Estaba atada en el interior de una casa con el tejado y las ventanas cercenadas, siendo siempre expuesta a las tormentas, los bochornos y las nevadas. La eterna oscuridad a la que fui sometida a adaptarme, hizo que mis ojos fueran dos enormes agujeros negros con una sola estrella en su pequeño haber.

Una noche oscura, escuché gritar al hombre malo que me retenía allí. Entonces una mujer entró, con un chaleco antibalas y una pistola y me preguntó si estaba bien. Me miré a la herida en el abdomen que tenía desde hace días y le respondí que no con la cabeza. Entonces le pregunté si me podía leer un cuento, a lo que ella dijo que si, pero con la condición de que fuera rápido, pues la ambulancia estaba de camino.

Cogí de la estantería que estaba a mi lado el libro “Buenas Noches, Luna” y se lo entregué. Ella me lo leyó, con los ojos medio llorosos y la voz entrecortada. Al finalizarlo, la abracé como si fuera mi propia madre y le di las gracias por cumplir mi deseo antes de morir. Le mando el recado de decirle a mis padres que los quería y que había muerto feliz gracias a ella. Por que ese fue mi último cuento…


FIN

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