A ella, doncella de mil primaveras, una musa eterna que no deja de ser bella, mi lápiz está enajenado por su silueta y aunque pase el tiempo seguirá inmarcesible en mi libreta.

La que fue mi único amor y nunca lo supo de mis labios, me faltó encerrarnos en una burbuja para evitar malos presagios, que ella menor, que yo mayor, y me faltó valor para ser recíproco con el querer de su corazón, esa es la razón de mi dolor, un dolor que no cesa y aumenta cada día, un nudo en la garganta que se ha convertido en vigía, dos palabras y ocho letras atoradas, que aunque las diga ahora, no cambia nada.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS