Ya se me olvidó, todo se me olvida. Y es que voy con prisa hacia ningún lugar. Tomé una tiza y empecé a dibujar. Inventé mares con alas y sonrisas que asusten, fui ocurrente al colorear un sótano con luces, muchas luces, y llegando al final, de mi angustia y de la hoja, ya no quise nada más. No pinté y tampoco me puse a llorar. Tengo una sola forma de vida y es nunca terminar. El cambio me guía y sin él no soy nada, es parte muy mía y de quienes lo aman. Lo que pasa, yo te voy a contar, es que el impulso de lanzarme a no pensar me dilata las pupilas más de lo normal. Si nunca me atreviera a abandonar a esa mente terca, necia y caprichosa que nos habla a toda hora, ya no estaría acá. Aún no he descubierto algo más hermoso que olvidar.

27/09/2016 21:16

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