Blaze! Capítulo 11

Capítulo 11 – Especial de Halloween: Entre luces y sombras.

Hoy es la noche de los muertos y, como parte esencial de tu formación esotérica, debes aprender a controlar todo tipo de situaciones y vivencias, recuerda que la experimentación total de la vida es la que te otorgará la fortaleza necesaria para controlar tu poder mágico, Ileana –explicó Echleón a su pequeña aprendiz de siete años, cuando quedaba poco menos de media hora para la medianoche.

No me llames por mi nombre, viejo –rezongó la niña, irritada y somnolienta por el horario en el que se encontraba despierta, tomando en cuenta que su maestro acostumbra despertarla temprano en la mañana.

¿Y cómo quieres que te llame si no cuentas con otro? –preguntó el anciano de forma retórica.

No lo sé, pero algún día tendré un nombre que hará temblar a todos cuando lo escuchen, y así deberás llamarme –finalizó Ileana, con los ojos entreabiertos, mirando la antorcha que cargaba Echleón.

Bueno, dejaré eso para cuando tengas ese nombre, ahora proseguiré explicándote la práctica de esta noche –dijo el cadavérico hombre, apuntando al tronco de un árbol–. Debes entrar en esa cueva.

Pero… eso es un árbol con el tronco agujereado, no una cueva –respondió dubitativamente la muchacha, observando el grueso tallo de la planta, intentando encontrar la trampa.

Ya verás. Te pondrás en medio del forado del tronco y esperaras un minuto con los ojos cerrados, para luego salir por el otro extremo, una pequeña caminata nocturna antes de dormir –detalló Echleón, sujetando a la niña por sus hombros, dejándola en medio del pasadizo formado por la abertura en el árbol.

¿Es necesario que los cierre?, ¿seguro? –preguntó Ileana, sintiéndose desprotegida al perder de vista la luz de la antorcha, ansiosa por terminar pronto con tal despropósito–. ¡No! ¿Qué haces?

Tapo los agujeros del árbol, ¿acaso no lo ves? –respondió el viejo, mientras colgaba unas oscuras telas que traía escondidas sobre las aberturas del tronco–. Será sólo un minuto con los ojos cerrados, sobrevivirás.

¡Viejo truculento, no dijiste eso al comienzo! –chilló la niña tratando de envalentonarse, con el corazón acelerado y la piel heladamente erizada, cuando Echleón tapaba la entrada del tronco.

Si te explicara todo siempre, no usarías para nada la cabeza esa –dijo el mago mientras tenía la tela agarrada con una mano para poder mirar a la niña dentro del orificio, soltándola luego para dejarla en medio de la oscuridad–. Ahora puedes cerrar los ojos.

Ileana sujetó la tela que tapaba la salida del árbol, con tal de abrirla inmediatamente una vez pasado el minuto de total oscuridad, cerrando fuertemente sus ojos. A través de sus parpados pudo darse cuenta de que su maestro apagó la antorcha, oscureciendo aún más el lugar donde se encontraba. Contó nerviosamente los segundos de agonía, atropellándose mentalmente en la cuenta, sintiendo una opresión en su pecho que se extendió hasta su barriga, mientras que sus temblorosas piernas estaban listas para correr.

No sabía realmente cuanto tiempo había pasado, había perdido la cuenta ya, pero se le estaba haciendo eterna la espera; además, no le había preguntado a Echleón si él le diría cuando salir o ella debía calcular el tiempo.

No, no aguanto más encerrada aquí –pensó la niña, abriendo los ojos para salir del árbol, pero fue sorprendida por una luz que inundó su campo visual, haciéndola soltar la tela que cubría la salida al intentar taparse la vista–. ¿Qué es esto?

Ileana caminó tratando de hallar la salida infructuosamente, con los parpados apretados con toda su fuerza para evitar el paso de la cegadora luz, sintiendo que el reducido espacio en el que se encontraba había aumentado repentinamente. Extendió sus manos intentando tantear el lugar, pero la inseguridad de no saber que podía encontrar le hizo replegarse, cubriendo su pecho con ambos brazos. Al menos el piso parecía estable.

¡Cuando salga de aquí, te voy a matar, viejo de mierda! –gritó enfurecida y temerosa, sin saber cómo salir, escuchando el eco de sus propias palabras–. Mierda, mierda, mierda…

Ileana escuchaba sus propias y lentas pisadas, con las que tocaba y comprobaba el terreno, además de los latidos de su corazón que estaba casi reventando su pecho. Sentía como si miles de penetrantes miradas le estuvieran rondando, examinando todo su cuerpo, saboreándose por las partes más turgentes y llenas de sangre. Avanzaba paso a paso, intentando abrir los ojos, pero la extrema luminosidad del espacio no disminuía, deslumbrándola en el acto. Caminó por varios minutos, hasta que topó con algo en el suelo, deteniéndose. El obstáculo parecía haber atrapado su pie.

¿Qué… qué es esto?, ¿qué hago?, ¿me agachó para manosear lo que toqué?, ¿sigo como si nada? –se preguntó la chica, pero un escalofrío repentino le hizo respingar, escuchando unos resueltos pasos aproximándose desde la lejanía, directamente hacía ella.

