Las señoritas no usan calzones

Las señoritas no usan calzones

La mamá del Brayan, del Careflauta y de la Yanira se enfermó y tuvimos que irnos todos juntamente solos para el colegio. Menos mal que el Justhyn tiene experiencia en esto de andar solo por las calles. Como él es más grande se autoproclamó nuestro guardián del trayecto. Yo, no entiendo que alguien tenga que cuidarme, es algo que se les mete a todos en la cabeza. Aunque no es lo mismo que a uno lo cuide un adulto que un colega tuyo.

El Justhyn dijo que era muy temprano, que él sabía de una cuadra donde casi todas las casas tenían timbre y que podíamos jugar al timraja, antes de entrar a la escuela. Yo no se cual es ese juego, en la población ninguna casa tiene eso que él dice. Pero es emocionante aprender un juego nuevo y más aún andar lejos de la casa y del colegio.

El Justhyn nos llevó caminando un montón de cuadras hasta que llegamos a una avenida ancha que tenía árboles frente a cada casa, jardines y veredas. La calle estaba, como todas las demás, botada en el suelo y llena de cemento.

De repente, el Justhyn se paró frente a una casa de color amarillo, que tenía un pequeño antejardín y un portón de fierro negro que lucía, a uno de sus costados, un botón de oro, amarillo y brillante. Nosotros al lado de él boquiabiertos y despistados nos quedamos mirándolo extender su mano derecha y pulsar con su pulgar el pequeño botón dorado entonces escuché un riiiiinggggg y al Justhyn que gritó:

_¡Arranquen!

Me dio un susto parío y me puse a correr como una loca, pero cuando iba yo llegando a la esquina sentí que me abrazaban ambas piernas y ¡Zas! caí de bruces al suelo, mientras la Yanira el Justhin, el Brayan y el Careflauta se apretaban la guata, se retorcían y lloraban de risa mientras cada uno me apuntaba con su respectivo dedo índice.

Entre el dolor de la caída, el susto y la rabia me di cuenta de se me había cortado el elástico de los calzones y éstos se me habían caído hasta las pantorrillas y como caí de guata mi desteñido y pálido trasero quedó al aire para la entera burla y diversión de mis amigos. Me paré a toda prisa y no me quedó más remedio que meter los calzones en el bolsillo de mi delantal. Acto seguido, me armé de valor, enfrenté a la pandilla y les lancé una mirada furibunda con mis ojos de buey de manzanero.

Ahora creo comprender el nombre del juego-pensé para mi misma.

_Si le dicen a alguien, se van arrepentir. ¡Lo juro!

Di un par de pasos delante de ellos, que aún no podían caminar de tanta risa y me volví a mirarlos de frente para amenazarlos de nuevo.

Llegamos tarde a la escuela, pero pasamos piola y nadie nos dijo nada porque todo el mundo estaba ocupado con unos compañeros más pequeños se metieron porotos por los orificios de las orejas y de la nariz en la clase de matemática.

Cuando llegamos a la sala pusimos cara de circunstancia y antes de que la profesora nos dijera nada, le contamos la penosa y triste historia de los niños que debían ir solos porque se enfermó la mamá que los lleva al colegio y como si fuera poco, le mostré mis rodillas que evidenciaban mi aterrizaje forzoso.

Me pasé el resto de la mañana muy tranquila y toda compuesta, es que no podía dejar de pensar en los calzones en uno de mis bolsillos. Entonces se me ocurrió que esta, era una buena forma de estar quieta. Cuando las circunstancias la obligan a uno a estar como señorita, andar sin calzones ayuda. Seguramente las señoritas, no deben usar calzones y por eso son señoritas.

En cuanto vi a mi mamá, le dije que yo no quería ser señorita porque prefería andar con calzones. Mi mamá me miró con cara de punto, yo creo que ella no tiene idea que las señoritas no usan calzones.

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