El infinito círculo del ardor

El infinito círculo del ardor

Pau González

13/10/2017

Las palabras se vuelven reflejos, sombras y niebla en andrajos. Sopla el otro y el paisaje se evapora: estamos de nuevo ante el papel, la mesa, la ventana. Percibimos entonces, casi como una sensación, nuestra mortalidad. La experiencia de la literatura es, esencialmente, la experiencia del otro: la experiencia del otro que somos, la experiencia del otro que son los otros y la experiencia suprema: la otra, la mujer. Pero en todas esas experiencias late, escondida, la otra experiencia: la de la muerte, el sabernos mortales (Octavio Paz, 2003: 81)

En tiempos de locura he encontrado un refugio,

¿es poesía, rimas, lirismos?

mi mente se desahoga en este vaivén de palabras

y pese a que mi inspiración se aturde con fatiga sentimental, existe y vive.

Si la vida me ha dado dones que levanten mi cordura en la locura,

bienvenidas sean las miserias del alma y su poder de consuelo,

bienvenidos los cánticos de dolor y pasión que se desbordan al sentir,

mis modestas estrofas han podido graficar lo que mi voz nunca ha hecho.

Sentir que una metáfora puede librarme de aprietos es respirar con calma

y no es que las cosas cambien por soltar la mano quebrada,

todo sigue y no sigue igual que ayer, sintiendo y vaciando, sintiendo y vaciando,

mas, si no agoto mis emociones ¿Cómo podrían llegar otras nuevas?

Me dedico a leer hermosos párrafos de poetas absortos como yo,

descubro como el sentir esto es inexpresable en voz alta,

no me considero una trovadora pura, sólo agarro lo que puedo y repico,

mi imaginación crece y circula por los laberintos en que todos nos encontramos.

Tanto me falta por aprender de este elixir de amor llamado poesía,

que los días que me queden espero me alcancen para rebosarme en ella

y los ojos no se me cansen de leer todo lo que me ilumina a seguir

y los poetas que acojo en mi guarida no apaguen nunca su voz letrada.

Ser complemento y no enemigo es el cadáver exquisito que me tienta,

entender lamentos distantes y clarificar mi alma al procesarlos,

es ser tan distintos al llevar este medio como arma de desahogo,

es esa libertad de decir en crípticos o literalidades lo que pasa en el corazón.

Las nubes se entremezclan para que caiga la lluvia quejumbrosa

y mientras pase la tormenta botaré todo lo que me pesa,

intentando no caer en el pozo por mucho tiempo,

ya que las luces dichosas siempre tienen un día de expiración.

Quisiera poder abrir mis alas y recibir a quienes el sopor les ha llegado,

entregar mis versos como ayuda para el alma inentendible,

expandir mi pequeño mundo y dilatar mis conocimientos,

comprender todo lo que desconozco en un pesar ajeno.

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