Había despertado aterrorizada por una nueva pesadilla. Esta vez no se trataba de que estuvieran a punto de matarla, o que una parte de su cuerpo por un complicado proceso de transmutación que se continuaba de un sueño a otro, estuviera a punto de ser cambiado por una parte mecánica.

En realidad, aparentemente no tenía nada de horroroso. En el sueño se veía a sí misma sentada frente a un escritorio, en una habitación en penumbras, dedicada al oficio de escribir.

La pesadilla empieza en el momento, en que no lograba saber si es la que escribe o un personaje imaginado por la que escribe.

El terror momentáneo lejos de diluirse en el olvido que propicia el día, se fue extendiendo a los días siguientes cuando barruntó que la sensación de bienestar que le producía escribir no era en modo alguno definitivo, pues empezaba a concebir la idea de que junto a la habilidad paulatina para percibir asuntos narrables, había ido ingresando en un mundo sin regreso, un abandono definitivo a la no-realidad y de allí a la locura a un solo paso.

Algo así como tragarse un anzuelo por perseguir un delicioso bocado para sentir después que se es arrastrado por una fuerza poderosa y determinante, sentirse descuajado por dentro a la vez que se es desterrado de la propia vida.

Y tuvo miedo. De alguna manera había llegado a obsesionarse con la materia narrable que cada instante traía. Amaba escribir tanto como los placeres asociados ala vida: respirar, comer,amar. Se sentía responsable de dar cuenta de las historiasque la asaltaban sin remedio de a una o a montones. Además no sabía hacer nada más.

Le intrigaba por ejemplo, todas las historias que confluyen en una esquina mientras se espera el cambio del semáforo.Se preguntaba por la joven que hacía algo más de una hora la había atendido en una papelería y que ahora esperaba en su moto con los pies bien afincados en la tierra mientras miraba fijamente al frente. El gran moretón en su rostro le dolería más con el calor y la presión del casco. Repasaría el plan con que iba a vengarse del padre de su hijo que se negaba a darle la cuota alimentaria y de su nueva novia con quien planeaba casarse. ¿Logrará usar el arma que esconde en su cosmetiquera o antes tendrá un fatal accidente porque estaba demalas, porque iba abstraída o porque su línea del tiempo así lo decía? Y el hombre que desde allí veía trepado bajo el sol ardiente en la cúpula a medio destejar de una monumental iglesia, sostenido apenas por un cable ¿qué historia tendrá para contar? Ciertamente le interesaba la poética del instante. Pero presentía que el juego con las palabras tenía tanto de dicha como de riesgo. Tal vez por aquello de que la palabra crea.

Por eso cuando recibió la llamada de su hermano soslayo una brutal coincidencia entre sus pesadillas y los acontecimientos que empezaban a desarrollarse aunque a estas alturas ya nada podía asombrarla.

Le hablaba desde Bogotá, le preguntaba por su otra hermana, que se había ido hacía ocho mese a vivir a esa misma ciudad y de la que sabían poco.

-sabés dónde es que está María- Le pregunta como si nada, con su parsimonia habitual

La deja que le cuente lo que los dos saben, que ya no está en casa de su amiga Lili, que está desde hace como dos o tres meses en casa se otra que ninguno de los dos conocen, porqueestando en Bogotá no ha querido irse a vivir con ellos.

– Es que Me hicieron una llamada diciendo que está mal. Mal de la cabeza, parece. Averiguame dónde es que está para ir a recogerla-

Le cayo como un mal presagio eso y lo que decían con frecuencia entre ellos:

– El nuestro no en un apellido sino un Karma -comentaban con frecuencia- Y tenemos el gen de la desgracia por lado y lado- habían concluido-

Lo demás es parte de otra historia. El caso es que ahora ella viajaba en un avión rumbo a Bogotá porque para no hospitalizarla, la habían dejado en casa de su hermano pero con compañía permanente. Le había diagnosticado crisis maniaco depresiva, que terminó siendo un estado de paranoia psicótica. Sentía y creía que estaban a punto de matarla, toda una pesadilla.

