borrador «El Caos.»

borrador «El Caos.»

Addis Désirée.

03/07/2020

Estimado lector; antes de iniciar el relato quiero tomarme un momento para agradecer la puesta de tus pupilas hacía mis líneas.

Es importante para mi, hacer de tu conocimiento que el relato se encontrará en constantes cambios, además de que todo lo redactado, es meramente ficción. Si tienes algún comentario, por favor déjamelo saber. 

Nuevamente: Gracias por leerme.

Capítulo 1. 

«Confusión programada».

– Bienvenido a mi mundo, debes estar exhausto por tan extenso viaje… Ven, te invito a que tomes un largo baño, prometo que poco a poco toda irá tomando forma. – me susurró aquella extraña mujer.

Aún no lograba comprender que hacía en ese lugar o cómo había llegado, sin embargo, esas eran las más pequeñas de mis dudas, el lugar era tan surrealista que a cada segundo no podía evitar preguntarme si me encontraba soñando o si quizá… ya estaba muerto.

No existían muros, solo pilares acompañados por largas y blancas telas, daba la sensación de estar dentro de un laberinto que no tenía principio ni final, el sonido de la naturaleza se fundía con la tranquilidad que se lograba respirar, era demasiado llamativo el hecho que, sin importar el paso de las horas, el día siempre lucía color sepia.

Al vestirme en aquella expuesta «habitación» me sentí observado, revisé con la mirada todo el lugar, pero en apariencia me encontraba solo, sin embargo, podía sentir una débil exhalación en mi nuca, me quedé quieto unos segundos, pero aquella esencia se marchó, continué vistiéndome hasta notar que no me había dejado nada para cubrir mis pies, (debo reconocer que me resulta muy cómodo estas sencillas y frescas telas con las que me ha vestido.)

Aún confundido, me senté sobre el futón blanco, esperando a que algo sucediera, intentaba mantener la atención a los detalles, pero todo alrededor llamaba mi atención, hasta que, una ligera risa a lo lejos concentro todos mis sentidos, no estaba seguro de aventurarme…

Pero el aroma, la suave brisa, y ese pequeño cosquilleo por ver nuevamente a aquella extraña mujer, mataron todo sentido común. Caminé guiándome por los sentidos, con cada paso que daba, la piel se erizaba un poco más, y aquella sensación de ser observado, regreso…

Cómo escena griega se encontraba vestido el corazón de aquel lugar, cubierto bajo el cielo sepia que ayudaba a guardar cierta nostalgia, una inmensa mesa estaba servida, en el centro de ella, un frutero negro en forma de media luna con las puntas bien afiladas, lleno de rojas y grandes manzanas, dos copas de tinto vacías, una botella de vino llena, un frasco de aceite, una pequeña cesta con navajas, y un plato con carne fresca

Con pasos torpes me fui acercando, el momento no dejaba espacio para pensar en nada más, las sensaciones que la piel percibía resultan casi imposible de explicar, estoy lleno de euforia y furor, no encuentro razonamiento ante esta situación…

– ¿Te gusta lo que vez? – Pregunto aquella criatura de piel pálida, poseía unas enormes astas color negro, sus senos cuelgan desnudos, adornados por pequeñas marcas que parecen diminutos círculos, lleva anudada una falda negra de tela semi transparente, era hipnótico el paisaje completo.

Aletargadamente pregunté: ¿Quién eres?

– ¿Acaso eso importa, ¿Cuándo te ha dicho algo interesante un nombre? solo son palabras… ¿Te gusta lo que ves? – Volvió a preguntarme, sus intensos ojos negros me penetraban, me perdía entre las emociones que me provocaba, parecía devorarme con la pupila, pero el resto de su figura se mantenía inmutable, al igual que su rostro, su silencio tajante después de la pregunta me obligo a responder. – Si. – seguido de un profundo suspiro como muestra de alivio. 

¿Qué es lo que te gusta? – Volvió a preguntar mientras caminaba lentamente hasta mí.

Repentinamente la excitación se evaporó, dejando una sensación de vacío en la garganta, no sabía que responder, o que quería escuchar, balbucee un poco, tratando de encontrar la respuesta con la mirada. – Todo me parece muy agradable. – Fue lo único que pudo salir de mis labios.

