-Tomate esto. Dijo Dave, ofreciéndole un vaso con agua cargada de limón y una pasta efervescente en su interior, para la resaca.

Después de tomarlo Verónica preguntó: -¿Qué es?

– Cicuta. Respondió él en voz baja, con un tono irónico y un poco de decepción, por la que creía una actitud muy recelosa de parte de ella. –o un bebedizo para que te entregues sin reproche, lo que prefieras creer.

Pero Verónica ya no desconfiaba, juntos habían vivido cosas tan extremas que a veces tenía que rendir su voluntad y aceptar que al lado de él se sentía segura. Todos sus prejuicios se iban desvaneciendo con cada gesto de generosidad que escapaba del impávido carácter de Dave, aun cuando él luchara por ocultar su interés por ella; ambos lo hacían, ambos intentaban conservar la dignidad de merecer un amor pleno y no tener que suplicar por él, pero ambos se equivocaban… el amor es en gran medida humillar la indolencia de tus egoísmos. Y él empezaba a dar el primer paso.

Sin embargo, lo de Verónica era más el miedo de aceptar sus sentimientos hacia un criminal; su lucha interior era abrumadora, desgastante, en ocasiones diezmaba sus fuerzas al punto de dejarse llevar, especialmente en esos momento en que él dejaba notar, en medio de su orgullo, su preocupación por ella. Pero Dave no era un criminal, era un hombre justo, incluso, en ocasiones empático, le costaba ser indiferente con ella aunque quisiera parecer duro.

En ese momento él sentía que su tiempo con Verónica estaba acabando y empezaba a sentir angustia; por primera vez le dejó ver como se apoderaba el sentimiento de su aguda mente y aparente insensibilidad, su intensa mirada desbordaba todos los sentimientos que reprimía casi desde que la conoció y que ya excedían el límite de su dominio sobre sí, su gesto se dulcificó, totalmente desarmado… pero intentaba ocultarlo.

Tal mirada era indescifrable para Verónica, o quizá, ella simplemente no quería entender lo que esos ojos entornados de profunda melancolía le gritaban, su alma se estremecía presagiando un sentimiento genuino en él que pudiera doblegar su voluntad, y a la vez le reprochaba a su propio corazón su ridícula ingenuidad. ¡Cálmate! -se daba órdenes- ¡no le creas! seguro ha usado esa mirada en todas sus conquistas. Era su implacable mente racional que la hacía aterrizar, recordándole que estaba frente a un maestro seductor, de esos cuyo ego no podía aceptar la indignación de un rechazo, siempre utilizando y desechando, como si nada ni nadie tuviera algún valor: eso era al menos, lo que ella pensaba.

Sin embargo, él iba en serio… y mientras ella insensibilizaba su corazón, él estaba decidido a romper todos sus prejuicios, su indiferencia y especialmente, lo que más le dolía, por ser la muestra más evidente de todo cuanto ella despreciaba de él: sus rechazos, su desamor… su odio.

Como si no pudiera creer el cinismo de semejante broma, Verónica esbozó una leve sonrisa, y comprendiendo la decepción en la expresión de Dave, no quiso enfrentarse más a él, así que le respondió con algo de picardía:

–O tu veneno es inofensivo o yo soy dura de matar.

Él sonrió: mirando a lo lejos a través de la gran ventana de la terraza de la habitación, siguiendo el tono de ella y queriendo aliviar la tensión entre los dos, se acercó suavemente para decirle en voz baja, mirándola a los ojos.

–No soy tu enemigo, Verónica.

Luego, haciéndose el distraído, tomó del bazo que ella había dejado sobre la mesa, y así quiso darle a entender que podía confiar en él. Mientras tanto ella, sin descuidar las sentencias de su juicio, se da permiso para mirarlo detalladamente: observa el perfil de su rostro, sus labios, el brillo de sus ojos cristalinos y se pregunta en silencio con profunda tristeza y como si su corazón suplicara una tregua -¿a qué juegas Dave?… Me confundes-. Quería ceder, quería creer que ese hombre tan bello con expresión genuinamente humana… era realmente eso, un hombre cuyos ojos dejaban escapar la voz suplicante de su corazón, sin trampas ni dobleces. De verdad añoraba esto, pero imaginarse envuelta en la quimera de sus anhelos para luego despertar en una horrible realidad, era para ella, esperar demasiado de alguien que no ha entendido el verdadero valor de la vida, el exquisito misterio del amor, que puede ser a la vez debilidad y fuerza del hombre, tan frágil y vulnerable como resistente e implacable.

Queriendo revolver la determinación de él, con la intención de descubrir algo que le diera la razón a sus juicios y tal vez así recuperar su firmeza, Verónica respondió:

-¿Quién eres? ¿Un ángel guardián que me protege sin esperar “nada” a cambio? Dijo ella en tono sarcástico.

-Soy tu esposo. Respondió él con una mirada firme y voz enfática, dejándole claro que hablaba en serio

Esto sí logró desconcertarla; tratando de entender, Verónica parecía preguntarse: ¿qué significa eso? ¿Una estrategia muy sagaz para doblegar la naturaleza cursi de una mujer? o son las palabras auténticas de un hombre que cobra valor, para intentar revelar la fragilidad de su corazón, aun cuando temiera quedar en ridículo.

-Cualquiera que te escuche te creería. Respondió ella atónita, era la segunda vez que él se lo decía.

-Es lo que soy, no me interesa la opinión de los demás, quiero saber qué piensas tú.

Haciendo una pequeña pausa, dándole tiempo a su mente de encontrar explicaciones, ella le dejó ver a Dave que había logrado inquietarla, ponerla nerviosa; su corazón dolía y sus ojos se fijaron nuevamente en los labios de él, estaba deseándolos. No había duda, Verónica no solo estaba inquieta por él, sino que era cada vez más difícil para ella controlar lo que sentía. Pero su racionalidad se hacía presente.

-Tú sabes que todo esto fue una farsa y solo lo hicimos por conveniencias. Tenemos un pacto de no inmiscuirnos en la vida privada de… –continuaba ella mientras él dio tres o cuatro pasos que la hicieron retroceder, pero tomándola suavemente de la cintura y acercándose a sus ojos, mirándola fijamente, quería someter su resistencia, demostrarle que aunque se negara estaba tan aturdida como él; intentaba desarmarla y dejarle ver el fondo de su alma, vulnerable y rendida, aun cuando, la fuerza de su determinación buscaba desenmascarar el verdadero sentir de ella y de paso, fijar un precedente para demostrar que él no era un compañero de conveniencias y menos un enemigo; Verónica lo mira confundida y luego le dice, entre el asombro, el miedo y el enojo: -¡Suéltame Dave!- estaba asustada, aunque intentaba ocultarlo -¿qué te pasa? ¡Suéltame!- dijo con voz nerviosa.

Dave no pudo controlar la angustia que le provocaba el rotundo rechazo de ella, como si él fuera en su esencia un ser despreciable, cuando en realidad, siendo un hombre de honor y prestigio, tuvo que adentrarse más en lo repugnante del bajo mundo porque ella había caído en él y Dave no estaba dispuesto a esperar el momento oportuno para rescatar a todas las mujeres que explotaba “ el jeque”, tenía que actuar antes, porque sabía que Verónica era distinta, no tenía el mundo que tenían las demás, pero sí era valiente, orgullosa y desafiante, podía provocar su propia muerte para proteger su dignidad; estaba dispuesta a morir con tal de evitar que ellos la tocaran y se saciaran con ella; esto lo tenía muy claro él, por eso sentía que la sangre le hervía al recordar que había dado su palabra en ese maldito pacto que no quería ni oír y que al firmarlo, pensó que en algún momento Verónica lo vería como un hombre derrotado por esa fuerza inclemente, que a muchos como a él, obnubila y pone de rodillas, ese amor inexplicable, pero poderoso que se niega a dejar de existir; pensó que filtraría el hermetismo de sus juicios, hasta el punto en que ella misma invalidaría o tal vez ni si quiera recordaría el dichoso pacto; pero lo que estaba viendo en los ojos de ella y escuchando en sus palabras era todo lo contrario, eso provocaba miles de interrogantes como ráfagas en la mente de Dave, era un hombre brillante, acostumbrado a la implacable dureza de la milicia para enfrentar al enemigo, con temple de acero siempre alerta y desconfiado, pero en ese momento no sabía cómo explicar la intensidad y el dolor que causaban cada uno de sus sentimientos que ni él mismo entendía, no entendía los arrebatos de un corazón delirante que no daba muestras de un poquito de buen juicio, ni decencia, ni dignidad. Y se preguntaba -¿Cómo hago?… yo mismo me he encargado de imprimir en su mente la idea de ser un calculador indolente, un narcotraficante ambicioso e inescrupuloso.