Ileana corrió con todas sus fuerzas, impulsándose con su cuerpo entero, desenredando su pie y alejándose del obstáculo que la hizo detenerse. No sabía hacía dónde se dirigía, no tenía ninguna referencia visual, no sabía si estaba avanzando, sólo sentía que cada pisotón que daba se enterraba en la tierra, retrasándola, empantanando su corrida, como si se hundiese en lodo. Los pasos ajenos sonaban cada vez más cercanos, inclusive podía sentir una exhalación húmeda y cálida descendiendo sobre su nuca. En cualquier momento, desde cualquier dirección, algo la agarraría, la atacaría…

¡Noooooo! –gritó despavoridamente, tropezándose y cayendo de bruces al piso, cortándose el labio inferior con el impacto.

La muchacha sintió un fuerte y chirriante pitido en sus oídos, producto del azote recibido. Con su cabeza apoyada de lado sobre la tierra, distinguió un cambio de luminosidad, una pequeña mancha oscura entre tanto resplandor. Intentó incorporarse, pero sus piernas quedaron paralizadas por la caída, así que gateó hacía la oscuridad usando los brazos solamente, para refugiarse en ella y escapar de los pasos que la acechaban. La mancha resultó ser una especie de túnel en una pared, sitio donde Ileana se introdujo completamente, acurrucándose para no dejar ningún miembro fuera de la guarida, temiendo ser aprehendida por la entidad que la había estado siguiendo.

Cálmate, cállate –pensaba la aprendiz, tapándose la boca y nariz, respirando sonoramente por entre sus humedecidos dedos.

Ya no escuchaba ningún ruido, excepto los que producía su propio cuerpo, los pasos cesaron en el momento que se introdujo en el improvisado refugio. Súbitamente, sintió como unas huesudas manos la jalaron desde el antebrazo derecho y de su pantorrilla izquierda, presionándola contra la tierra, hundiéndole las extremidades. Ileana gritaba horrorizada, luchando por mantenerse en el túnel, agarrándose de las paredes, percibiendo como rápidas y diminutas patas comenzaban a caminar sobre sus manos. El túnel comenzó a encogerse, limitando sus movimientos y disminuyendo el aire disponible, siendo aprisionada por un par de manos más que intentaban enterrarla en el reblandecido piso.

Ileana luchaba y luchaba, pero sus fuerzas iban menguando, del mismo modo su consciencia se iba apagando, cediendo en su batalla, dejando atrás el ruido, el miedo y la desesperación, entregándose a lo desconocido, cayendo al suelo a través de la tela que tapaba la salida del árbol.

Lo lograste –dijo escuetamente Echleón, ayudando a la exhausta niña a reaccionar e incorporarse.

¿Qué… qué sucedió?, ¿cómo salí? –preguntó Ileana, estupefacta y temblorosa, con los brazos cruzados sobre el pecho, tomándose los hombros con las manos, recuperando de a poco el aliento.

Hiciste lo que debías. Enfrentaste tu miedo inicial y luchaste por sobrevivir con todas tus fuerzas, esa era la única forma de salir. No sé qué fue lo que viste allá dentro, es una experiencia personal y única, pero sé que encaraste tus limitantes. Quizás no venciste esta ocasión, pero ya sabes que hacer en una situación parecida –explicó el viejo, despegando las telas del árbol.

La niña estaba toda mojada por su sudor y su orina, con la piel manchada con tierra y hojas, y su cabello quedó completamente desgreñado. Se sentó en cuclillas, metiendo la cabeza entre las piernas, respirando profundamente por la boca, esperando dejar de temblar.

Viejo, nunca más vuelvas a hacerme esto –dijo la traumatizada muchacha a Echleón, con las tripas revueltas y la cabeza desorientada.

Cuando Ileana se sintió lo suficientemente fuerte para caminar, la pareja emprendió lentamente el camino de regreso a su polvorienta casa, ya habían pasado algunos minutos después de la medianoche. La asustada niña ya no estaba somnolienta, la modorra se había espantado con tal experiencia y difícilmente podría conciliar el sueño esa noche, pero algo había cambiado con respecto a otras jornadas nocturnas… ya no le molestaban las sombras, no le temía a la oscuridad. Ahora sabía que hasta la luz más resplandeciente podía ocultar temibles horrores y que el miedo no dependía de un color u otro, de la presencia o ausencia de luz, sino que era producido por lo desconocido, y ella tenía mucho por conocer de ahora en adelante.

Ileana se quedó sentada sobre su cama, sucia y mojada, con las piernas flectadas bajo sus sábanas, rodeando sus extremidades inferiores con ambos brazos, apoyando su raspada barbilla sobre sus rodillas, aguardando el amanecer con el ceño fruncido y su mirada fija en la ventana de su habitación. Mañana sería un nuevo día…

Imágenes del pasado inundando momentáneamente la mente de Blaze, preparándose para lo que le depare el futuro… Esto y mucho más en el próximo capítulo de BLAZE!

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