Ella pego su rostro al mío, tuvo cuidado de no arañarlo, aspiró profundo y susurrando me dijo: Es delicioso tu aroma y la suavidad de tu piel… Eso, entre otras cosas, es lo que a mí me gusta.

Pasó sus largos y fríos dedos sobre mis labios mientras lo observaba detalladamente, – El universo vive en tus pupilas. – susurró aquella extraña mujer. Traté de mantenerme lo más quieto posible, pero es difícil no temblar al sentir su respiración tan cerca. -Hay labios que pueden matar con su suavidad, e inmortalizar con el jugo de los deseos. – Me dijo

– Ven, acompáñame, te he preparado un banquete solo para ti. – Me tomó de la mano y me llevó hasta un gran cojín rojo, con la mirada me indicó que me sentara, y después sonrió. Caminó sensualmente hasta una silla colocada en un sitio en el que podía observar todo…

No entiendo muy bien que fue lo que ocurrió, un fuerte viento movió bruscamente las cortinas y, de entre los pilares, comenzaron a salir bellas jóvenes, todas iguales, con la piel negra cubierta de polvo dorado, con una tiara de carnero en la frente, solo cubiertas por taparrabos tribal, me llevaron una vasija de plata con agua y pétalos de flores blancas, (supongo quieren que limpie mis manos), posteriormente una pequeña toalla, y finalmente dos de ellas me llevaron el plato con carne fresca que aún reposaba bajo un pequeño charco de sangre, fruncí el ceño, esperando que comprendieran que no quería comerlo, pero una tercera joven se acercó y partió un pedazo con sus largos dedos y uñas negras y lo acerco hasta mis labios.

Dude, el corazón me latía desesperadamente, podía sentir un estallido en la garganta, pero al no tener más opción, entre abrí mis secos labios y la carne toco mi piel, la sensación fue extraordinaria, sin querer evitarlo termine la carne y los dedos de aquella joven dentro de la boca y con la sangre escurriendo de la comisura de mis labios, la mirada de aquella extraña mujer ardía, sus labios dibujaban una sonrisa que se perdía entre el deseo y lo sugestivo, en cuanto pude entender la relación de los hechos, comencé a devorar la carne y a lamer los dedos ajenos.

Parece increíble todo lo que he comido y lo ligero que me siento, lo he terminado todo, pero ahora un sentimiento de culpa me invade, quizá es por las manchas de sangre en mi ropa, o quizá… por el frenesí del erotismo con el que comí, en todo caso tenía una sensación nueva, y no hablo solo de la culpa, después de un momento, pedí un poco de vino o agua, tenía seca la garganta, pero en cuanto escucharon mi petición una a una comenzó a marcharse.

– No hay nada más extraordinario que la satisfacción de necesidades básicas. ¿No lo crees? – me preguntó al levantarse.

– ¿Dónde estoy? – pregunté tembloroso.

– En el laberinto de mis emociones, una prisión hecha a medida del visitante. ¿Te gusta? – me respondió.

– ¿Dónde? – volví a preguntar confundido, pero ella solo sonrió para después decirme tranquilamente: – Ven, acompáñame. –

La confusión de todo lo que estaba ocurriendo, por momentos me provocaba el deseo de vomitar, pero la curiosidad me mantenía atado a querer seguir hasta donde la cordura me alcanzara…

Atravesamos largos pasillos sin sentido, llenos de nada, pero con mucha luz, mientras avanzamos el piso va cambiando, dando espacio a uno cubierto con hojas claramente verdes, pero ya secas, intempestivamente detuve el paso, ella volteó con el rostro lleno de curiosidad.

– Ven, no sientas miedo. – me dijo sonriendo.

– Ocurre que no encuentro sentido a nada. – le respondí con miedo.

Ella me regalo una tierna sonrisa y se acercó hasta mí.

– Cierra los ojos. – me dijo en un tono de voz muy dulce.

Mi rostro debe ser de completa incertidumbre.

– Se escucha mejor con los ojos cerrados. Anda… confía en mí. – volvió a sonreír.

Contra toda razón cerré los ojos, la sonrisa que había escuchado en la «habitación» mientras me cambiaba volvió, pero esta vez, vino acompañada con la sensación de cientos de delicadas caricias por todo el cuerpo…

– Los sentidos nunca se equivocan. – me dijo.

