La Cacería

El viejo chamán corría desnudo por el bosque, con los pies ensangrentados y la espalda lacerada. Dos hombres blancos le daban caza con perros. Eran padre e hijo.

Con sus lanzas de cacería en mano, lo perseguían sin tregua por el entramado bosque.

El chamán corría sin voltear, cuando de pronto un enorme alano español se interpuso en su camino, Viró a la izquierda pero ya había otro perro en esa dirección, y a su derecha la situación no era diferente. Justo después apareció el joven cazador a sus espaldas: alto y gallardo, con su lanza en ristre corrió hacía el pecho del indígena. Este último al verse rodeado y sin escapatoria, se revolvió contra a su atacante como una bestia acorralada, tomando entre sus manos la punta de la lanza, justo cuando esta casi entraba en su pecho desnudo.

El joven se sorprendió al ver la fuerza con que el viejo se enfrentaba a su inevitable destino. Sin embargo la fuerza del joven era muy superior a la de aquel desgarbado anciano y poco a poco su lanza se fue abriendo paso entre las carnes del chamán.

Cuando el viejo chamán se vio perdido, pronunció unas palabras en su lengua, para arrojar su último hechizo. El joven no entendió sus palabras. No obstante palideció al escucharlas, y sintió como sus piernas flaqueaban.

Todo sucedió en solo poco segundos, luego llego el padre del joven que quedo estupefacto ante lo que vio: Su hijo estaba de rodillas frente al indígena con su propia lanza atravesándole el pecho. Loco de ira y dolor se lanzó contra el viejo ensartándolo con su lanza por el estomago y levantándolo en el aire. Luego lo arrojó al suelo con despreció, para volverse a su hijo moribundo. Sin embargo su horror fue más horrible que nunca. al ver que el que estaba de rodillas con su pecho atravesado por la lanza, no era su hijo, sino el viejo chamán que reía estrepitosamente mientras manaba sangre de su boca.

El hombre se giró lentamente hacía donde se suponía había lanzado el cuerpo de el indígena, y explotó en llanto al ver que era el cuerpo de su hijo.