Tenía nueve años, casualmente nueve es mi número preferido.
Viajaba en colectivo, no era un día usual.
Estaba a punto de encontrar y despedirme infantilmente de alguien,
ese alguien singular, que encontraría años más tarde por un azar exótico, por una clase de predestinación.
El colectivero frenó a su luz roja y se quedó conversando con otro compañero de su línea. Me quedé mirando a la nada por la ventana y logré ver todo.
En esa esquina se hallaba un negocio, un kiosco, frente a este, se encontraba sentado en un cantero un chico de al menos dos años más que yo, hermoso, de cabello por los hombros, despojado, y con la misma expresión de mirar hacia la nada.
No estaba en su aspecto lo que me hizo sentir el flechazo. Ya que lo que me llamó irresistiblemente la atención era invisible a los ojos. Empecé a señalarlo, mi mirada se intensificaba en esa pequeña fracción de segundos. Balbuceé y le dije a mi madre, la acompañante, que era ‘’El amor de mi vida’’ y que tenía que bajarme del colectivo para conocerlo. Ella se negó y solo dijo ‘’Si tiene que ser algún día será, no precipites nada, todo se da en forma natural’’.El vehículo avanzó estrepitoso, una lágrima de ingenuidad cayó por mi mejilla derecha.
Mientras visualizo esa imagen del niño, lo veo nítidamente a mi ex.
Lo conocí por segunda vez a mis doce años. Plena febril adolescencia.
Sentí el mismo flechazo, el mismo magnetismo, pero no lo relacioné automáticamente con aquel cruce.
¿Cómo definirlo a Alejandro?
En su momento describirlo a él era describirme a mí.
A él le faltaba todo lo que me aburría del mundo,
& Lo llenaba todo lo que me identificaba;
Originalidad, aislamiento, grunge, rock, música clásica, ciencia, divagues, psicología, humor negro, morbo, amor felino, selectivismo, teatralidad, profundidad, destrucción, excentricidades, etc.
Yo en el mundo no era nadie, hasta que llego él y me dio un mundo.
Y en mi rio de misterio solo nadaron sus peces durante años…
Porque fluíamos simbiótica e idílicamente.
No, no fue a la última persona que amé, pero si a la última que le regalé mi ternura.
(Hay sentires que no pueden ser clonados. Que se agotan como el agua, como un recurso no renovable.)
Al tiempo él me contó que ese mismo kiosco, el de aquel recuerdo como trofeo de mi niñez, era el local de sus padres. En cuestión de nanosegundos pude ver al hombre que tenía acostado entre mis piernas, como el niño sentado en el cantero. Era él.
Pero gracias al orgullo súper nefasto e inherente a mí, Y a la expectativa de que no le daría importancia a temas espirituales (él siempre fue muy escéptico)
No se lo dije.
Un día casi se lo comunico, Estábamos tirados en la cama abrazados en silencio y lagrimeamos. No el clásico llanto de una ruptura, no era un llanto por una desgracia o una tensión. Esas gotas saladas se dieron entre sonrisas reciprocas, y con la corta e innecesaria explicación de que era el llanto más exquisito, de felicidad. Alegría genuina, el contento de tenernos el uno al otro. Mis labios arrimaban a contar mi verdad pero no pude. Habré atinado a decirle que él era un regalo, un regalo que nunca pude apreciar como quise, porque la eternidad parecía escasa de tiempo.
Siempre me dejaba insatisfecha el saber que solo seríamos una etapa, una larga lista de experiencias, un gran álbum. Seguido a ser desconocidos que se conocen perfectamente bien, para luego pasar a ser un recuerdo tabú.
Detestaba ese ciclo de degradación. Todo/Nada.

Ahora…Tiemblo.
Tiemblo porque esta experiencia me da una creencia sobre el Destino y eso me modifica por dentro.
Tiemblo porque la relación fue igual al Hilo Rojo.
Tiemblo porque lo presiento pasado el tiempo.
Tiemblo porque;
Sé lo que está pensando, bebiendo, escuchando, soñando, aunque solo sea otro del olvido.
Tiemblo porque él tomaría esta Realidad como Ficción.
Tiemblo porque, quizá pase toda la vida buscando justo lo que él tenía.
Tiemblo porque sé que todo su inconsciente me ama;
Sino él no aceptaría estar con mi prima.
Prima la cual tuvo que planear estar con él a costa de engaños,
a costa de ocultarle su verdadera identidad.
Conspirando para suplantarme durante años.
A costa de copiarme hasta volverse imagen mía,
A costa de intentar matarme,
para que solo así ella resaltara frente a los ojos de Alejandro…
Esa es la única forma de conquistarlo, fingiendo ser yo.
Y su plan de suplantación no podría consumarse si sigo viva.
Tiemblo porque veo al titiritero, siendo títere de su propio juego.

Ella…Utilizando magia negra y emulando.
Ella…Armando situaciones y diciéndole casualidades.
Ella…Fingiendo ser yo.
Ella…Comiendo mis migajas.
Ella…Envidiándome hasta la muerte.
Y ella…Envidiando.
Odiando.
Yo…Sin modificar los acontecimientos naturales.
Yo…Siempre rigiéndome del exótico azar.
Yo…Llena de verdades, señales y originalidades.
Yo…Dejando al misticismo fluir.
Y yo…Dejando.
Alejando.


JULIETA IALLORENZI
PATENTADO EN SADAIC
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