De paso en la ciudad.

Viridiana respiró profundo, apretó la quijada, bajó la mirada observando las pequeñas gotas que pausadamente escurrían de la nariz a los pies. Fijó la mirada en sus zapatos. Estaban lo necesariamente desgastados para probar al mundo que la vida se escupe como un gargajo verde, que irónicamente regresa a nosotros como fragmento de otros, en una esquina, a unas cuadras, a un par de pasos; más grande, con menos o más saliva, con la consistencia pegajosa de frustraciones propias y ajenas.

Allí estaba ella. Obligada a moverse. Con una suela de incertidumbres en el pie derecho y la suela de desventuras en el izquierdo.

Viridiana apareció en el encabezado del periódico de la mañana siguiente: “Femihomicida víctima de feminicidio por la madre de su pareja…No le importo que hijo haya abusado sexualmente de la víctima.”

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