Conversación leve a la hora del desayuno

Conversación leve a la hora del desayuno

—¿Cuándo llega el próximo carguero? —preguntó Buzz mirando el fondo de su taza con gesto de desagrado.

—¿Por qué, cariño? —inquirió la esposa con el mismo desinterés acostumbrado.

—Este café sabe horrible, debe de estar almacenado desde nuestra llegada de Domópolis.

—Nosotros parecemos almacenados desde que llegamos de Domópolis —respondió ella con languidez.

—O sea, decodificado: estamos insípidos y desechables.

Amanda lo miró con un dejo de amargura, antes de agregar:

—Creí que, según tú criterio, éramos las mujeres las que decodificamos mensajes subliminales amenazantes.

Durante unos breves instantes pareció que Buzz iba a responder, pero luego de abrir y cerrar la boca en silencio un par de veces volvió su atención al menjunje con el que estaba embadurnando su tostada.

—¡Carlos! Buen día —saludó Amanda

—Buen día Amanda, buen provecho jefe —saludó Carlos con su bandeja cargada con un abundante desayuno— ¿Puedo?

—Por supuesto, se nuestro invitado —respondió Buzz sin dejar de esparcir la sustancia gelatinosa con obsesiva meticulosidad—, va a ser tu último desayuno en este lugar inhóspito…

Amanda pareció algo sorprendida.

—¿Te vas a Domópolis?

—Regreso en el carguero —respondió Carlos—, tres años en la mina es tiempo más que suficiente.

—Carlos vas a usar la Unidad de Excavación C13 —dijo Buzz mientras miraba satisfecho su obra: una capa uniforme de ingrediente desconocido, de color indefinido, sobre una tostada perfectamente asimétrica.

—La C13 tuvo algunos problemas, jefe —dijo preocupado Carlos—, no es que sea supersticioso, pero quedarse varado en el medio de esa nada con el gusano descompuesto puede arruinar todos mis planes.

El índice de la mano derecha de Carlos señalaba, a través del ventanal, un yermo páramo pedregoso, con cañadones que se perdían en otros tantos túneles iluminados artificialmente, eran las bocas de entrada a las minas.

—Carlos hice controles más exhaustivos que los de rutina —aseveró Buzz mientras le daba un mordisco a una de las esquinas del pan tostado—, utilicé el procesador de predicción de fallas y no arrojó ningún resultado negativo. Además configuré el sistema operativo de abordo personalmente. El gusano C13 es seguro.

Carlos terminó su desayuno, saludó a Amanda y Buzz y se dirigió al puente de abordaje

Ambos quedaron pensativos mirando el paisaje arenoso y monótono, era poco estimulante para una pareja con diez años de convivencia.

El armatoste conducido por Carlos pasó con lentitud, se arrastraba como una oruga moribunda.

—Buzz, quiero volver a Domópolis —musitó Amanda.

—Arándanos —respondió Buzz.

—¿Qué?

—Creo que sabe a arándanos —dijo mientras miraba su tostada a medio terminar.

—Puedo volver en el carguero —siguió Amanda con un leve tono de desesperación en la voz—. Aquí no hay futuro, sólo entablillar fracturas o zurcir cráneos. Quiero especializarme en microcirugía…

Domópolis —Buzz pareció volver de su letargo—, para que te pongan una de esas cosas en la cabeza y que una máquina disponga de tu felicidad.

—Aquí ni siquiera una máquina me puede dar felicidad…

—Amanda ¿Está operativa la sala de urgencias? —preguntó Buzz mientras miraba a la Unidad de Excavación C13 detenida en la entrada de la mina, después volvió su atención a lo que restaba de pan tostado con mermelada.

Ella miró. Era inútil que la sala estuviera operativa, ni siquiera ella podía hacer nada por Carlos. Parecía que todas las prevenciones de Buzz no habían resultado. O tal vez si.

Una lágrima temblaba en el pecho de Amanda.

—Si, es arándano —dijo Buzz— ¿Todavía te vas en el carguero?

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