En la soledad, o a veces en presencia de sus amigos o de sus padres, Dave ya se había formulado estas preguntas, pero en este momento hostigaban su mente y no le dejaban formular al menos una pequeña frase coherente.

La impotencia lo consumía, tenía que hacer algo para darle alivio a su pobre ser, su mirada, su respiración agitada demostraban su desesperación… por eso la estrechó fuertemente contra él; un penetrante sentimiento de dulzura parecía estallar a través de sus poros y no pudo más que besarla intensamente, esperando que ella se apiadara un poco, al menos un poco, de él.

Verónica, por su parte, nunca imaginó que Dave se atreviera a cruzar la línea, pues en otras ocasiones siempre se había contenido; con su invariable estilo refinado, serio, seductor y algo distante, él respetaba los límites que ella le ponía, parecía querer conquistarla sin que ella pudiera si quiera notarlo, con la paciencia inalterable de un caballero que sabe dar pasos certeros sin poner en riesgo sus intenciones sinceras, sin presiones, todo a su tiempo; sin embargo, el hecho de pensar en esto la hizo reaccionar tarde, aturdida apoyó sus manos sobre el pecho de él intentando alejarlo, pero al sentir su fuerza, se dio cuenta que aun cuando se sacudiera y quisiera empujarlo, era inútil luchar y que además sus labios, ya sentían el fuego que los labios de Dave le inyectaban en cada beso, así que, como último recurso, quiso apelar a todos los criterios de la razón, buscando uno tan fuerte como para ahogar los latidos de un corazón acelerado, que claramente se había revelado contra ella; sin embargo, y aunque sabía que estaba mal, antes de que los raciocinios de su lógica le dieran los argumentos que necesitaba, su enojo se desvanecía al sentir la dulzura que parecía venir de cada parte de él, sus labios, su pecho, sus brazos, sus manos, y quiso saborear esa dulzura un rato más… su mente no se pronunciaba y en cambio su corazón gritaba como loco, totalmente fuera de control, haciéndole perder las fuerzas para despreciarlo, lo único que le quedaba era disfrutar esa sensación, y se atrevió a besarlo, dos… tres… cuatro veces… con la misma intensidad que él, como eternizando el tiempo en cada beso.

Hasta que por fin su mente le dio lo que ella esperaba, como un rayo atravesaron sus recuerdos la dulce sensación en la que estaba, eran motivos claros que avivaron en su ser la difícil situación que tendría que enfrentar si no detenía ese momento de locura, que entonces, le pareció sin sentido, un amor que no era amor sino deseo y que ante la primer adversidad iba a sacudirse y apagarse dejando todo en un simple y doloroso recuerdo, ¿cómo reaccionaría él si conociera el objetivo y los integrantes de su equipo de trabajo en la universidad? ¿Empezaría a verla como una traidora, un obstáculo para sus ganancias, e incluso el freno a su ambición por ascender al poder de la compañía, como a veces le llamaban, y por lo cual supuestamente se había casado con ella? las dudas atravesaron su alma sumergiéndola en lo que ella creía una espantosa realidad.

Creer que él la vería como una traidora o un obstáculo para sus planes, le heló la sangre, sintió que era una razón poderosa y suficiente para que él intentara lo que fuera necesario sin el menor escrúpulo, con tal de conseguir lo que ambicionaba: un hijo que la atara a él y que luego sería el chivo expiatorio de ser necesario, pues éste le daría a la cúpula de su organización la base que necesitaban para confiar en él el liderazgo de uno de los mercados clave para sus finanzas, el mercado asiático; para ellos, era requisito ineludible que los altos mandos tuvieran familia, entre más numerosa mejor, pues éste era el seguro con el que pretendían guardar los intereses en común; tenían un código de “honor”, proteger mutuamente a sus familias de las agresiones de su competencia, pero si alguno intentaba traicionar a la “compañía” sería perseguido y destruido íntegramente empezando por cada uno de sus hijos y esposa, a quienes torturaban y asesinaban frente al traidor, para luego, matarlo lentamente a punta de torturas; cuando Verónica vio y escuchó esto en la reunión de los líderes en la bodega, se dio cuenta que los hombres, a quienes les había sucedido eso, morían antes de ser torturados, quizá por el dolor y la impresión que les producía el ser testigos de las muertes más aterradoras que podían idearse los monstruos de esa organización, para sus hijos y mujeres, ellos morían de pena moral.

-No juegues con fuego, Dave. Dijo ella, con voz temblorosa, en medio de la confusión que le producía el haber recordado algo tan espantoso, mientras evitaba, suavemente, que él siguiera besándola… mirándolo como si sintiera la peor de las traiciones, se sentía usada.

Él no podía entender su mirada, ¿porque lo odiaba? ¿Qué pensamientos pudieron haber aterrado tanto su mente? ¿En qué momento se le había complicado tanto la vida como para tener que soportar los juicios injustos de la mujer de quién sólo anhelaba un poco de cariño?

-El fuego ya está en mi sangre… me quema… me deshace las venas. Dijo, con la voz entre cortada.

-Lo sé… es típico en los hombres que sólo buscan desfogar las ganas.

-¡Por Dios Verónica!

Enfatizó con sorpresa Dave, en voz baja, con su estilo siempre sobrio; su vasto conocimiento en tantas áreas le daba la seguridad que necesitaba para saber qué hacer en cada situación, pero, aunque no era un experto en mujeres, por lo menos quería evitar cometer errores con la mujer más sagaz que había conocido, tenía que pensar bien cada cosa que dijera.

-Tienes miles de mujeres a tu disposición – dijo ella-. Pero ya te aburriste, necesitas un desafío y qué mejor, que probar la adrenalina al doblegar la voluntad de una “engreída”, como yo, ¿verdad?

No te me acerques más.

-Soy tu esposo. Enfatizó él.

-Y eso que significa.

-Que no puedo pensar tan elaboradamente, solo sé que no quiero a otras mujeres, quiero a mi esposa.

Ella estaba muy confundida, no sabía si creerle era una ingenuidad de su parte o si sus juicios contra él eran crueles e injustificados, por eso suavizó la voz, aunque no podía suavizar del todo sus palabras, ella tenía que decir lo que estaba pensando, no podía evitarlo, nunca podía evitarlo hasta poder definir si su intuición había fallado o no.

-¿Dime qué pretendes Dave, seducirme, acostarte conmigo y luego decirme: ves, no eres tan digna como pretendes, al final eres igual a todas las demás?… ¿Soy la única que te ha dicho que no?

-¡¡Ojalá, pudiera pensar todo eso!! Ni siquiera lo intentaría si supiera que al final vas a ser igual a las demás.

-¿Qué esperas entonces? Si crees que no soy como todas las mujeres con las que te has acostado, entonces no deberías enojarte, ni esperar que te corresponda.

Dave tuvo miles de cosas por decir en ese momento, pero también tuvo muchas preguntas por hacer y esta fue la que más lo inquietó.

-No te equivoques, lo que me enoja son tus prejuicios… ¿Por qué piensas que corresponderme te hace menos?

-Con esas miradas y palabras seductoras podrás conseguir a cualquiera, pero yo no soy tan básica Dave, no creas que puedes acceder a mí de esa manera.

-¿Es eso?… Crees que yo pensaría que eres fácil, y eso te enoja ¿verdad?… ¡Ja! -Sonríe con decepción- Eres tan orgullosa, no te gusta ceder un poco.

-¿Ceder contigo?

-¿Qué quieres decir con eso?

-Que no sé cuál es tu verdadera intención, no sé qué es lo que quieres, o para qué me quieres ni qué vas a hacer conmigo cuando ya no te sirva.

-No voy a hacerte daño

-Hay muchas formas de dañar a una persona.

Dave suspira hondo y luego responde:

-Si estás pensando que sólo eres una conquista para mí, te equivocas.

-No es eso lo que estoy pensando y por supuesto que no soy “sólo” una conquista, ni siquiera me has conquistado.

Dave la mira con asombro y vuelve a sonreír mordiendo su labio inferior.

-Realmente eres engreída ¿Qué estás pensando, entonces? -Dijo con ternura.

Verónica se sintió incomoda, pues no iba a decirle todo lo que sospechaba de él y provocar su enojo en verdad.

-¿Sabes? no quiero seguir hablando, me voy a dormir ya –Fue lo único que se le ocurrió decir, dirigiéndose a la cama con la esperanza de dar por terminada la conversación.

-¿Estoy muy cerca de descubrir algo, que no quieres que sepa? Dijo Dave en tono desafiante, mientras ella se gira y le responde:

-En un mundo como este es casi una ley sospechar de todos, lo entiendo, pero no me gusta, no lo acepto y no quiero esto para mi vida.

Mirándola a los ojos, Dave le responde:

-Lo que yo sospecho –se acerca a su oído mientras siente su propia sangre enloquecida en sus venas, y un poco nervioso, pero a la vez con gran placer de estar tan cerca de ella, disfrutando su aroma y su tibio aliento, le susurra lentamente- es que ocultas sentimientos que no deberías ocultar.

