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Y la luna, espejo cóncavo del alma humana. Su luz iridiscente y bella, marcó los eslabones de las estrellas, dejando a su paso, estela de blancos alelíes y delicioso sabor a canela.

La miré pasar, bajo el embrujo del plenilunio, guiñó sus pestañas y sacudió sus cabellos, ventilando mi blanca túnica y delicados pechos.

* Imagen de Tarigna.
Luz Marina Méndez Carrillo/03052020/ Derechos de autor reservados

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