Miedo de estropear tú ternura.
Miedo de no ser capaz de hacer figurar mis manos,
para que recojan el agua que moje mi sed.
Miedo de que el mago frote sus dedos
y despertar del hipnotismo.
Miedo de no poder inventar otras palabras
que nomenclen tú piel, tú sol, tú tiempo, tú dicción.
Miedo del norte
cuando el amor se mezcle con el entorno.
Miedo…
a que se congelen las lágrimas,
a que no fluyan los ríos,
a que una nube se obstine
entre la luz del sol y algún destino.
Miedo a que la lluvia vuelva a rimar con la soledad.
Esta lluvia ahora es un bálsamo
que hidrata la piel en un rocío de perfumes
que hace saltar mí alma a la deriva,
en olas que me hacen soñar.
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