Ella ha quedado inmóvil, sin saber que decirle, una corriente recorre todo su cuerpo, mientras él, al verla a los ojos de nuevo, tratando de descifrar su mente y más aún sus sentimientos, pierde el poder sobre si, se siente desarmado, ya no tiene preguntas ni siquiera palabras, solo un corazón sin freno que se deja envolver del encanto en la expresión de ella, que lo está mirando como una niña que realmente ha sido descubierta, con un poco de susto, nervios y timidez, parpadea y parece que quisiera salir corriendo, mientras él esboza una sonrisa de ternura y casi sin pensarlo, atrapa sus labios con los suyos, antes de que ella se aleje, y empieza a besarla suavemente, halando muy despacio su cabello para levantar su rostro e introducir mejor sus labios en los de ella.

Verónica no sabe que es más fuerte, el dolor de las dudas y la desconfianza o la dulzura de esos besos que sentía sinceros e inofensivos. Con esfuerzo tuvo que detenerse y murmurar un no, tenía la respiración agitada, lo miró fijamente para que él supiera que hablaba en serio y se retiró con suavidad para no ofenderlo.

-No lo niegues más Verónica

-No estoy negando nada. -Dice ella mientras se muerde los labios-.

-Claro que sí, ¡no seas tan orgullosa!… Y cobarde – le reprocha él-.

-¡¿Qué?!

-¿Y piensas que serías fácil por corresponderle a un hombre que es tú esposo y que todos los días arriesga su vida por ti? ¡¿Fácil?! ¿Tienes idea de cuánto me has costado Verónica? ¿De verdad piensas que no es nada arriesgar mi vida y la de mis hombres protegiendo la tuya?

-¡Ah es eso! ¡Me estás cobrando! –La expresión de Verónica era como si le hubieran quitado una venda de los ojos-.

-¡¡¡No!!! –Responde él con indignación-.

-No juegues más al héroe entonces, no quiero deberte nada.

-No estoy cobrándote, ni siquiera espero que me pagues.

-¿Qué es lo que quieres entonces?

Quería explicarle lo que estaba haciendo su corazón en ese momento: temblaba, gritaba su nombre en cada latido y quería estallar, pero pensó que era inútil, la mente de ella estaba saturada con los peores conceptos contra él, así que solo guardó silencio, la miró como si tuviera el alma atravesada, se tragó todo el dolor que eso le producía y salió de la habitación llevando consigo al rebelde y traidor que palpitaba dócilmente por ella. Bajó las escaleras y entró en la oficina, como buscando un refugio para dejar salir las lágrimas que ya no podía contener, estaba al límite, había exhibido su corazón, su alma; se sirvió un trago doble, sentía que enloquecía ya no aguantaba más y estuvo a punto de salir corriendo a decirle la verdad, no era la primera vez, pero al pensar en la libertad de ella, en su proyecto y lo que significaba, no solo para ella sino para todas las personas que se beneficiarían de él, siempre concluía que si no aprendía a soportarlo, tendría que ver cómo iba a ser despreciado por algo real: un egoísmo tan grande, que lo cegara al punto de no ver todo el trabajo que ella había hecho con sus compañeros por rehabilitar los que ella consideraba víctimas de él, de las drogas que de todos modos estaba comercializando así fuera para ganar terreno en la organización.

¿Pero qué hacer consigo mismo? Su pobre alma no encontraba alivio aunque pasaran los minutos, era desesperante, el solo respirar le costaba trabajo.

En ese momento entró una llamada cifrada al teléfono fijo, era el Gral. Valencia que se acababa de enterar por la policía de lo que había sucedido

-Buenas noches. Dijo Dave.

-¡Para nada buenas!

-¡Señor!

-Te espero en media hora, ya sabes dónde.

-Señor, ya todo está bajo control, no se preocupe.

-¡¿Cómo no voy a preocuparme después de lo que ha pasado?!

-No hubo heridos, ni bajas, y en cambio, hay algo que le va a interesar mucho.

-Muy bien, quiero detalles mañana a primera hora.

-Tendrá buenas noticias.

-Eso espero. ¿Tiene algún regalo?

-Necesito mensajeros.

-Encárguese.

-Sí, Señor.

-Y ya sabes lo que tienes que hacer con ella.

-… Sí Señor.

Dave sabía que esta vez Verónica se había expuesto demasiado y estuvo a punto, sin saberlo, de sabotear una investigación de más de dos años a cargo de la unidad de inteligencia de un comando de las fuerzas especiales, sabía que sus superiores iban a exigirle que hiciera lo que debió hacer desde el principio, sacarla del país, por su seguridad y la de su familia, esto sin contar que debía enfrentar la responsabilidad de haber expuesto la vida de un civil por evadir el protocolo; con Verónica lejos de él sus posibilidades con ella disminuían considerablemente, atormentado casi enloquecido sentía que definitivamente podía perderla, eso sí era insoportable.

Resuelto y con las ideas claras, salió de la oficina para confrontarla, subió las escaleras y se dirigió por el pasillo que daba a la habitación principal, mientras sentía su respiración agitarse, como si hablar con ella fuera más intimidante que darle la cara al propio Gral. Valencia; al llegar, respiró profundamente tratando de calmarse, recuperando así la imperturbable serenidad que lo caracterizaba, confiaba en sus sentimientos genuinos, sabía que los agudos interrogantes de ella no iban a sorprenderlo en intereses ladinos y engañosos como cualquier casanova; abrió la puerta, al ver que ella no estaba en la habitación y mientras la buscaba en silencio, o mejor, en un coloquio consigo mismo, sintió que de nada le servía estar seguro de sus sentimientos si de igual modo tenía que ocultarle la verdad y esa era precisamente la percepción que ella tenía y que la hacía suponer lo peor de él, esa era la causa de sus reproches y desconfianza.

Entró en el vestier, después en el baño y al salir hizo una pausa para recobrar el valor, su dilema era: mentir, para no interferir en el proyecto de ella y así respetar su libertad, reconociendo el valor e importancia que ella le daba a su trabajo, aun cuando tuviera que continuar deshaciéndose en esfuerzos para garantizar su seguridad; o decir la verdad, privilegiando su vida por encima de su libertad, aunque ella no lo entendiera y le reprochara su egoísmo.

Se dirigió a la terraza y ahí la vio… observaba las estrellas, recordando el momento que tuvieron en la cabaña, luego bajó la mirada hacia el horizonte, sus ojos parecían penetrar la oscuridad atravesando la distancia, como si detallara cada árbol y quisiera perder sus pensamientos en el movimiento de las hojas, lejos de casa, lejos de ella, o quizá en la brisa que golpeaba su cuerpo, cerrando los ojos al sentirla y respirando hondo como queriendo ser exorcizada y liberarse de la profunda confusión en la que la había sumergido Dave.

-Por favor, no pienses que quiero cobrarte, no soy tan vil… solo sentí que no te basta si te protejo con mi vida, un narco menos sería un gran favor para este país… quizá soy tan despreciable para ti y por eso, no te importe si muero. No valgo nada para ti ¿verdad?

Dijo Dave en tono suave como queriendo hablarle al corazón, su voz sonaba profundamente triste en medio del silencio de la noche.

Ella quiso esconder el temblor de sus manos apretándolas fuertemente contra el balaustre, su corazón dio un brinco al escuchar la voz de él que parecía resonar dulce y dolorosamente en su pecho, le conmovieron sus palabras y se giró para explicarle frente a frente que ella no menospreciaba su vida, que incluso todo lo que había hecho esa noche había sido por él, pero al voltear y mirarlo fijamente se quedó sin palabras, se dio cuenta que decirle eso sería demasiado impulsivo y recobrando el control sobre sí, le respondió:

-No quise menospreciar tu vida Dave… sé que hay un gran riesgo en lo que haces por mí y bueno, yo sé que es natural que esperes algo a cambio…

-No, por favor… no digas más eso. –Responde con una mirada profunda, cargada de nostalgia, como si estuviera despidiéndose de algo- . Si hubiera querido desfogarme contigo, como dijiste, te habría hecho mía aprovechando todos los momentos en los que hemos estado solos. Pero yo te he respetado Verónica. He mantenido la distancia, aun cuando… no es tan fácil. Solo quería darte un beso… nada más –bajó la mirada y con una sonrisa fingida, dijo- tal vez lo necesitaba.

