Creemos saber mucho. Creemos conocer todo cuanto necesitamos, creemos saber todo cuanto queremos. Pero no.

No tenemos conocimiento realmente ni de un 10% de todo lo que nos rodea. ¿Crees conocer la naturaleza? ¿Sabes sus secretos? No. Nadie sabe nada, nadie sabe todo. Para ello existe una solución muy sencilla, más sencilla que el hecho de estudiar. Observar.

Cada animal, cada planta, cada grano de arena tiene una historia, un porqué está ahí. Todo el mundo tiene un destino, todos acabamos igual, unos antes, otros después…pero al fin y al cabo todos. A mi me gusta observar. Observo los animales en el campo, observo el cielo, observo el tráfico, observo a la gente…Simplemente observo.

Me intereso en conocer la historia de aquello que observo.

Muchas veces he llegado a conocer la vida de una persona simplemente por mirarla, y fijarme en sus detalles. Como viste, si sonríe, si está con expresión seria, si lleva gafas etc. Pero por pequeños detalles que parezcan, son los que nos hacen únicos, quizás al ser una mujer se me hace más fácil fijarme en este tipo de detalles.

Desde pequeña he podido observar detenidamente las cosas, puesto que no tenía muchos amigos, por no decir ninguno y eso me dejaba mucho tiempo libre. Ser lesbiana, al parecer, aleja a la gente.

Recuerdo mi primera vez. Quería darle una sorpresa a la chica que había conseguido ganarme, por lo que fui a comprar algo especial para ella. Medía aproximadamente unos 32 centímetros, dura y oscura. La mejor de todas me aseguró el dependiente. La pagué y me fui, no soportaba la mirada curiosa de ese hombre. ¿Tan raro es que una mujer compre algo así?

Cuando llegué a la casa entré por la puerta de la cocina, pues quería cogerla por sorpresa. Escuché la ducha, perfecto. Me acerqué y observé su habitación, ordenada y limpia, como imaginaba. Luego me asomé al baño y la vi tras las paredes de cristal de la ducha. No pudo verme porque estaba de espaldas, el vapor llenaba la habitación, salí y me escondí. Lo admito, verla me puso nerviosa, pero era normal. La primera vez es así.

Aguardé hasta que salió, se quitó la toalla y, sin saberlo, ante mi se puso su ropa interior típica de una chica de 21 años. Yo ya no podía más, por lo que salí y salté sobre ella.

Ella se asustó y gritó hasta que le tapé la boca. Y ahí estábamos, sobre su cama ella en ropa interior y yo lista con la sorpresa que le había comprado.

La saqué y se la mostré, ella abriendo los ojos empezó a intentar zafarse de mi, pero yo soy más fuerte está claro, y le sujeto ambas manos con una de las mías mientras con la otra, se la clavo de una. Ella gritó mientras arqueaba la espalda. Se la había metido entera del tirón, cuando la saqué la tenía roja, la vi mirarme con ojos implorantes y no pude evitar la tentación de volver a meterla. Al fin y al cabo la compré para ella.

Al cabo de un rato su boca se abrió, pero no salió ningún sonido. Había acabado.

Me levanté de encima y con mucho cuidado guardé mi arma en el pantalón. Me acerqué a ella y la bese en los labios aún abiertos. Luego me fui por el mismo lugar por el que entré.

Recuerdo eso con cariño, pero he mejorado mucho desde entonces. Todavía guardo aquella daga en mi casa, aún manchada de la sangre de esa chica.

Y es que, el primer asesinato nunca se olvida.

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