Había empacado dos o tres mudas de ropa, unas botas, sus tenis y algún otro trebejo, lo que puedes atinar a empacar en media hora, pero ningún libro ni su libreta de escribir. Había llegado a la irrevocable conclusión de que la vida podía ser más interesante que la literatura,por lo que iba a vivir esos días sin escapatoria. Nada de evadirse en la lectura ni a escurrirse tras los mamarrachos con que a diario atiborraba sus libretas.

Ella no sabe con qué se va a encontrar aunque La locura ha sido el pan de cada día para todos ellos. El abuelo, el padre, los tíos, los primos todos maniaco-depresivos. Y si embargo era un asunto tabú, del que no podía hablarse. Pero ya estaba servido, no se puede ignorar por siempre la propia historia.

Todos sabían que algún día iba a suceder , lo que no sabía era quien sería el primero. Era una probabilidad que los había perturbado siempre.

Y ahí iba viajando con los ojos cerrados en profunda meditación pensando en por qué justamente su hermana mayor, de alguna manera la había tomado por sorpresa. Ahora la recuerda. Demasiado susceptible, inconforme y con una imaginación desbordada que la hacía sumamente impresionable, eso de cuando era adolescente, porque De cuando era niña sólo tiene un recuerdo de ella cuando llegó a vacaciones porque estudiaba lejos y llevaba consigo un gran libro de poemas y de cuentos que había hecho a mano. Recuerda su letra diminuta inclinada a la izquierda, sin un error, bellamente ilustrado, empastado con papel de regalo de colores y atadas las hojas con un moño rojo.Su otra hermana le dijo un día respecto al libro.

-María no sabe equivocarse. Lo decía porque la había visto llorar de desespero ante algún error que había cometido. Ella no lo recuerda.sólo recuerda la gran admiración que le despertaba una obra así de descomunal, con los textos más bellos que pudiera imaginarse y decidió que aprendería a leer para leerlo y a escribir para hacer uno igual

En su casa los hermanos mayores habían llevado el gran peso emocional y económico de la familia pues a falta de padre ellos habían trabajado a la vez que estudiaban. Ella en cambio había ido cómodamente en carrito. Su hermano mayor le había dicho una vez con amargura:

-Usted no aporta nada, Se lo había dicho hacía muchos años y claro que era verdad.

Por eso ahora se había gastado su sueldo entero en aquellos pasajes, se había desprendido por 15 días de sus hijos, en los que se había guarecido para seguir fiel a su propósito de no hacer nada, de no aportar nada, de no servir para nada. Así que ya en el avión cerró los ojos apenas se ajustó el cinturón y oró.

  • Dios, tu sabes que no sirvo para nada, que cuando he tratado de hacer el bien he hecho mal. Que en vez de manos tengo guadañas y que mis palabras son como brazas ardientes que dañan al que tocan, entonces haz que se caiga este avión. Porque no sé cómo le voy a hacer.”

Lo dijo con toda calma y total convicción.

De tal manera que cuando el avión empezó a moverse por la repentina turbulencia, siguió con los ojos cerrados,recordando uno a uno los instantes compartidos con su hermana y su enorme generosidad para con ella. Le había ayudado con las tareas, le había enseñado inglés para que no perdiera el año, le había comprado el uniforme para su primera competencia, le había solucionado todos los problemas. Y ella nada, no recordaba sino embarradas. Coqueteaba con sus novios, la dejaba plantada cuando había querido compartirle algo, llenar su soledad, expresar sus emociones, le hartaba. Y se sintió muy culpable de lo que le pasaba.

Pensaba en los pequeños actos las pequeñas decisiones que la habían convertido en eso que ahora era. No era maldad pura, sino falta de virtud, de delicadeza.

El avión no cesaba de moverse. El capitán dio la orden de cinturones amarrados incluso a la tripulación y poco a poco la agitación fue total, impasible oía los gritos de los pasajeros cada vez que el avión subía, bajaba se ladeaba, o se agitaba, como un ave herida en pleno vuelo.

Cuando por fin abrió los ojos fuepara ver como la azafata que se había amarrado a su silla de viaje se bamboleaba como un maniquí atado a un carrito de feria y sumaba al traqueteo general del avión, los golpes de sus piernas desmadejadas contra los lados de la puerta que conducía a primera clase.

Vio los ojos desorbitados de una mujer mayor que antes de despegar le había pedido que le amarrara el cinturón y que aferrada a libro de oraciones le había confesado que le tenía terror a los viajes en avión.

Ella le había dicho con su avezada experiencia de viajera:

-Tranquila que no va a pasar nada.

La mujer estaba fuera de sí. Viajaba en la silla exterior del pasillo de enfrente y cuando empezó a babear entre su mandíbula bloqueada mientras el avión se inclinaba sobre su ala derecha ella lo único que alcanzó a pensar era que la saliva que le salía de la boca a borbotones iba a caerle a ella en el rostro. La mujer la miraba suplicante como diciéndole que cumpliera lo que había prometido.

Pero ella no iba a dar su brazo a torcer. Seguía esperando que el avión cayera definitivamente para no tener que ir a fingir que era amable, que tenía algo para dar porque se había acostumbrado a amar sin amor y le quedaba muy difícil ser de otra manera.

Unas sillas más adelante, en el mismo lado en que estaba la señora, había un hombre joven y corpulento que gritaba con una voz tan potente que se lograba oír a pesar del estruendo general. Parecía un gladiador enfrentando las turbas furibundas en las tribunas del coliseo romano, aunque los pasajeros en total no llegaban a diez y decía:

– Griten, griten condenados!!!

Finalmente ganó la señora. La turbulencia fue amainando. La voz del capitán se dejó oír calmosa diciendo que pedía disculpas por las molestias ocasionadas, que la dificultad se había debido a una embestida repentina de una columna de aire caliente pero que ya había sido superada, que pronto iniciarían el descenso ya sin peligro, pero que como había ocurrido un bloqueo con los sistemas automáticos tocaba descender del avión por las puertas de emergencia, por lo que pedía encarecidamente mantener la calma mientras el personal de viaje deba las instrucciones. Finalmente agregó que el refrigerio no había podido repartirse por la misma situación y que en verdad lo lamentaba. Los aeromozos empezaron a caminar entre las cajitas de jugos de supuestas frutas naturales que al igual que el contenido de las jarras había salido disparadas de sus contenedores.

La auxiliar que había visto bambolearse lloraba mientras recomponía su peinado. El otro era un joven que había salido mejor librado y se le acercó a ella a recordarle que como estaba justo en la puerta de emergencia, era la más indicada para ayudarle a iniciar la evacuación del avión que pronto aterrizaría en la pista del puente aéreo. Abajo los estaba esperando el personal dé rescate. Ella no sabía cuantas veces había visto las cartillas que les hacen leer a los que viajan enla puerta de emergencia, pues en los múltiples viajes con su marido, les tocaba por lo general allí, debido a que la gran estatura de él no le permitía viajar cómodamente en la estrechez de las sillas ordinarias. Se sabía de memoria el cuadernillo. Así que tomó la manija para accionar la apertura de manera manual y con la ayuda del aéreo mozo haló la puerta hasta que se abrió totalmente. Desde allí la altura del avión era imponente. Abajo las ambulancias hacían todo el estruendo posible. Poco a poco el aerodeslizador se extendió desde debajo del ala del avión. La primera en ser evacuada debía ser la señora quien aún no se recuperaba de la crisis nerviosa. Entre los dos la tomaron de los brazos y la ayudaron a ir hasta la puerta recién abierta. Cómo el estado de rigidez era total fue necesario que ella se sentara detrás de la señora para sostenerla en el descenso. Se imaginó que estaba en una atracción mecánica y mientras se deslizaba con la señora entre las piernas, recostada contra ella, le tomo la mano y se la movió de derecha a izquierda para que saludara.

A la señora se la recibieron de los brazos los paramédicos vestidos de naranjado, La señora estaba en grado sumo agradecida. Quería abrazarla fuerte pero ella no estaba para eso, no le gustaban los abrazos desesperados. Ni ningún otro tipo de contacto físico. Ya dijimos que era muy osca.

Su hermano yla esperaban en extremo consternados por lo que acababa de suceder. Ella que era de la convicción de que “si puedo escribir para qué hablo” les contó lo sucedido pero perdiendo muchos detalles pues ya también dijimos que había llegado a la inequívoca conclusión de que la vida puede ser más interesante que la literatura por lo que había decidido que no escribiría más o por lo menos por ahora. Le parecía entrañable la relación entre lo que sucede y entre lo que se escribe, estaba convencida que no era más que un personaje de copiar y pegar que podía ser adicionada o quitada a un clic de cualquier entorno complejo o simple pero de una manera aleatoria.

Creía que Dios, que era palabra, amaba las historias y que le gustaba intervenir la vida de la gente sólo por diversión, realmente se sentía parte de un juego intrincado de causas y efectos que sólo Él entendía. Por eso ya no le preocupaba nada, ni el éxito ni el fracaso, ni la vida ni la muerte.

Entonces estaba llegando allí como cualquier Jonás arrojado en Nínive por una enorme ballena. No valía ninguna oposición. Lo haría.

Y así empezó el día siguiente, lunes festivo, con una inusitada energía. Sacó a la enferma de la cama desde temprano.

-Vamos a caminar a la ciclovía –le dijo-

Lo primero que haría sería ponerla en movimiento, pues la veía muy rígida. Aunque no le gustaban los abrazos le paso el brazo por los hombros y se puso a conversarle de cualquier cosa. La caminada fue rica. Terminaron saliendo con su hermano, su cuñada y su sobrina.

La otra cosa que haría sería cocinar, esto no le apetecía, pero a María sí, así que dijo que ellas harían el almuerzo y se metieron a la cocina. María vuelve a ser ella misma en la medida en que vuelva a tomarse confianza en las actividades cotidianas.

Le dijo además que escribiera, que todo lo que le atormentaba podía convertirse en un ejercicio literario.

-“Lo que no expresas creativamente se te toma la vida y te destroza. Por eso, escriba, escriba. ” era todo lo que podía decirle.

– “Esa pavorosa creatividad de cada uno de nosotros , los seis hermanos, que linda con la locura, sólo puede conjurarse por el ejercicio literario. Escriba le dijo. Poesía si eso le gusta, pero escriba”.

Era la rutina, la exigencia vuelta hábito lo que podía curarla,

A ambas, porque ella que era tan dispersa iba ganando terreno en loproductiva de la vida. “Nadie que no sepa cocinar ni administrar una casa puede llamarse escritor” –pensaba-. El rigor es parte de la trama.

-Así que eso es la locura- pensaba mientras la veía vencida ante cualquier iniciativa, gimoteando como una niña de 4 años, porque la hacen bañar o tender la cama, llamando la atención con pataletas inútiles. “Nadie te va a salvar, sólo tú te salvas”. Pensaba mientras se negaba a transigir a sus demandas”

Era el más terrorífico de los espejismos. De niña se había negado a reconocerla en su padre. Él luego de una vida entera de continuas hospitalizaciones había terminado su vida, aislado del mundo, lejos de todos.

Cuando por fin murió y ella pudo tocarle la mano gélida y tiesa –la más desagradable de las sensaciones-, le suplicó que ya que no les había cuidado, se llevara con él la locura, lejos con él a la tumba.

Y por algún tiempo creyó que había sido así. Pero no, la locura era el hilo conductor de su historia, y había que contarla.

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