​Helena y la estrella

​Helena y la estrella

Federico Berón

30/08/2017

Sé algo que sólo yo sé.

Tengo un secreto.

Nunca había tenido uno. Hasta que la semana pasada cuando se rompió un caño de agua en la terraza. Ese día, como a las nueve de la noche, papá me dijo con su voz finita y su bigote grueso: -“Helena, andá al patio; subite a una silla y fijate si el tanque de agua está chorreando”.

Y yo lo hice. Me subí a la silla, estiré el cuello y la vi. Sobre el tanque de agua de la terraza había una estrella. Como me quedé viéndola sin poder creerlo, mi papá gritó: -“¿Y?, ¿chorrea?-. Sí, grité. Mi mamá gritó: -“Helena, a la cama”.

Y tuve que ir.

Mientras me ponía el pijamas, pensaba: ¡Una estrella se baña en el tanque de agua de mi terraza!.

Ahora que me acuerdo, mi primo Federico, que ya es grande y sabe de planetas y esas cosas, me había dicho que las estrellas son de fuego, pero yo no le creía. ¡Pobrecita!, debe estar muerta de calor para bañarse en un tanque tan feo…

Desde esa noche, todas las noches pido ver si se vuelca el agua del tanque.

Nunca le conté todo ésto a nadie. Cada mañana, me levanto antes que papá y que mamá y me tomo un vaso de agua de la canilla, en la cocina. Nadie en mi casa toma agua de la canilla, porque dicen que tiene bichos y lavandina.

Día a día me tomo los pedacitos de estrella que quedan en el agua. Es el agua más rica del mundo.

Y acá va el verdadero secreto: ¡hoy me miré al espejo y noté que mis ojos están más brillantes. Sí, mis ojos son más brillantes cada día.

Por ahora no me sirve de nada, pero cuando sea grande, y algún muchacho se enamore mucho de mí, le va a escribir una poesía a mis ojos.

Ese día voy a volver a mi patio, a subir a la silla y a mirar la estrella.

Y me voy a matar de risa, al verla toda colorada, muerta de celos.

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