Bariloche, correo argentino, fila, esperando para ser atendida.

Delante mío un abuelo, con porte, erguido.

Se le cae un papel, lo recojo y se lo doy. Nuestras miradas se encuentran.

«¡Muchas gracias!» me dice. Le contesto: «¡No, por favor, de nada!». Se queda mirándome directo a los ojos…

«Disculpe si la miro así, es que usted lleva el cielo en sus ojos». Sonreí. Imposible no hacerlo. «¡Gracias!» (sentí el rubor en mi cara).

«Por favor, no me lo agradezca. Es usted muy generosa, va regalando cielo por la vida». «Y es usted un caballero, le respondí y agregué: que tenga un excelente dia!»

«Le aseguro que ya lo tengo, y lamento no tener 30 años menos… ¿pero sabe qué? Seguramente no hubiese podido hablarle. Con los años uno pierde la timidez y gana sabiduría. Le pido un favor: ¡nunca dude en mirar a los ojos, no tiene idea la hermosa sensación que genera!»

Le di un beso, le di las gracias una vez más.

Salí, y mientras bajaba las escaleras me di cuenta…

Yo le regalé el cielo y él, sin saberlo, la primavera.

TODAVIA LLEVO SU SONRISA CONMIGO.
k.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS