El estanque de las ranas

El estanque de las ranas

Luis Valdés

10/08/2017

Nunca tuve deseos de mejorar mi conducta tan temperamental, la gente se pasa la vida criticando a los demás y no fija los ojos en sí misma. Que desconcertante resulta ser que todos ellos admitan ser ignorantes (término que adoptan para sí) y carentes de sueños y acostumbren su modus vivendus a coexistir relativamente en un entorno tan sedentario.

No obstante, he llegado a pensar que no pertenezco a ese entorno patético en donde se matan por nada y pelean por todo, una cuna de lobos, diría el gran maestro y yo contradiría con <>. En fin, no tengo deseos de ejemplificar con algunos muchos que me han llamado soberbio. No he respondido con voz timbrada a aquellas insolencias porque honestamente no me interesa lo que se diga de mí. Lo único que quiero dejar en claro es el odio y el desprecio que acarreó hacia ese tipo de personas el suicidio de mi primo Isaac por parte de los bochornosos comentarios hirientes a cerca de su orientación sexual; por el acoso continuo y deliberado que se prolongó durante siete meses, el mismo lapso maldito que terminó por atormentarlo y mandarlo a tomar la decisión tan cobarde de envenenarse con barbitúricos.

Las luces de las luciérnagas de agosto brillaban incandescentes por el lugar donde se hallaba el estanque de las ranas, era sábado y llovía moderadamente. La ocasión perfecta para degustar café con pan dulce en compañía de la familia, platicando de la situación financiera de ése entonces y posteriormente escuchando las historias añejas del abuelo, de sus infortunios, hazañas, de las narraciones orales que nutrieron su infancia y que pasaron generacionalmente entre arrieros y peones que llevaban leña a las casas de las familias acomodadas, la suya era una de ellas.

Al fin se detuvo el abuelo cuando un relámpago cayó en un roble viejo y lo obligó a sorprenderse por el tremendo trueno que éste provocó. Todos reímos de la situación, ojalá que esa alegría que en ése momento existió hubiera durado para siempre. Ahora que soy mayor,las navidades no son las mismas, la familia se ha diseminado desde la muerte del tío Pepe, las ranas ya no croan en el estanque porque los niños de ahora las han extinto con sus resorteras, los grillos tampoco emiten ese sonido tan monótono que obsesionaba mis oídos y al cual siempre que intentaba atrapar de un salto, desparecía y se postraba en otro sitio.

Que triste es pasar la vida en tremenda soledad sentimental, que triste es ver a mi tía Antonia deprimida por la muerte de Isaac…………………..(to be continued).

-Nota del autor: Amigos y amigas, el texto que hoy les comparto es una muestra de la mejora literaria a la que me he sometido, me gustaría que me apoyaran con la lectura de mis textos y del libro que está a punto de publicarse.

¡Un abrazo en la distancia……!

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