Ataviado de deseos, raudo ha pasado,
y me asombra ver el rostro del amor,
que en la esquina, al perder su vida,
ni amor ni deseo han quedado.
Y buscando el amor o el deseo,
libando en embriagados sueños,
el deseo he encontrado:
desbordado, triste y ansioso,
merodeando las intangibles orillas del amor.
Y también al amor he encontrado,
reflexivo y conteniendo el mar
que a punto de desbordar en sus ojos,
es tan solo el asomo del revuelto río,
que en su pecho ondea convulsionado.
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