Compañera de batallas y desdichas, no hablas, pero cuando te paso por encima relinchas, y desapareces cuando una nube de duda nubla mi mente, dependes de mi lucidez y de ti depende mi lobreguez.

Amiga, escuchas atenta mis soliloquios, cuando vocifero susurros, cuando mezclo letras y creo suburbios, edificando palabras con cemento sin tapujos, con ojeras malva y el ánimo cansado, pero tú siempre atenta como si fueras la novia virgen en una noche de casados.

Consejera, el silencio es tu mejor consejo, me incitas a pensar más allá de mi entrecejo, ver más allá de lo cotidiano y no creerme gigante en un mundo enano.

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