Se dio la vuelta y entró en la habitación, y mientras ella intentaba reaccionar, él tragaba grueso dejando escapar un pequeño gemido que mostraba la tortura de tener que callar y sofocar la angustia de su ser, que se revolvía en su interior: estaba renunciando a ella, y además, no era solo un beso lo que quería, él moría por demostrarle como enloquecía su sangre al oír su voz, al sentir su respiración tan cerca y experimentar la fuerza de su mirada que penetraba cada fibra de su ser, era tan doloroso para él contener tanto sentimiento, que por momentos quería hacerla suya y ganar su amor por encima de todos los raciocinios, pero ella no era fácil de enajenar y él lo sabía, por eso pensó que si se atrevía a ir más allá podría sentir no solo el rechazo que siempre le hería, sino peor aún: la vehemencia del odio y repulsión que podía despertar en ella… era mejor controlarse, aunque le estaba costando, realmente estaba haciendo un gran esfuerzo por reprimir el fuego que ella encendió sin darse cuenta.

-Dave, creo que las cosas se están saliendo de control, y pienso que es mucho riesgo para ti y tus hombres, por eso… tal vez sea necesario terminar el contrato que firmamos. –Dijo Verónica, después de recuperar la voz, estaba preocupada y también muy triste, no quería que su inconciencia le provocara la muerte a alguien -.

-¿Quieres terminarlo?

-Si es lo mejor para todos, sí.

-Entonces ¿renunciarías a la Universidad?

-¿Por qué, renunciar?

-Porque si terminas el contrato entonces no debes salir de la hacienda, recuerda que en ese caso, ya no serías mi esposa, no podría protegerte. Aunque después de lo que hiciste, estoy pensando en no dejarte salir de la casa por un tiempo.

-¡¿Qué?!

-Esta vez te arriesgaste demasiado y hay consecuencias, lo sabes. Los hombres del “jeque” deben estar buscándote.

-¡No pensé en eso!

-¿En qué pensabas?… o ¿en quién pensabas?

-En salir de aquí a como dé lugar.

-… ¿Tan mal te sientes aquí?

Ella no supo que decir, bajó la mirada intentando encontrar una respuesta rápida, pero no pudo

-¿Qué te molesta tanto?… ¿Es por mí?… me odias ¿verdad? –Dijo Dave, con la voz muy triste, eran este tipo de cosas las que le herían profundamente.

Cuando Verónica lo escuchó, lo miró con asombro, se veía muy afectado, ella parecía descubrir que realmente era importante para él; pero era confuso, en realidad, no sabía que pensar.

Estaba tan sumida en sus pensamientos que no se dio cuenta que él esperaba atento su respuesta. Ante el silencio de Verónica, él debió suponer que era tal su desprecio hacia él, que si no hacía algo para acabar con su vida era sólo por las creencias religiosas que ella tenía.

-Muchos quieren acabar con mi vida… pero yo… te daría a ti el placer de hacerlo. –Dijo él con la mirada perdida por la amargura-.

-¡Por Dios! ¡¿Qué estás diciendo?! -Dijo ella al despertar de esa sensación lacerante en la que ambos estaban sumergidos-.

Él alza la mirada y en la profundidad de sus ojos azules, se refleja la luz de la luna en un pequeño destello que luego desaparece, sus ojos vuelven a apagarse y dice con resignación

-Te juro que… he intentado hacer todo lo que ha estado a mi alcance, para que estés cómoda. Pero es evidente que lo que quieres es huir con alguien más, o me equivoco?

-Completamente.

-Ah ¿sí?!

-Sí. No pretendo huir y menos con alguien más. Te expliqué que me gané una beca y quiero aprovecharla.

Aun así era doloroso para él. Ella no parecía sentir nostalgia por alejarse, ni siquiera de su familia, tal era su deseo de huir lejos de él que más bien parecía haber encontrado la excusa perfecta para hacerlo.

-Sí… y en estos momentos no hay nada más importante para ti que ese famoso proyecto…

-En lo personal, no gano mucho con él ¿sabes? Pero ver cómo las personas que se están beneficiando recuperan sus vidas, me alegra más que si estuviera ganando millones por enve… -Iba a decir: por envenenarlos, pero se contuvo. Ya no quería herirlo más, y dijo – por ese proyecto.

-Dilo

-Decir ¿qué?

-Lo que ibas a decir. –Sabía que era algo despectivo, no era tan fácil para él recuperarse, ser indiferente a su desprecio y disimular cuánto pesaba sobre él la frustración de todos sus anhelos con ella, algo que Verónica sí hacía muy bien.

-Creo que ya te he dicho suficiente, y lo único que he logrado con eso es herirte, no puedo pretender cambiar nada de esa manera, pero al menos puedo intentar mitigar los daños si me concentro en mi proyecto –Respondió ella en un tono impasible, como si le restara importancia a los estragos que provocaban sus palabras en él, siempre insinuando que era un criminal indigno de ella, aunque no se diera cuenta.

-Para ti soy un monstruo ¿verdad?

Ella lo mira con asombro y tristeza, en realidad, no es su intención menospreciarlo ni ofenderlo tanto, pero siempre termina haciéndolo.

-Eres un hombre que ha tomado una mala decisión, pero aun eres libre para replantear el sentido de tu vida.

Cada palabra que pronunciaba Verónica calaba hondo en su pecho, lo lastimaban, pero al mismo tiempo parecía estar dándole las claves para conquistar el brío de su corazón, Dave sentía por momentos que ella le daba esperanzas.

Él sonrió con desengaño

-No puedo estar de acuerdo contigo

-Bueno, pues, si tu ambición es tan grande como para no renunciar a tus expectativas, entonces, al menos, tendrás que ser consciente de que puede destruirte… ¿quieres eso?

-No. Pero soy consciente, créeme. Porque lo que ambiciono, me destruye una y otra vez.

-¿Y eres feliz así?

-No, Verónica, nadie podría ser feliz así. Pero hay algo peor que eso, y es sentirse completa y permanentemente destruido, como en una eterna agonía, en la que nunca mueres.

-¿De qué hablas? –Dijo ella conmovida pero al mismo tiempo queriendo desvelar algo más.

-De lo mismo que tú. De ambiciones que acaban contigo y es mejor dejar ir.

Era claro para ella que él hablaba de otra cosa, pero aún no lograba descifrar de qué.

-¿Vas a retirarte de esa organización?

-Si te dijera que sí ¿qué pensarías?

-Que eres valiente. Las cosas más imponentes que seducen a muchos, suelen ser la basura más grande que nos hayan envuelto en una bolsa de regalo y aunque sea frustrante reconocer esto, es más inteligente hacerlo a tiempo.

Dave sonríe con admiración y cariño, pero también con nostalgia, empezaba a reconsiderar la idea de renunciar a ella.

-Y si te digo, que lo que ambiciono es más grande que el poder en la organización. ¿Qué me dirías?

-Me sorprendes. En ese caso no sé qué tan altas sean tus ambiciones, pero creo que deberías preguntarte si vale la pena entregar tanto, por nada. Ese mundo es pura ilusión.

-Eso es lo que quiero averiguar-. Los ojos de Dave brillan de una forma inquietante. La mira de arriba abajo y se lanza sobre ella resuelto a no detenerse esta vez.

-¡¡Dave!! ¡¡Suéltame!! ¡¿Qué te pasa?!

Él estaba descontrolado, enceguecido, la sujetaba con fuerza pero intentaba no lastimarla al besarla. En esta ocasión, Dave no se detuvo en ningún momento, estaba decidido a meterse en el corazón de ella. Sabía que era riesgoso, que si no lograba calmarla, lograr que ella le correspondiera y se dejara llevar, iba a perderla. Ella no le iba a perdonar lo que era prácticamente una violación.

-¡Voy a gritar!

-¿Y qué vas a decir? Que andas provocando a tu esposo para luego rechazarlo, porque lo que quieres es burlarte ¿verdad?

-¡Nunca te he provocado!

-¿Nunca?- sonríe incrédulo -¿Así de borracha estas? ¿No recuerdas lo que me dijiste en el pasillo? Hazme el amor Dave. Y eso es lo que voy a hacer.

-¡¡No!! Estaba borracha, no seas así, tan…

-Tan qué

-Desgraciado y repugnante.

Ella luchó por quitárselo de encima, se sacudía con fuerza y trató de gritar, pero él solo se limitó a poner su mejilla derecha en la mejilla izquierda de ella y esperó a que ella se calmara.

-Por favor. Suéltame. Te voy a odiar si haces esto- Seguía replicando Verónica.

Pero Dave sabía que si la soltaba, ella no le iba a perdonar que se hubiera atrevido a irrespetarla así. Pensó que lo mejor era conseguir que ella le correspondiera. Tenía que borrar de la mente de Verónica toda esa sensación de abuso e impotencia.

Él se esforzó por no lastimarla, por controlar sus ansias mientras exploraba el cuerpo de ella buscando su aprobación; pero todo el tiempo la sujetó, eso la llenaba de impotencia, de dolor y frustración.

Sin embargo, la paciencia de Dave, sus besos suaves e intensos y cada caricia que tenían una mezcla de ternura ardiente y éxtasis, lograron poco a poco que ella se dejara enajenar, se fue calmando y dejó de forcejear, mientras él ganaba confianza-Tomate esto. Dijo Dave, ofreciéndole un vaso con agua cargada de limón y una pasta efervescente en su interior, para la resaca.

