sigue vivo, debemos huir porque tiene un plan —Las doncellas asintieron con miedo.

—¿Un plan? ¿Qué? —Preguntó Juana dispuesta a saber lo que ocultaban aquellos muros.

—Me temo que no puedo ayudarlos demasiado, sólo puedo decirles que es él a quienes los héroes buscan y siempre utiliza los palacios y restos almohades que quedan en este territorio —Juana y Miguel se miraron mutuamente, entendían que debían seguir buscando.

Todos se despidieron amablemente antes de que la princesa y sus doncellas desaparecieran detrás de un túnel del alcázar.

—Andalucía — Dijeron los dos jóvenes al unísono, como si supieran su siguiente destino. Juana agradeció a Miguel por su amabilidad y la enorme ayuda que le había ofrecido —Sin vos Migue, no habría llegado a esto que es más que obtener un dato, es liberar a una inocente y eso es mucho más importante — Juana decidió continuar su viaje hacia el Sur, ahora sabía a quién buscaba.

Miguel insistió en acompañarla y, cuando salieron del alcázar, usó su magia de nuevo. Entonces comenzó a trazar un mapa en el cielo con la ayuda de las estrellas.

  • Pero existe el Wifi Migue, y el Google Maps —Dijo Juana bromeando.
  • Ya, pero ellos no tienen lo que nosotros tenemos.
  • ¿Qué?
  • Magia.

Ambos partieron de las murallas de Cáceres con un único propósito, buscar al mago maligno y develar las historias que intentó ocultar.


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