Abrí lentamente los ojos, tenía pegado su pálido rostro que me observaba con curiosa hambre, tomó mi mano, pude sentir lo helado de sus largos dedos, y me llevo hasta un lugar mucho más allá de lo que yo hubiera podido imaginar.

Llegamos a un área completamente abierta, no hay muros, pero tampoco hay paisaje, todo se reduce al centro del lugar, donde hay un quiosco de cantera rosa sobre un espejo de agua que se confunde con los colores ocres del cielo, ella se mostraba entusiasta por llegar, yo quería ir más lento para poder entender cada detalle de la nada que nos rodeaba.

Dentro del quiosco había un futón blanco que descansaba sobre un piso de hojas secas color ocre, detrás del quiosco se encuentra un enorme árbol de cerezo con flores blancas, brillan como si tuvieran el rocío matutino, quise acercarme un poco más para verlo, pero ella me detuvo y con la cabeza hizo una señal de desaprobación, no entendía el porqué, pero no me atreví preguntar

Con suma gentileza y sensualidad me recostó sobre el futón, inmediatamente después me hizo compañía, (No puedo mentir, deseaba desesperadamente que algo más sucediera) rozaba despistadamente mis dedos contra los suyos, deseando poder tocar mucho más allá.

No podía evitar ver de re ojo su semi desnudez, la excitación era notable por la forma en la que se hundía mi pecho al respirar, quería saltar encima de ella, soltar las desesperadas y brutales ganas, pero el temor que me generaba, no dejaba libre mi voluntad.

Ella se mantuvo con la mirada perdida y en silencio varios minutos, hasta que después de un largo suspiro me pregunto: – ¿Te gusta lo que vez? – La misma pregunta y aún no sabía cómo responder. – Supongo que sí. – respondí un poco enfadado. Tras mi respuesta se recargó sobre su brazo izquierdo…

Su mirada era fuerte, su aliento fresco, el roce de sus senos desnudos sobre mi pecho me hicieron ponerme aún más nervioso, ella, al notarlo, acercó aún más su rostro, puso su helada mano sobre mi pecho y sonrió, solo que en esta ocasión pude notar que sus dientes parecían afilados

– Mira. – susurró volviéndose a recostar e indicándome que pusiera mi vista al techo, dentro del quiosco el cielo era azul, lleno de nubes que se movían rápidamente con un viento que no podía sentir. – La vida se piensa larga, pero pasa rápido, es casi un instante. – me dijo con un tono nostálgico.

El cielo comenzó a teñirse de gris, las nubes se cargaron de electricidad y una inmensa tristeza invadió mi pecho. – Lo que fue, nos hizo, lo que es, nos inventa, lo que viene, es inevitable. – dijo al tomar mi mano. – Y solo al final, nos damos cuenta de lo mucho que nos negamos, de la resistencia que pusimos a nuestros impulsos primitivos, esos que son la verdadera esencia de lo que debimos ser. – Parecía tener la voz quebrada, no sabía que decir o que hacer, tenía los sentimientos anudados por la confusión, así que deje que fuera ella quién marcara el camino.

El tiempo se volvió lento y poco a poco el cansancio comenzó a vencerme hasta quedarme dormido. No sé por cuanto tiempo lo hice, pero al abrir los ojos, me encontraba nuevamente en la “habitación” de origen, me dispuse a buscarla, camine y camine entre aquellos pasillos al aire libre, es extraño, no puedo comprender el porqué, pero me invade una libertad interna, tengo esa sensación de poder ser quien yo soy sin miedo a nada.

Los laberintos han cambiado, no sé con exactitud cuánto tiempo ha pasado, pues los días siguen siendo sepia, comenzaba a aburrirme, estar solo con mis pensamientos se esta volviendo un poco pesado, no es fácil lidiar con uno mismo, es más, creo que es más sencillo lidiar con los demás. 

– ¿Te diviertes? – Interrumpió mi aburrimiento aquella criatura de nuevo, solo que esta vez, lucia más sensual.

– ¿Dónde has estado? – Pregunté un poco enfadado.