Después de tomarlo Verónica preguntó: -¿Qué es?

– Cicuta. Respondió él en voz baja, con un tono irónico y un poco de decepción, por la que creía una actitud muy recelosa de parte de ella. –o un bebedizo para que te entregues sin reproche, lo que prefieras creer.

Pero Verónica ya no desconfiaba, juntos habían vivido cosas tan extremas que a veces tenía que rendir su voluntad y aceptar que al lado de él se sentía segura. Todos sus prejuicios se iban desvaneciendo con cada gesto de generosidad que escapaba del impávido carácter de Dave, aun cuando él luchara por ocultar su interés por ella; ambos lo hacían, ambos intentaban conservar la dignidad de merecer un amor pleno y no tener que suplicar por él, pero ambos se equivocaban… el amor es en gran medida humillar la indolencia de tus egoísmos. Y él empezaba a dar el primer paso.

Sin embargo, lo de Verónica era más el miedo de aceptar sus sentimientos hacia un criminal; su lucha interior era abrumadora, desgastante, en ocasiones diezmaba sus fuerzas al punto de dejarse llevar, especialmente en esos momento en que él dejaba notar, en medio de su orgullo, su preocupación por ella. Pero Dave no era un criminal, era un hombre justo, incluso, en ocasiones empático, le costaba ser indiferente con ella aunque quisiera parecer duro.

En ese momento él sentía que su tiempo con Verónica estaba acabando y empezaba a sentir angustia; por primera vez le dejó ver como se apoderaba el sentimiento de su aguda mente y aparente insensibilidad, su intensa mirada desbordaba todos los sentimientos que reprimía casi desde que la conoció y que ya excedían el límite de su dominio sobre sí, su gesto se dulcificó, totalmente desarmado… pero intentaba ocultarlo.

Tal mirada era indescifrable para Verónica, o quizá, ella simplemente no quería entender lo que esos ojos entornados de profunda melancolía le gritaban, su alma se estremecía presagiando un sentimiento genuino en él que pudiera doblegar su voluntad, y a la vez le reprochaba a su propio corazón su ridícula ingenuidad. ¡Cálmate! -se daba órdenes- ¡no le creas! seguro ha usado esa mirada en todas sus conquistas. Era su implacable mente racional que la hacía aterrizar, recordándole que estaba frente a un maestro seductor, de esos cuyo ego no podía aceptar la indignación de un rechazo, siempre utilizando y desechando, como si nada ni nadie tuviera algún valor: eso era al menos, lo que ella pensaba.

Sin embargo, él iba en serio… y mientras ella insensibilizaba su corazón, él estaba decidido a romper todos sus prejuicios, su indiferencia y especialmente, lo que más le dolía, por ser la muestra más evidente de todo cuanto ella despreciaba de él: sus rechazos, su desamor… su odio.

Como si no pudiera creer el cinismo de semejante broma, Verónica esbozó una leve sonrisa, y comprendiendo la decepción en la expresión de Dave, no quiso enfrentarse más a él, así que le respondió con algo de picardía:

–O tu veneno es inofensivo o yo soy dura de matar.

Él sonrió: mirando a lo lejos a través de la gran ventana de la terraza de la habitación, siguiendo el tono de ella y queriendo aliviar la tensión entre los dos, se acercó suavemente para decirle en voz baja, mirándola a los ojos.

–No soy tu enemigo, Verónica.

Luego, haciéndose el distraído, tomó del bazo que ella había dejado sobre la mesa, y así quiso darle a entender que podía confiar en él. Mientras tanto ella, sin descuidar las sentencias de su juicio, se da permiso para mirarlo detalladamente: observa el perfil de su rostro, sus labios, el brillo de sus ojos cristalinos y se pregunta en silencio con profunda tristeza y como si su corazón suplicara una tregua -¿a qué juegas Dave?… Me confundes-. Quería ceder, quería creer que ese hombre tan bello con expresión genuinamente humana… era realmente eso, un hombre cuyos ojos dejaban escapar la voz suplicante de su corazón, sin trampas ni dobleces. De verdad añoraba esto, pero imaginarse envuelta en la quimera de sus anhelos para luego despertar en una horrible realidad, era para ella, esperar demasiado de alguien que no ha entendido el verdadero valor de la vida, el exquisito misterio del amor, que puede ser a la vez debilidad y fuerza del hombre, tan frágil y vulnerable como resistente e implacable.

Queriendo revolver la determinación de él, con la intención de descubrir algo que le diera la razón a sus juicios y tal vez así recuperar su firmeza, Verónica respondió:

-¿Quién eres? ¿Un ángel guardián que me protege sin esperar “nada” a cambio? Dijo ella en tono sarcástico.

-Soy tu esposo. Respondió él con una mirada firme y voz enfática, dejándole claro que hablaba en serio

Esto sí logró desconcertarla; tratando de entender, Verónica parecía preguntarse: ¿qué significa eso? ¿Una estrategia muy sagaz para doblegar la naturaleza cursi de una mujer? o son las palabras auténticas de un hombre que cobra valor, para intentar revelar la fragilidad de su corazón, aun cuando temiera quedar en ridículo.

-Cualquiera que te escuche te creería. Respondió ella atónita, era la segunda vez que él se lo decía.

-Es lo que soy, no me interesa la opinión de los demás, quiero saber qué piensas tú.

Haciendo una pequeña pausa, dándole tiempo a su mente de encontrar explicaciones, ella le dejó ver a Dave que había logrado inquietarla, ponerla nerviosa; su corazón dolía y sus ojos se fijaron nuevamente en los labios de él, estaba deseándolos. No había duda, Verónica no solo estaba inquieta por él, sino que era cada vez más difícil para ella controlar lo que sentía. Pero su racionalidad se hacía presente.

-Tú sabes que todo esto fue una farsa y solo lo hicimos por conveniencias. Tenemos un pacto de no inmiscuirnos en la vida privada de… –continuaba ella mientras él dio tres o cuatro pasos que la hicieron retroceder, pero tomándola suavemente de la cintura y acercándose a sus ojos, mirándola fijamente, quería someter su resistencia, demostrarle que aunque se negara estaba tan aturdida como él; intentaba desarmarla y dejarle ver el fondo de su alma, vulnerable y rendida, aun cuando, la fuerza de su determinación buscaba desenmascarar el verdadero sentir de ella y de paso, fijar un precedente para demostrar que él no era un compañero de conveniencias y menos un enemigo; Verónica lo mira confundida y luego le dice, entre el asombro, el miedo y el enojo: -¡Suéltame Dave!- estaba asustada, aunque intentaba ocultarlo -¿qué te pasa? ¡Suéltame!- dijo con voz nerviosa.

Dave no pudo controlar la angustia que le provocaba el rotundo rechazo de ella, como si él fuera en su esencia un ser despreciable, cuando en realidad, siendo un hombre de honor y prestigio, tuvo que adentrarse más en lo repugnante del bajo mundo porque ella había caído en él y Dave no estaba dispuesto a esperar el momento oportuno para rescatar a todas las mujeres que explotaba “ el jeque”, tenía que actuar antes, porque sabía que Verónica era distinta, no tenía el mundo que tenían las demás, pero sí era valiente, orgullosa y desafiante, podía provocar su propia muerte para proteger su dignidad; estaba dispuesta a morir con tal de evitar que ellos la tocaran y se saciaran con ella; esto lo tenía muy claro él, por eso sentía que la sangre le hervía al recordar que había dado su palabra en ese maldito pacto que no quería ni oír y que al firmarlo, pensó que en algún momento Verónica lo vería como un hombre derrotado por esa fuerza inclemente, que a muchos como a él, obnubila y pone de rodillas, ese amor inexplicable, pero poderoso que se niega a dejar de existir; pensó que filtraría el hermetismo de sus juicios, hasta el punto en que ella misma invalidaría o tal vez ni si quiera recordaría el dichoso pacto; pero lo que estaba viendo en los ojos de ella y escuchando en sus palabras era todo lo contrario, eso provocaba miles de interrogantes como ráfagas en la mente de Dave, era un hombre brillante, acostumbrado a la implacable dureza de la milicia para enfrentar al enemigo, con temple de acero siempre alerta y desconfiado, pero en ese momento no sabía cómo explicar la intensidad y el dolor que causaban cada uno de sus sentimientos que ni él mismo entendía, no entendía los arrebatos de un corazón delirante que no daba muestras de un poquito de buen juicio, ni decencia, ni dignidad. Y se preguntaba -¿Cómo hago?… yo mismo me he encargado de imprimir en su mente la idea de ser un calculador indolente, un narcotraficante ambicioso e inescrupuloso.

En la soledad, o a veces en presencia de sus amigos o de sus padres, Dave ya se había formulado estas preguntas, pero en este momento hostigaban su mente y no le dejaban formular al menos una pequeña frase coherente.

La impotencia lo consumía, tenía que hacer algo para darle alivio a su pobre ser, su mirada, su respiración agitada demostraban su desesperación… por eso la estrechó fuertemente contra él; un penetrante sentimiento de dulzura parecía estallar a través de sus poros y no pudo más que besarla intensamente, esperando que ella se apiadara un poco, al menos un poco, de él.

Verónica, por su parte, nunca imaginó que Dave se atreviera a cruzar la línea, pues en otras ocasiones siempre se había contenido; con su invariable estilo refinado, serio, seductor y algo distante, él respetaba los límites que ella le ponía, parecía querer conquistarla sin que ella pudiera si quiera notarlo, con la paciencia inalterable de un caballero que sabe dar pasos certeros sin poner en riesgo sus intenciones sinceras, sin presiones, todo a su tiempo; sin embargo, el hecho de pensar en esto la hizo reaccionar tarde, aturdida apoyó sus manos sobre el pecho de él intentando alejarlo, pero al sentir su fuerza, se dio cuenta que aun cuando se sacudiera y quisiera empujarlo, era inútil luchar y que además sus labios, ya sentían el fuego que los labios de Dave le inyectaban en cada beso, así que, como último recurso, quiso apelar a todos los criterios de la razón, buscando uno tan fuerte como para ahogar los latidos de un corazón acelerado, que claramente se había revelado contra ella; sin embargo, y aunque sabía que estaba mal, antes de que los raciocinios de su lógica le dieran los argumentos que necesitaba, su enojo se desvanecía al sentir la dulzura que parecía venir de cada parte de él, sus labios, su pecho, sus brazos, sus manos, y quiso saborear esa dulzura un rato más… su mente no se pronunciaba y en cambio su corazón gritaba como loco, totalmente fuera de control, haciéndole perder las fuerzas para despreciarlo, lo único que le quedaba era disfrutar esa sensación, y se atrevió a besarlo, dos… tres… cuatro veces… con la misma intensidad que él, como eternizando el tiempo en cada beso.

Hasta que por fin su mente le dio lo que ella esperaba, como un rayo atravesaron sus recuerdos la dulce sensación en la que estaba, eran motivos claros que avivaron en su ser la difícil situación que tendría que enfrentar si no detenía ese momento de locura, que entonces, le pareció sin sentido, un amor que no era amor sino deseo y que ante la primer adversidad iba a sacudirse y apagarse dejando todo en un simple y doloroso recuerdo, ¿cómo reaccionaría él si conociera el objetivo y los integrantes de su equipo de trabajo en la universidad? ¿Empezaría a verla como una traidora, un obstáculo para sus ganancias, e incluso el freno a su ambición por ascender al poder de la compañía, como a veces le llamaban, y por lo cual supuestamente se había casado con ella? las dudas atravesaron su alma sumergiéndola en lo que ella creía una espantosa realidad.

Creer que él la vería como una traidora o un obstáculo para sus planes, le heló la sangre, sintió que era una razón poderosa y suficiente para que él intentara lo que fuera necesario sin el menor escrúpulo, con tal de conseguir lo que ambicionaba: un hijo que la atara a él y que luego sería el chivo expiatorio de ser necesario, pues éste le daría a la cúpula de su organización la base que necesitaban para confiar en él el liderazgo de uno de los mercados clave para sus finanzas, el mercado asiático; para ellos, era requisito ineludible que los altos mandos tuvieran familia, entre más numerosa mejor, pues éste era el seguro con el que pretendían guardar los intereses en común; tenían un código de “honor”, proteger mutuamente a sus familias de las agresiones de su competencia, pero si alguno intentaba traicionar a la “compañía” sería perseguido y destruido íntegramente empezando por cada uno de sus hijos y esposa, a quienes torturaban y asesinaban frente al traidor, para luego, matarlo lentamente a punta de torturas; cuando Verónica vio y escuchó esto en la reunión de los líderes en la bodega, se dio cuenta que los hombres, a quienes les había sucedido eso, morían antes de ser torturados, quizá por el dolor y la impresión que les producía el ser testigos de las muertes más aterradoras que podían idearse los monstruos de esa organización, para sus hijos y mujeres, ellos morían de pena moral.

-No juegues con fuego, Dave. Dijo ella, con voz temblorosa, en medio de la confusión que le producía el haber recordado algo tan espantoso, mientras evitaba, suavemente, que él siguiera besándola… mirándolo como si sintiera la peor de las traiciones, se sentía usada.

Él no podía entender su mirada, ¿porque lo odiaba? ¿Qué pensamientos pudieron haber aterrado tanto su mente? ¿En qué momento se le había complicado tanto la vida como para tener que soportar los juicios injustos de la mujer de quién sólo anhelaba un poco de cariño?

-El fuego ya está en mi sangre… me quema… me deshace las venas. Dijo, con la voz entre cortada.

-Lo sé… es típico en los hombres que sólo buscan desfogar las ganas.

-¡Por Dios Verónica!

Enfatizó con sorpresa Dave, en voz baja, con su estilo siempre sobrio; su vasto conocimiento en tantas áreas le daba la seguridad que necesitaba para saber qué hacer en cada situación, pero, aunque no era un experto en mujeres, por lo menos quería evitar cometer errores con la mujer más sagaz que había conocido, tenía que pensar bien cada cosa que dijera.

-Tienes miles de mujeres a tu disposición – dijo ella-. Pero ya te aburriste, necesitas un desafío y qué mejor, que probar la adrenalina al doblegar la voluntad de una “engreída”, como yo, ¿verdad?

No te me acerques más.

-Soy tu esposo. Enfatizó él.

-Y eso que significa.

-Que no puedo pensar tan elaboradamente, solo sé que no quiero a otras mujeres, quiero a mi esposa.

Ella estaba muy confundida, no sabía si creerle era una ingenuidad de su parte o si sus juicios contra él eran crueles e injustificados, por eso suavizó la voz, aunque no podía suavizar del todo sus palabras, ella tenía que decir lo que estaba pensando, no podía evitarlo, nunca podía evitarlo hasta poder definir si su intuición había fallado o no.

-¿Dime qué pretendes Dave, seducirme, acostarte conmigo y luego decirme: ves, no eres tan digna como pretendes, al final eres igual a todas las demás?… ¿Soy la única que te ha dicho que no?

-¡¡Ojalá, pudiera pensar todo eso!! Ni siquiera lo intentaría si supiera que al final vas a ser igual a las demás.

-¿Qué esperas entonces? Si crees que no soy como todas las mujeres con las que te has acostado, entonces no deberías enojarte, ni esperar que te corresponda.

Dave tuvo miles de cosas por decir en ese momento, pero también tuvo muchas preguntas por hacer y esta fue la que más lo inquietó.

-No te equivoques, lo que me enoja son tus prejuicios… ¿Por qué piensas que corresponderme te hace menos?

-Con esas miradas y palabras seductoras podrás conseguir a cualquiera, pero yo no soy tan básica Dave, no creas que puedes acceder a mí de esa manera.

-¿Es eso?… Crees que yo pensaría que eres fácil, y eso te enoja ¿verdad?… ¡Ja! -Sonríe con decepción- Eres tan orgullosa, no te gusta ceder un poco.

-¿Ceder contigo?

-¿Qué quieres decir con eso?

-Que no sé cuál es tu verdadera intención, no sé qué es lo que quieres, o para qué me quieres ni qué vas a hacer conmigo cuando ya no te sirva.

-No voy a hacerte daño

-Hay muchas formas de dañar a una persona.

Dave suspira hondo y luego responde:

-Si estás pensando que sólo eres una conquista para mí, te equivocas.

-No es eso lo que estoy pensando y por supuesto que no soy “sólo” una conquista, ni siquiera me has conquistado.

Dave la mira con asombro y vuelve a sonreír mordiendo su labio inferior.

-Realmente eres engreída ¿Qué estás pensando, entonces? -Dijo con ternura.

Verónica se sintió incomoda, pues no iba a decirle todo lo que sospechaba de él y provocar su enojo en verdad.

-¿Sabes? no quiero seguir hablando, me voy a dormir ya –Fue lo único que se le ocurrió decir, dirigiéndose a la cama con la esperanza de dar por terminada la conversación.

-¿Estoy muy cerca de descubrir algo, que no quieres que sepa? Dijo Dave en tono desafiante, mientras ella se gira y le responde:

-En un mundo como este es casi una ley sospechar de todos, lo entiendo, pero no me gusta, no lo acepto y no quiero esto para mi vida.

Mirándola a los ojos, Dave le responde:

-Lo que yo sospecho –se acerca a su oído mientras siente su propia sangre enloquecida en sus venas, y un poco nervioso, pero a la vez con gran placer de estar tan cerca de ella, disfrutando su aroma y su tibio aliento, le susurra lentamente- es que ocultas sentimientos que no deberías ocultar.

