Era una noche negra, las nubes anunciaban tormenta y ella ahí metida, en medio de la nada.

Como es que llegué hasta aquí, se preguntaba…

Una y mil veces deseaba estar en su casa, ansiaba el calorcito de su sala, pero no; ahora estaba en esa soledad del campo donde solo se oyen los sonidos de la noche, tenía ganas de llorar pero no podía hacerlo. Se hubieran reído de ella

Pero como extrañaba su casita y esos chocolates calientitos que su madre le servia ¿porque tuvieron que mandarla a ese frió campamento?

¿Que no se daría cuenta su madre de todo ese sufrimiento? Pero no.

Le dijeron:

-Matilda, tienes que ir, ya tienes 30 años y tu eres la maestra.

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