-Nunca me he ido, siempre he estado aquí. – Sonrió extrañamente, no sabía como interpretar su gesticulación. – Me gusta el color pálido que tu piel ha tomado. – me dijo al rodearme.

– Voltee a ver mis manos, no había notado que mi piel se estaba aclarando. – ¿Puedes decirme que estoy haciendo aquí? – le dije en un tono tajante. Pero ella solo sonrió.                                    

– Me rodeo lentamente mientras aspiraba mi aroma. – Siempre me ha parecido curioso que nunca prestan atención a lo que realmente existe, por ejemplo; los aromas, cada emoción tiene uno propio, como el tuyo en este momento, tu voz y tus palabras dicen una cosa, pero tu aroma me indica que sientes miedo… – se detuvo justo detrás de mi espalda, pude sentir como presionaba su rostro contra mi nuca y aspiraba fuertemente, exhalo y soltó un alarido. – No disfruto mucho de este aroma en particular, aunque no niego que es muy nutritivo. – me dijo mientras volvía frente a mí. – Inclinó su cabeza y con una sonrisa demasiado disfrazada observo mis ojos, no podía sostenerle la mirada, lo intentaba con todas mis fuerzas, pero era imposible, es como si absorbiera todo mi ser en la oscuridad de sus ojos, sabía que podía notar mi evidente nerviosismo, así que solo agache la mirada.

– Tras una fuerte sacudida comenzamos a caer, en ningún momento quito su mirada de mí, desesperado buscaba de donde sostenerme.

– ¿Confías en mí? – me preguntó.

– Me negué con la cabeza, pero mis labios me traicionaron diciendo que sí.

– La curiosidad es un instinto que encuentro muy divertido. – Su rostro se torno exageradamente serio, levanto medio brazo y chasqueo los dedos, un fuerte crujido se sintió bajo los pies, el piso de fracturo, voltee asustado a verla y ella continuaba inalterable.

– ¿Qué está ocurriendo? – pregunté en desesperación.

Con expresión de incredulidad voltee a verla.

– Piensa en algo. – me dijo.

– Vamos, piensa en algo, no pienso estar así mucho tiempo. –

– Y entonces, caímos sobre un gran una gran cama, dentro de una enorme concha en medio del mar.

    – No estuvo tan mal. – me dijo sonriendo al voltearme a ver.

    – ¿De qué hablas? – 

    – Tienes razón, tuve que ayudarte, la idea de una simple cama era predecible. –

    Me quede recostado, pues el vaivén de la cama me mareaba, el cielo parecía una obra de Van Gogh, parecían cinceladas bruscas queriendo imitar el cielo.  

    – ¿Por qué el cielo se ve así? – pregunte.

    – ¿Cómo es así? – me dijo mientras observaba con mirada curiosa.

    – Parece que alguien lo intento pintar, hacerlo ver como real, pero no se parece en nada a lo que es. –

    La criatura suspiro profundamente – Para mi siempre luce igual. – respondió. 

    La veía de re ojo al mismo tiempo que observaba el cielo, no entendía si era yo quien estaba viendo mal, o era ella quién no alcanzaba a distinguir.

    Después de una largo tiempo en silencio le pregunte que hacíamos ahí, pero ella solo respondió que esperaba que fuera yo quien se lo dijera. La desesperación comenzó a invadirme, me sentía furioso y frustrado, quería marcharme ya, así que me puse de pie como pude, note que el movimiento del mar era también falso.

    – ¡Déjame ir! – le grité con todas las fuerzas, cerré los ojos porque no quería que me intimidara con su mirada. -¡Déjame ir! – volví a gritar, al no recibir respuesta  abrí con miedo una ojo para buscarla, pero no la encontré, me vi en medio de un inmenso mar que parecía pintura, sin nada a kilómetros de distancia. -¡Basta, ¿Qué quieres de mi?! – grité desesperadamente. -¿Te gusta lo que ves? – pregunto la voz de la criatura sin estar ahí. – ¡No, lo detesto, no quiero estar aquí! –  Cerca de la nuca escuche -Eso ocurre porque no estás viendo bien. – al voltear estaba ella sobre al agua, sonrió como media luna y me empujo bruscamente fuera de la concha.