Ella ha quedado inmóvil, sin saber que decirle, una corriente recorre todo su cuerpo, mientras él, al verla a los ojos de nuevo, tratando de descifrar su mente y más aún sus sentimientos, pierde el poder sobre si, se siente desarmado, ya no tiene preguntas ni siquiera palabras, solo un corazón sin freno que se deja envolver del encanto en la expresión de ella, que lo está mirando como una niña que realmente ha sido descubierta, con un poco de susto, nervios y timidez, parpadea y parece que quisiera salir corriendo, mientras él esboza una sonrisa de ternura y casi sin pensarlo, atrapa sus labios con los suyos, antes de que ella se aleje, y empieza a besarla suavemente, halando muy despacio su cabello para levantar su rostro e introducir mejor sus labios en los de ella.

Verónica no sabe que es más fuerte, el dolor de las dudas y la desconfianza o la dulzura de esos besos que sentía sinceros e inofensivos. Con esfuerzo tuvo que detenerse y murmurar un no, tenía la respiración agitada, lo miró fijamente para que él supiera que hablaba en serio y se retiró con suavidad para no ofenderlo.

-No lo niegues más Verónica

-No estoy negando nada. -Dice ella mientras se muerde los labios-.

-Claro que sí, ¡no seas tan orgullosa!… Y cobarde – le reprocha él-.

-¡¿Qué?!

-¿Y piensas que serías fácil por corresponderle a un hombre que es tú esposo y que todos los días arriesga su vida por ti? ¡¿Fácil?! ¿Tienes idea de cuánto me has costado Verónica? ¿De verdad piensas que no es nada arriesgar mi vida y la de mis hombres protegiendo la tuya?

-¡Ah es eso! ¡Me estás cobrando! –La expresión de Verónica era como si le hubieran quitado una venda de los ojos-.

-¡¡¡No!!! –Responde él con indignación-.

-No juegues más al héroe entonces, no quiero deberte nada.

-No estoy cobrándote, ni siquiera espero que me pagues.

-¿Qué es lo que quieres entonces?

Quería explicarle lo que estaba haciendo su corazón en ese momento: temblaba, gritaba su nombre en cada latido y quería estallar, pero pensó que era inútil, la mente de ella estaba saturada con los peores conceptos contra él, así que solo guardó silencio, la miró como si tuviera el alma atravesada, se tragó todo el dolor que eso le producía y salió de la habitación llevando consigo al rebelde y traidor que palpitaba dócilmente por ella. Bajó las escaleras y entró en la oficina, como buscando un refugio para dejar salir las lágrimas que ya no podía contener, estaba al límite, había exhibido su corazón, su alma; se sirvió un trago doble, sentía que enloquecía ya no aguantaba más y estuvo a punto de salir corriendo a decirle la verdad, no era la primera vez, pero al pensar en la libertad de ella, en su proyecto y lo que significaba, no solo para ella sino para todas las personas que se beneficiarían de él, siempre concluía que si no aprendía a soportarlo, tendría que ver cómo iba a ser despreciado por algo real: un egoísmo tan grande, que lo cegara al punto de no ver todo el trabajo que ella había hecho con sus compañeros por rehabilitar los que ella consideraba víctimas de él, de las drogas que de todos modos estaba comercializando así fuera para ganar terreno en la organización.

¿Pero qué hacer consigo mismo? Su pobre alma no encontraba alivio aunque pasaran los minutos, era desesperante, el solo respirar le costaba trabajo.

En ese momento entró una llamada cifrada al teléfono fijo, era el Gral. Valencia que se acababa de enterar por la policía de lo que había sucedido

-Buenas noches. Dijo Dave.

-¡Para nada buenas!

-¡Señor!

-Te espero en media hora, ya sabes dónde.

-Señor, ya todo está bajo control, no se preocupe.

-¡¿Cómo no voy a preocuparme después de lo que ha pasado?!

-No hubo heridos, ni bajas, y en cambio, hay algo que le va a interesar mucho.

-Muy bien, quiero detalles mañana a primera hora.

-Tendrá buenas noticias.

-Eso espero. ¿Tiene algún regalo?

-Necesito mensajeros.

-Encárguese.

-Sí, Señor.

-Y ya sabes lo que tienes que hacer con ella.

-… Sí Señor.

Dave sabía que esta vez Verónica se había expuesto demasiado y estuvo a punto, sin saberlo, de sabotear una investigación de más de dos años a cargo de la unidad de inteligencia de un comando de las fuerzas especiales, sabía que sus superiores iban a exigirle que hiciera lo que debió hacer desde el principio, sacarla del país, por su seguridad y la de su familia, esto sin contar que debía enfrentar la responsabilidad de haber expuesto la vida de un civil por evadir el protocolo; con Verónica lejos de él sus posibilidades con ella disminuían considerablemente, atormentado casi enloquecido sentía que definitivamente podía perderla, eso sí era insoportable.

Resuelto y con las ideas claras, salió de la oficina para confrontarla, subió las escaleras y se dirigió por el pasillo que daba a la habitación principal, mientras sentía su respiración agitarse, como si hablar con ella fuera más intimidante que darle la cara al propio Gral. Valencia; al llegar, respiró profundamente tratando de calmarse, recuperando así la imperturbable serenidad que lo caracterizaba, confiaba en sus sentimientos genuinos, sabía que los agudos interrogantes de ella no iban a sorprenderlo en intereses ladinos y engañosos como cualquier casanova; abrió la puerta, al ver que ella no estaba en la habitación y mientras la buscaba en silencio, o mejor, en un coloquio consigo mismo, sintió que de nada le servía estar seguro de sus sentimientos si de igual modo tenía que ocultarle la verdad y esa era precisamente la percepción que ella tenía y que la hacía suponer lo peor de él, esa era la causa de sus reproches y desconfianza.

Entró en el vestier, después en el baño y al salir hizo una pausa para recobrar el valor, su dilema era: mentir, para no interferir en el proyecto de ella y así respetar su libertad, reconociendo el valor e importancia que ella le daba a su trabajo, aun cuando tuviera que continuar deshaciéndose en esfuerzos para garantizar su seguridad; o decir la verdad, privilegiando su vida por encima de su libertad, aunque ella no lo entendiera y le reprochara su egoísmo.

Se dirigió a la terraza y ahí la vio… observaba las estrellas, recordando el momento que tuvieron en la cabaña, luego bajó la mirada hacia el horizonte, sus ojos parecían penetrar la oscuridad atravesando la distancia, como si detallara cada árbol y quisiera perder sus pensamientos en el movimiento de las hojas, lejos de casa, lejos de ella, o quizá en la brisa que golpeaba su cuerpo, cerrando los ojos al sentirla y respirando hondo como queriendo ser exorcizada y liberarse de la profunda confusión en la que la había sumergido Dave.

-Por favor, no pienses que quiero cobrarte, no soy tan vil… solo sentí que no te basta si te protejo con mi vida, un narco menos sería un gran favor para este país… quizá soy tan despreciable para ti y por eso, no te importe si muero. No valgo nada para ti ¿verdad?

Dijo Dave en tono suave como queriendo hablarle al corazón, su voz sonaba profundamente triste en medio del silencio de la noche.

Ella quiso esconder el temblor de sus manos apretándolas fuertemente contra el balaustre, su corazón dio un brinco al escuchar la voz de él que parecía resonar dulce y dolorosamente en su pecho, le conmovieron sus palabras y se giró para explicarle frente a frente que ella no menospreciaba su vida, que incluso todo lo que había hecho esa noche había sido por él, pero al voltear y mirarlo fijamente se quedó sin palabras, se dio cuenta que decirle eso sería demasiado impulsivo y recobrando el control sobre sí, le respondió:

-No quise menospreciar tu vida Dave… sé que hay un gran riesgo en lo que haces por mí y bueno, yo sé que es natural que esperes algo a cambio…

-No, por favor… no digas más eso. –Responde con una mirada profunda, cargada de nostalgia, como si estuviera despidiéndose de algo- . Si hubiera querido desfogarme contigo, como dijiste, te habría hecho mía aprovechando todos los momentos en los que hemos estado solos. Pero yo te he respetado Verónica. He mantenido la distancia, aun cuando… no es tan fácil. Solo quería darte un beso… nada más –bajó la mirada y con una sonrisa fingida, dijo- tal vez lo necesitaba.

