Esa mirada de trovador enamorado, mirada sincera de amante de lo simple, es esa la que habla de un ingeniero en el desorden, graduado con honores en la universidad de la libertad. El coronel no tiene quien le escriba, pero el ingeniero tiene quien lo lea, gratas las lecturas en el presentes, tristes en el pasado y felices en el futuro. Unidos en el tiempo aunque hace ya un tiempo, que no te leo pero te escribo, no necesito que contestes, deje amor por vos en las flores silvestres y en las sábanas de la niebla que aparecen en las mañanas para recibirte. Dejo amor por vos en lo amplio de mi recorrido, no para que me sigas sino para que te sigas a ti mismo. Dejo mis gritos a la bandera, fueron innecesarios cuando aprendí a alzar la bandera de mi alma. Te dejo las pinturas para que tú mismo crees la tuya, te dejo sin dejarte, te dejo por no sé cuanto y por darte lo que mereces. Perdoname no pienso llorar, te dejo por hacer lo correcto, perseguirme a mí. Te dejo para que te persigas sin parar, sin cesar, sin lamentarte, te dejo para encontrarte, en la concepción de todo lo bueno que hice y que hare, te dejo para mostrarte que puedes hacer lo que sea al encontrarte.

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