    Al caer al agua pude sentir su textura mucosa y sin color, que extrañamente me permitía respirar, pero no me dejaba subir a la superficie, o moverme de ahí, todo aquel líquido comenzó a retumbar, sin lograr moverme o entender, solo cerré los ojos, deseando que todo terminara.

    Repentinamente la piel de mis pies tuvo una sensación nueva, algo que parecía ser rugoso se deslizaba debajo, espantado voltee a ver de que se trataba,  no lograba entender que imagen era la que se formaba, movía en desesperación el liquido tratando de aclararla, pero aquella mancha negra, solo se hacía más grande, un estruendo sacudió todo cuanto me rodeaba y se hizo clara las fauces de un descomunal hipopótamo, que junto a un sonido gutural, abrió sus fauces, dejándome diminuto.

    Cerré los ojos y en movimientos bruscos buscaba salir, pero todo fue en vano, solo puedo decir que la negrura se volvió vacío y silencio, y entonces recé, recé como nunca lo había hecho, pidiendo que este fuera el final de todo…

    El vacío del sonido lo cubrió todo, pude sentir como me engullía, y al estar en lo profundo de su garganta, mi cuerpo granularse mientras se disolvía. 

    Al abrir nuevamente mis ojos, me doy cuenta que sigo en el mismo lugar, ¿Será esto la muerte? ¿Estaré siendo castigado? Buscaba encontrar respuestas, pero constantemente era invadido por el fuerte deseo de regresar a mi hogar.

    No sabía si debía aventurarme a buscar nuevamente una salida, y en estos momentos no quería ver a aquella criatura.

    Me senté en la orilla de la cama, recargando la cabeza sobre las manos, el llanto acumulado estaba a punto de estallar, pero no quería dejarlo salir, no quería verme o sentirme derrotado, pues eso implicaría que quizá… ya no había salida. 

    Después de pasear en círculos por toda la habitación, tome el valor de salir, mi sorpresa ha sido inmensa, a pesar de que no existían puertas mi muros, solo pilares resguardados por telas blancas, pero incapaz de cruzarlas, es como si una especie de protección invisible me lo impidiera.

    – ¡Déjame salir maldita bestia! – grité desconsolado, pero no hubo respuesta.

    Cuando la noción del tiempo se detiene, las actividades cotidianas desaparecen, la vida parece perder sentido, no sentía, hambre, sueño, sed o frío, era como si estuviera congelado en el tiempo, no había libros, o música, no había nada, solo yo y ese futón, 

    No puedo decirles la cantidad de tiempo o momentos que han pasado, porque un instante es exacto al otro y así sucesivamente, así que solo puedo decirles que en algún punto pregunté – ¿Cuánto tiempo llevas aquí? – esperé paciente por una respuesta, pero el futón nunca respondió. – Lo sé, me esto volviendo loco, por favor no te enojes conmigo. – le volví a decir al futón. 

    Trataba de alimentar la esperanza con recuerdos, con el olor de mi madre cuando era niño, con la mirada de la chica de la que estaba enamorado, con los planes de lo que algún día quería hacer, pero al recordar, tenía la sensación de que todo ello lo estaba inventando en el momento, que ese no era el aroma de mi madre, que aquella no era la chica de la que estaba enamorado, que todo era una fantasía porque era incapaz de recordar lo real.

    Puse mi cabeza sobre el futón, observando lo estático de todo, la falta de la brisa, o siquiera las esporas, lo quieto de la luz, escuchando un silencio sordo, ya no buscaba saber nada,  pero seguía deseando que todo terminará, cerré los ojos para convencerme de que podía dormir, pero nada, no logré dormir ni siquiera un instante.

    Una melodía agresiva demasiado nostálgica de violines comenzó a resonar por todos lados, es como si este se fuera haciendo cada vez más grade y yo más pequeño.

    – ¡Si has de matarme, hazlo ya, termina con este juego macabro! – grité enfurecido.

    La música se detuvo y sobre una piedra en medio de la habitación, ahí estaba ella, sentada apaciblemente, su rostro se recargaba sobre su mano derecha, suspiró  fuerte y dijo: – Oh, mi bella criatura, siempre con las emociones a flor de piel, parecen el tic tac de tu vida, resuenan y resuenan, cada vez más aceleradas, como queriendo huir de aquello que naturalmente te llama, ¿Cómo es que todavía no entiendes nada? – Dibujó una sonrisa que parecía ser tierna, pero en realidad me helaba la sangre. 