Se dio la vuelta y entró en la habitación, y mientras ella intentaba reaccionar, él tragaba grueso dejando escapar un pequeño gemido que mostraba la tortura de tener que callar y sofocar la angustia de su ser, que se revolvía en su interior: estaba renunciando a ella, y además, no era solo un beso lo que quería, él moría por demostrarle como enloquecía su sangre al oír su voz, al sentir su respiración tan cerca y experimentar la fuerza de su mirada que penetraba cada fibra de su ser, era tan doloroso para él contener tanto sentimiento, que por momentos quería hacerla suya y ganar su amor por encima de todos los raciocinios, pero ella no era fácil de enajenar y él lo sabía, por eso pensó que si se atrevía a ir más allá podría sentir no solo el rechazo que siempre le hería, sino peor aún: la vehemencia del odio y repulsión que podía despertar en ella… era mejor controlarse, aunque le estaba costando, realmente estaba haciendo un gran esfuerzo por reprimir el fuego que ella encendió sin darse cuenta.

-Dave, creo que las cosas se están saliendo de control, y pienso que es mucho riesgo para ti y tus hombres, por eso… tal vez sea necesario terminar el contrato que firmamos. –Dijo Verónica, después de recuperar la voz, estaba preocupada y también muy triste, no quería que su inconciencia le provocara la muerte a alguien -.

-¿Quieres terminarlo?

-Si es lo mejor para todos, sí.

-Entonces ¿renunciarías a la Universidad?

-¿Por qué, renunciar?

-Porque si terminas el contrato entonces no debes salir de la hacienda, recuerda que en ese caso, ya no serías mi esposa, no podría protegerte. Aunque después de lo que hiciste, estoy pensando en no dejarte salir de la casa por un tiempo.

-¡¿Qué?!

-Esta vez te arriesgaste demasiado y hay consecuencias, lo sabes. Los hombres del “jeque” deben estar buscándote.

-¡No pensé en eso!

-¿En qué pensabas?… o ¿en quién pensabas?

-En salir de aquí a como dé lugar.

-… ¿Tan mal te sientes aquí?

Ella no supo que decir, bajó la mirada intentando encontrar una respuesta rápida, pero no pudo

-¿Qué te molesta tanto?… ¿Es por mí?… me odias ¿verdad? –Dijo Dave, con la voz muy triste, eran este tipo de cosas las que le herían profundamente.

Cuando Verónica lo escuchó, lo miró con asombro, se veía muy afectado, ella parecía descubrir que realmente era importante para él; pero era confuso, en realidad, no sabía que pensar.

Estaba tan sumida en sus pensamientos que no se dio cuenta que él esperaba atento su respuesta. Ante el silencio de Verónica, él debió suponer que era tal su desprecio hacia él, que si no hacía algo para acabar con su vida era sólo por las creencias religiosas que ella tenía.

-Muchos quieren acabar con mi vida… pero yo… te daría a ti el placer de hacerlo. –Dijo él con la mirada perdida por la amargura-.

-¡Por Dios! ¡¿Qué estás diciendo?! -Dijo ella al despertar de esa sensación lacerante en la que ambos estaban sumergidos-.

Él alza la mirada y en la profundidad de sus ojos azules, se refleja la luz de la luna en un pequeño destello que luego desaparece, sus ojos vuelven a apagarse y dice con resignación

-Te juro que… he intentado hacer todo lo que ha estado a mi alcance, para que estés cómoda. Pero es evidente que lo que quieres es huir con alguien más, o me equivoco?

-Completamente.

-Ah ¿sí?!

-Sí. No pretendo huir y menos con alguien más. Te expliqué que me gané una beca y quiero aprovecharla.

Aun así era doloroso para él. Ella no parecía sentir nostalgia por alejarse, ni siquiera de su familia, tal era su deseo de huir lejos de él que más bien parecía haber encontrado la excusa perfecta para hacerlo.

-Sí… y en estos momentos no hay nada más importante para ti que ese famoso proyecto…

-En lo personal, no gano mucho con él ¿sabes? Pero ver cómo las personas que se están beneficiando recuperan sus vidas, me alegra más que si estuviera ganando millones por enve… -Iba a decir: por envenenarlos, pero se contuvo. Ya no quería herirlo más, y dijo – por ese proyecto.

-Dilo

-Decir ¿qué?

-Lo que ibas a decir. –Sabía que era algo despectivo, no era tan fácil para él recuperarse, ser indiferente a su desprecio y disimular cuánto pesaba sobre él la frustración de todos sus anhelos con ella, algo que Verónica sí hacía muy bien.

-Creo que ya te he dicho suficiente, y lo único que he logrado con eso es herirte, no puedo pretender cambiar nada de esa manera, pero al menos puedo intentar mitigar los daños si me concentro en mi proyecto –Respondió ella en un tono impasible, como si le restara importancia a los estragos que provocaban sus palabras en él, siempre insinuando que era un criminal indigno de ella, aunque no se diera cuenta.

-Para ti soy un monstruo ¿verdad?

Ella lo mira con asombro y tristeza, en realidad, no es su intención menospreciarlo ni ofenderlo tanto, pero siempre termina haciéndolo.

-Eres un hombre que ha tomado una mala decisión, pero aun eres libre para replantear el sentido de tu vida.

Cada palabra que pronunciaba Verónica calaba hondo en su pecho, lo lastimaban, pero al mismo tiempo parecía estar dándole las claves para conquistar el brío de su corazón, Dave sentía por momentos que ella le daba esperanzas.

Él sonrió con desengaño

-No puedo estar de acuerdo contigo

-Bueno, pues, si tu ambición es tan grande como para no renunciar a tus expectativas, entonces, al menos, tendrás que ser consciente de que puede destruirte… ¿quieres eso?

-No. Pero soy consciente, créeme. Porque lo que ambiciono, me destruye una y otra vez.

-¿Y eres feliz así?

-No, Verónica, nadie podría ser feliz así. Pero hay algo peor que eso, y es sentirse completa y permanentemente destruido, como en una eterna agonía, en la que nunca mueres.

-¿De qué hablas? –Dijo ella conmovida pero al mismo tiempo queriendo desvelar algo más.

-De lo mismo que tú. De ambiciones que acaban contigo y es mejor dejar ir.

Era claro para ella que él hablaba de otra cosa, pero aún no lograba descifrar de qué.

-¿Vas a retirarte de esa organización?

-Si te dijera que sí ¿qué pensarías?

-Que eres valiente. Las cosas más imponentes que seducen a muchos, suelen ser la basura más grande que nos hayan envuelto en una bolsa de regalo y aunque sea frustrante reconocer esto, es más inteligente hacerlo a tiempo.

Dave sonríe con admiración y cariño, pero también con nostalgia, empezaba a reconsiderar la idea de renunciar a ella.

-Y si te digo, que lo que ambiciono es más grande que el poder en la organización. ¿Qué me dirías?

-Me sorprendes. En ese caso no sé qué tan altas sean tus ambiciones, pero creo que deberías preguntarte si vale la pena entregar tanto, por nada. Ese mundo es pura ilusión.

-Eso es lo que quiero averiguar-. Los ojos de Dave brillan de una forma inquietante. La mira de arriba abajo y se lanza sobre ella resuelto a no detenerse esta vez.

-¡¡Dave!! ¡¡Suéltame!! ¡¿Qué te pasa?!

Él estaba descontrolado, enceguecido, la sujetaba con fuerza pero intentaba no lastimarla al besarla. En esta ocasión, Dave no se detuvo en ningún momento, estaba decidido a meterse en el corazón de ella. Sabía que era riesgoso, que si no lograba calmarla, lograr que ella le correspondiera y se dejara llevar, iba a perderla. Ella no le iba a perdonar lo que era prácticamente una violación.

-¡Voy a gritar!

-¿Y qué vas a decir? Que andas provocando a tu esposo para luego rechazarlo, porque lo que quieres es burlarte ¿verdad?

-¡Nunca te he provocado!

-¿Nunca?- sonríe incrédulo -¿Así de borracha estas? ¿No recuerdas lo que me dijiste en el pasillo? Hazme el amor Dave. Y eso es lo que voy a hacer.

-¡¡No!! Estaba borracha, no seas así, tan…

-Tan qué

-Desgraciado y repugnante.

Ella luchó por quitárselo de encima, se sacudía con fuerza y trató de gritar, pero él solo se limitó a poner su mejilla derecha en la mejilla izquierda de ella y esperó a que ella se calmara.

-Por favor. Suéltame. Te voy a odiar si haces esto- Seguía replicando Verónica.

Pero Dave sabía que si la soltaba, ella no le iba a perdonar que se hubiera atrevido a irrespetarla así. Pensó que lo mejor era conseguir que ella le correspondiera. Tenía que borrar de la mente de Verónica toda esa sensación de abuso e impotencia.

Él se esforzó por no lastimarla, por controlar sus ansias mientras exploraba el cuerpo de ella buscando su aprobación; pero todo el tiempo la sujetó, eso la llenaba de impotencia, de dolor y frustración.

Sin embargo, la paciencia de Dave, sus besos suaves e intensos y cada caricia que tenían una mezcla de ternura ardiente y éxtasis, lograron poco a poco que ella se dejara enajenar, se fue calmando y dejó de forcejear, mientras él ganaba confianza

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