Se hizo corto el día, se hizo larga la noche. Estuvimos sentados a medio dar, sin palparnos ni rozarnos, sabías que estabamos haciendo lo correcto, pero joder, se volvió una contradicción. No sabía ni tu sabías, sólo sabía que nos faltaban unos cuántos meses, y ya no persistías. Las situación se escapó de nuestras manos, como un reloj de arena que corre entre el hueco, que asimilaba con mi alma, libre y profunda, tonta y desordenada. No sabía de lo que hablaba, sólo sabía que éramos jóvenes, vagos y tontos. Los 30 llegaron temprano, para mí siguieron siendo 25. Recuerdas el sonido de las olas chocando contra las piedras? Fue el mismo estruendo de tus palabras contra mi marea, siempre perturbada y atormentada, y yo, como siempre, buscando una isla a donde llegar. Se nos hizo corto el día, como el verano a la primavera, no habían hojas ni había sol, sólo un aire de apática melancolía esparcida entre tu vida y la mía, un silencio básico que no llegaba ni a ser un sonido, una división de mar entre el océano y el Pacífico. Somos dos almas perdidas. Yo por mi parte te hubiese querido toda la vida.

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