Insomnio, vil y bendito.

Desgraciado mal, cómo agobias mis huesos;

Dávida eterna, cómo reconfortas mi alma.


Me conoces, sabes lo que hay en mí;

Lo has visto, tú lo has formado, insomnio.


No te aborrezco, ni te amo.

Eres mi putesco mal necesario.

Te necesito, pero tu compañía es complicada.


Maldita ambigüedad.


No quiero tenerte, aunque te necesite;

No deseo que te vayas, aunque mi cuerpo me lo pide.


Pero mi alma clama por ti mientras mis dedos saborean el rocío de tu ser.

Mis oídos se estremecen con el sonido de las teclas.

No puedo dejarte, moriría.

Todo en mí moriría.


No te alejes, aquí me quedo.

Te espero a la misma hora, ansioso porque le des vida a mi arte y hagas temblar mis miedos.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS