El olvido tiene buena memoria cuando quiere

Álzame poeta, a tus más certeras cumbres de conocimiento,

regálame la significancia de las partes y el olvido de los vacíos.

Llévame ahí, donde surgen las sinceras apologías

y no me inquietes,

traigo pesados muertos en el alma

y humildes ganas de pernoctar en tus prosas.

Ay poeta del spleen, amadas son tus palabras para mi desventura,

anestesiado se encuentra mi delator y martillado corazón,

a través del abandono en los párrafos.

Que vivimos del spleen por los siglos de los siglos

los que triunfamos en la congoja de sentir,

en esta catástrofe permanente de vivir entre líneas derramadas,

salpicadas por restos de sangre y pústula.

Vivo en el spleen del frío que ya está presente,

subo y bajo de las plataformas de enfrentamiento,

me alejo del ruidoso pero falso parque de emociones,

si al final del camino vuelvo donde mismo.

Ya no soy más que palabras, me hundo en tu figura,

trabajo en el olvido como necesidad de suma urgencia,

recambio los paños húmedos sobre mi frente ardiente,

miro por la ventana de mis ojos vendados y duermo eternamente.

Cuántas prosas, cuántos versos, cuántos lamentos enardecidos,

he dicho ¿miles?

no llevo ya la cuenta de la podredumbre de letras escarlatas

llenas de spleen y fulgor, sollozos y carcajadas,

regadas con mi paciencia eterna,

con mis tragos semi amargos de color vino,

de sabor vino, de gozoso embotellado vino.

Aspiro todo y tiro de a milésimas,

voy observando la trinchera de emociones,

sigo en la firmeza del universo venidero

y caigo en la cuenta de que nada es eterno,

infinito pero no eterno.

No me malinterpretes en tu túmulo,

sigo aquí, con energías

y mi deseo es vivir demasiado,

sólo es parte de la obtusa y desafiante vida

este fragmento de mi tiempo desolado.

Por eso, poeta del mal,

líbrame de estas cadenas,

déjame escupir todo

y lléname de nuevos camposantos,

yo espero aquí

para renacer contigo y tus memorias.