    – Dime, estoy muerto, ¿cierto? Nada de todo lo que he visto desde que llegué aquí puede ser real, ¿Esto es la muerte? ¿Estoy pagando una condena?… ¿Quieres que te digas cuáles han sido mis pecados? – Agache la mirada tratando de recordar todas las cosas malas que había hecho, pero nada venía a mi cabeza. la angustia se me acumulaba en el ceño fruncido, pensaba que si quizá le contaba cosas que parecían malas y si parecía lo suficientemente arrepentido esto terminaría. – Si, eso es, ¿Verdad, quieres que me confiese? – Pero ella solo me veía como cazador a su presa, sin decir nada o moverse.

    Exhale fuerte, y dije; – No fui del todo un buen hijo, le causaba problemas a mi madre, era rebelde y cuando era adolescente me la vivía en fiestas, tomaba, fumaba, llegue a consumir drogas, engañe varias veces a mi novia, y he mentido, he mentido tantas veces que perdí la cuenta, fui desobligado en el trabajo y llegue a pelearme a golpes, también fui un pésimo amigo, casi nunca estuve cuando me necesitaron, si, se que me he equivocado, pero te juro que si me dieran otra oportunidad lo haría distinto, no valoraba las cosas, pero ahora con todo esto… entiendo que me he equivocado. ¡Por favor, perdóname!

    Aquella extraña mujer no dijo una sola palabra, solo enfoco su mirada detrás de mí, gire la cabeza para ver de que se trataba, las doncellas que me recibieron estaban entrando, venían con las manos ocupadas. – ¿Qué es todo esto? – pregunté al girar el rostro a la extraña mujer, pero esta ya no estaba, en su lugar dejo una tina de cobre alta, una de la doncellas fue tirando pétalos de rosas blancas desde donde me encontraba hasta la bañera, otra de ellas me despojo las pocas telas que tenía, una puso en mis manos un gallo inmóvil negro, otra más me unto algo sobre el cuerpo, la doncella que se había quedado cerca de los pilares apago las luces, quedando en total negrura, mi respiración se acelero, podía sentir como todo el lugar respiraba conmigo. – ¿Me… me han perdonado? – pregunté trémulo. 

    Y entonces una luz sobre la tina se ilumino, era demasiado brillante, tenía la forma de la luna, podría jurar que era la misma luna, dos doncellas tomaron mis manos y me llevaron hasta la tina, y como si no tuviera voluntad, me metí en ella, me senté asustado, pensaba que quizá esto era para lavar mis pecados, cuando una de las doncellas sumergió una concha de mar en la tina, eche para atrás el torso y cubrí mi rostro con las manos, el agua estaba tibia, se sentía como un abrazo cálido, las doncellas comenzaron a lavarme, mantuve la mirada fija todo el tiempo sobre la luna, mientras está se iba volviendo creciente, hasta que unas manos comenzaron a sumergirme la cabeza en el agua, no opuse resistencia, me dejé llevar, volví a cerrar los ojos, no puedo asegurarlo, pero creo que podía respirar debajo del agua, al sacar la cabeza note que el agua que escurría era roja, con la mano temblorosa toque mi frente y pude contemplar que era sangre y plumas de aquel gallo negro.

    La totalidad del escenario me produjo la misma sensación de cuando estás subiendo a lo más alto de una montaña rusa, sabes que lamtormenta se aproxima, que la bajada será en picada, pero ya no puedes hacer nada. 

    Apoye las manos sobre la orilla de la tina para levantarme, tratando de disimular lo horrorizado que me encontraba. Pero mi cuerpo era demasiado pesado y termine resbalando. 

    …..

    Capitulo I.

    Alétheia   

    – en un mundo de blancos y negros, los grises son los colores de lo que tu llamas arco-iris. ¡Oh mi pequeña criatura, aún no entiendes nada.- -El mundo suele ser del tamaño de los pensamientos, pero cuidado, estos son la corrupción de los sentidos. dime, ¿De qe tamaño so ts pesamietos? 

      CONTINUARA…

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