WE ARE LIVING TOGETHER INSIDE MY HEAD.

WE ARE LIVING TOGETHER INSIDE MY HEAD.

Seicer Savarich

26/11/2017

WE ARE LIVING TOGETHER INSIDE MY HEAD.

El fuerte sonido que las tijeras al caer sobre el gélido cemento me obligaron a abrir los ojos; una cegadora luz me hizo contraer las pupilas y llevar una mano para atajar ese juicio implacable… Tras esta había una silueta oscura y completamente vestida en pelos añil que con ojos que lucían vacíos me miraba, indicando con el grueso índice que tomase el arma que ante mis pies se encontraba.

No entendía qué era lo que pasaba, el mareo y vértigo se había apoderado de mí; a regañadientes tomé aquellas tijeras de punzante filo y las llevé hasta mi regazo, aún dudando el motivo de aquella inmensa silueta que poco humanoide era. Mi corazón se aceleraba puesto que aquello que vivía podía sentirlo en las entrañas, deseaba despertar de la pesadilla en la que me encontraba, pero el paso con el que el monstruo se acercaba a mí no hizo otra cosa que orillarme a correr en sentido contrario, adentrándome en la penumbra que la hilera casi interminable de los pasillos me otorgaba.

Lagrimas escapaban de mis ojos para morir en mis labios, huía con las cizallas en la diestra y con la zurda me guiaba por el gélido tacto de la pared que me servía de guía, “No, él otra vez” me dictaba en mi fuero interno en repetidas ocasiones, era él el autor de mis peores sueños y ahora estaba en el mismo plano temporal que yo… Aceleré la marcha entre la oscuridad que se antojaba eterna.

Pronto unas escaleras alumbradas con la mortecina luz de unas candelas me indicó que aquello bien podría ser la salida; no había tiempo de pensar, el verdugo y sus pesados pasos me seguían de forma impasible; comencé a bajar cada uno de los peldaños de una interminable escalera, hasta que el descanso de esta, una silueta alta y delgada se presentó en silencio frente a mí, evitando que mi huida fuese fructuosa; paré en seco por inercia y mi cuerpo cayó de espaldas; pude sentir la hemorragia surgida por el escalpe que la caída me había regalado, llevé la mano a la nuca al tiempo que reculaba sobre mis cuatro extremidades en dirección contraria.

-No hay lugar para escapar, en cada rincón de tu mente estoy yo…- imperó aquel monstruo inmenso que había arrojado las tijeras a mis pies –Yo también… Pero somos tus amigos, los únicos que tienes…-la lánguida silueta tras de mí replicó el comentario ajeno, por mi parte atiné a cerrar los ojos y esperar a que ellos desaparecieran; nada de ello pasó –Has rogado por este momento, corta tus arterias de una buena vez…- musitó el primero al tiempo que con largas zancadas se aproximaba a mí.

-Tengo mucho porque vivir…- implore a las siluetas que funestas se acercaban a mí, sabíamos que aquello era solo una falacia, cerré los ojos y suspiré con fuerza llevando las tijeras a mi codo, decidida a hacer aquello que los tres sabíamos que debía hacer, pero una cuarta voz se hizo presente en el cuarto en penumbras, una voz omnipresente que no tenía cuerpo –Te falta valor… cobarde…-; la sangre dentro de mí hirvió con aquellas palabras, porque en el fondo sabía que eran reales.

Las huesudas manos del hombre a mis espaldas tomaron mis hombros e hizo un ademán donde yo misma cortaba las arterias de mis codos, fuerza era lo único que faltaba, fuerza que yo sin deseos de seguir con aquella lucha interna acepté tomar. Un bravo y desenfrenado borbotón de líquido carmesí tornó el suelo completo de rojo y el olor metálico inundó mis sentidos; –Espero que estéis felices…-vociferé iracunda ante la acción realizada, que caprichosamente repetí en el segundo brazo y entonces el calor yermo que me acariciaba a razón de la sangre que impoluta abandonaba mi cuerpo y les miré directamente a los ojos… Estaba hecho, aquellos monstruos no volverían a molestarme, era finalmente libre…

La vista se me comenzó a nublar, la penumbra se disipaba de a poco y la luz opaca del ocaso se abría paso; el delgado y cadavérico cuerpo se acercó a mí y besó las fatales heridas, por vez primera podía ver su mirada, eran los ojos de mi hermana, la que me cuidaba cada tarde; la silueta mortesina se disipaba, dando lugar a los hermosos rasgos de ella; el ser de pelaje azul ya no estaba más, solo era un reflejo de mi propio rostro en el espejo del baño…

Ella, la esquizofrenia había por fin tomado aquello que deseaba, había obtenido a placer que yo le sirviera y ahora, con más de dos litros del líquido rojo esparcido por mis ropas y suelo el destino ya estaba dictado…

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