Mientras todo gira yo observo,

sigo el paso de las aventuras

y me alejo a mi guarida.

Mientras el curso del tiempo exagera,

voy dejando polvos transparentes de experiencia

y no me arrepiento nunca.

No puede ser de otra manera me digo,

no pude ser otra

ni aquí ni en otra vida.

Respiro, camino y siento

todo lo que todos hacemos,

más no puedo no dar cabida

a sentir, inspirar y vivir el arte de la vida.

Está en todo lo que escribo,

todo lo que leo,

todo lo que grabo,

todo lo que pinto,

todo lo que creo.

Las circunstancias me alejan

pero siempre vuelvo a ella,

a la manera de ver las cosas,

a la forma de sentirlas.

No hay forma de describir,

no hay forma de declamar,

sólo queda la necesidad,

la obsesionante necesidad,

de querer expresar,

de alguna manera todo botar.

Escogí este camino difícil y traicionero,

del que ya no hay vuelta atrás,

sólo queda no morir en el intento

y si he de morir, que sea viviendo.

Si estoy llena de emociones,

llena de lamentos,

llena de evocaciones,

¿Qué más puedo hacer para sacarlas de mi cuerpo?

Y no me arrepiento, no.

Creo en la pobreza de los bienes

pero jamás en la pobreza de mi alma.

A mi alma quiero mantenerla satisfecha

y en sus vaivenes tristes y felices,

que me embriague de nuevos recuerdos,

taciturnos y dichosos.

Que todo recuerdo evoca una palabra,

un gesto,

una fotografía,

una canción,

un poema,

un alejado amor.

Todo es motivo en mí

para buscar mi redención en ti,

arte de mi vida,

mi sustento emocional,

mi fuerza ante la agonía.

Te siento aguda y delicada,

gracias, vida.

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