En el silencio cruento de la soledad, que como fiel compañero de días de mi está atento,
A mi mente inocente y distraída le arriba la visita, inesperada visita, de cuestionamientos sin contestación
Cuestionamientos que indolentes y revestidos del color de la inmisericordia me confrontan, con aquello que hasta hoy no sé si se trata de una triste realidad, o de la mentira más toxica y sagaz,
Lo único que se, es que cada día esto me hace navegar en las amargas aguas de la soledad, y con ella me hace candidato para brindar entre las copas color angustia, y beber el repelente vino sabor a sal y sequedad
Sal de lágrimas que como las más finas perlas de cristal ruedan por mis mejillas cual beso de amante apasionado de los pies a la cabeza, y se desmenuzan en presencia de los únicos testigos que en medio de densa obscuridad atentos todo lo pueden observar
¡La Luna!
Dama sin par que aunque fría, como la más tierna conmigo se atreve a llorar, comprendiendo mi llanto y el martilleo de la más encarnizada soledad
¡La almohada!
Quien si tomase voz y hablara, a cosas de las que contara, de las muchas que a través de cataratas de lágrimas saladas mi corazón en su interior exclama
¿Por qué se nos valora en lo que poseemos? En lugar de lo que somos como tal
¿Acaso no es mucho más especial la nobleza que la riqueza?
¿O la lealtad mucho más que la fealdad?
¡Que tristeza!
Todo ahora no es más que intereses y vanidad, lo demás y lo más especial ya que puede importar
Ahora, en medio de la condensa soledad solo nos queda esperar.
Nada más

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