Letargo de un siglo

Letargo de un siglo

Pau González

29/10/2017

Pienso lento, escribo lento, siento lento, olvido lento,

no cuento los días como cronología, sino como premoniciones,

dibujo un mapa ausente de un tiempo que no me pertenece,

me atasco en la memoria de un recuerdo inolvidable que no es más que aire.


Los olvidados tenemos el don de replantear nuestros afectos,

de encarecer la auto aceptación de una realidad más que real,

de entender lo que no tiene explicación en los filos del alma

y seguir colindando la vía de los viejos pasares.


No podría creer que dentro de mi fría prensa seguiría el aprecio,

tratando de esquivar por montones los acertijos que me ha dado la vida

y con fuerza, que no intuyo de donde contengo, vierto mi lazo en palabras,

palabras que liberan por días, la errante nostalgia que guardo dentro.


Me aterra, admito, pensar en que no olvido lo olvidable,

no de la forma tajante en que ya no recuerdo ni una sombra,

sino desde adentro, de lo hermoso del sentir siendo racional,

sabiendo que en el fondo no me exaspero ante la ausencia, sólo recuerdo.


Dentro de toda discordia se encuentra un final rotundo o alterable,

todavía no llego a ese punto que no atisbo venir luego a mi alcance,

mis rutas se han diversificado tanto y de tal manera,

que me he aprendido a conocer como nunca antes.


Las letras navegan por mis ojos y las escondo en mis manos,

devengo en la timidez de ser presencia pero no claridad absoluta,

escondiendo un poco el hecho de no olvidar del todo,

el mundo no tiene que oír cuentos ya repetidos.


En estos días invernales he creído en la rutina de hacer propio el sentir,

no entablando una lucha por lo que ya terminó con una bandera impuesta,

de la cual no tengo condiciones necesarias para enterrar o socavar su interior

y desde mi andén que recorre cuerpos y detalles, respiro tres veces y sigo.


Caminar, moverse, tocarse por las noches, rutina de siglos,

besar el aire que congela y coge tu espalda de un tirón,

flagelar papeles escritos en agonías pasadas,

psicología para seguir adelante y no retroceder; páginas invisibles de DIY.


Calma entre las olas, tardíos momentos de lucidez y embriaguez,

una copa al día es más que suficiente para la anestesia local,

me encuentro cuerdamente lunática, ascendiendo en el cáncer que llevo

y de astro-pensamientos puedo aferrarme tanto como cuelgo del velo.


Insisto en sentirme impresionada ante tanta fuerza que expelo;

cuando quise gritar a cielo abierto me contuve como siempre lo hago,

mi mirada se perdió entre lo que amé y hoy vive dentro del espejo,

mis aullidos desesperados se quedaron dentro de este cuarto pequeño.


Siento frío en las manos pero calor en el resto de mi cuerpo,

algo así me ocurre cada vez que pienso y recuerdo lo olvidable,

una dicotomía perfecta de alguien que ha podido sobrellevar el uni-duelo,

yo, una imperfecta representación de muchas quebrantadas almas.


¿A quién no le ocurre que cuando escribe en un principio es todo oscuro,

pero llegando al final todo se vuelve una luminosa sentencia?

desde la primera P hasta la última I soy la misma que siempre he sido,

recordando en rincones todo lo que amé hasta la luz del temido y profuso inti.

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