EL ESCRITOR MALDITO

EL ESCRITOR MALDITO

D Carles ML

08/07/2017

Creo que el peor enemigo de un escritor no es la hoja en blanco, sino la mente cargada de preconceptos, antiguos, enquistados, donde están despiertos los miedos, las barreras emocionales, la artera memoria que solo recuerda lo que le place, ya sea doloroso y agradable. Somos nosotros en definitiva los que ponemos los límites para que esa hoja siga en blanco.

Es por ello que ante el papel o la pantalla del ordenador, es necesario despojarse de todo lo que estorbe en nuestra mente atiborrada de porquerías inútiles, de basura diaria que acumulamos como posesos.

Buscar en la música, el tabaco, el café y demás inservibles musas artificiales, es una tarea ímproba que solo nos resta tiempo y esfuerzo mal dirigido.

Como cada mañana y por un promedio de 10 a 14 horas, escribo.

La perseverancia en una rutina de trabajo, que no da siempre los mejores resultados, se basa en la convicción de estar haciendo algo que tarde o temprano trascenderá. Sin esta expectativa, dedicarse a escribir no tiene razón de ser.

Son las 5:02 de la madrugada, el sol solo es una posibilidad que se plantea ante el reloj que marca el tiempo. El cielo está azul oscuro y no se aprecia con claridad si hay o no, nubes que presagien un cambio. Por lo general espero que sean mínimas las nubosidades para gozar durante el día, del abrazo de energías que nos dan gratuitamente desde lo alto, somos plantas en ese aspecto, no tendremos clorofila que transforme en azúcares los jugos de los tallos, pero requerimos de un tiempo de luz y agradable calor solar.

El certamen de escritura está por cerrar a la vuelta de hoja, escaso tiempo para producir algo decente y con contenido apreciable para el lector. Pero no hay que cejar antes de haber comenzado, que sea el fracaso mejor que la adictiva y cómoda circunstancia de dejar de hacer.

La misma pregunta nos hacemos el escritor hispanoparlante, como el chino en medio de las montañas o el catalán a orillas del mar. Es exactamente la misma: ¿Qué coño escribiré hoy?

Dicen que las reglas se han hecho para ser transgredidas, que para unir cuatro puntos fuera de un cuadrado, hay que salirse de él y no persistir en mantener el criterio dentro de las cuatro líneas.

Me decido sacar la última barrera, la del falso prejuicio hacia las que son consideradas expresiones vulgares o coloquiales; diferenciación que se hace entre la manera de hablar o escribir entre clases sociales. Escritores amigos, la lengua es una sola, es el medio por el que somos capaces de transmitir emociones, pensamientos, etc. no discriminemos haciéndole el coro a los eruditos puritanos, que flaco favor le concedemos a nuestra misión de donar cultura.

El personaje hace rato que espera que le dé su salida, lo imagino sentado en una de las circunvoluciones de la masa gris y pensando: ¿Para cuándo tío? Y tú que le dices: Espera que ya llega la inspiración. No nos mintamos más, la inspiración no existe en esa medida. Se la convoca, se la excita, se la ama y se le hace el amor para que surja inmaculada del lago de nuestro ser más profundo.

Será luego el personaje que haya sido llamado al servicio, el que dicte sus experiencias, sus frustraciones, las aventuras y desventuras propias de cualquier ser, humano o fantástico. Po lo general no sabemos quién aflorará de entre la espesura del bosque, que poseemos en un lugar recóndito del cerebro. Se abrirá paso de a poco y su imagen se tornará nítida recién cuando hayamos acabado de escribir. Será tiempo de retoques, del análisis ortotipográfico, del conteo de los párrafos y las líneas para que todo sea un sólido desde el comienzo al fin.

Él nos dirá si su historia es romántica, épica, biográfica, fantástica, negra, terrorífica o infantil. Nos irá susurrando sus emociones, sus anhelos, sus fracasos y la amplia gama de circunstancias que le ha llevado a aparecer en la hoja.

Como os habréis dado cuenta, el personaje de hoy no es uno solo, o una pareja, ni un pueblo, no, somos todos nosotros, los escritores que trabajamos duro para tener el lenguaje justo, la picardía a mano, el humor como herramienta de destrucción del texto o la ironía para dar un toque de sofisticación.

Dicen que un escritor se puede llamar así mismo como tal, cuando ha pasado más de 20.000 horas detrás del ordenador o frente a la hoja de papel; esta cifra requiere 833 días de escritura, o 2 años y medio aproximadamente. Cada uno sabe cuánto dedica a escribir, en mi caso con un promedio de 12 horas diarias, el tiempo se duplica proporcionalmente, lo que quiere decir que en 4 años y medio a 5, habré cubierto la ansiada cuota.

Esto solo en teclear o de escritura a mano. Pero hay que considerar la calidad del texto terminado; si esta promedia el 40%, significa que un 60% no sirve, por lo tanto el tiempo vuelve a estirarse a 2980 días u 8 años y un poco más.

Si situamos el salario medio en España en 1490 euros (cifra del INE para 2017), el escritor invierte en alcanzar las 20.000 horas, la suma de 11.914 euros, que no ve en su bolsillo, sino que sale de él como inversión.

Si edita un libro bajo la demanda y con los precios actuales, la amortización de la inversión supera los mínimos márgenes de la más absoluta pobreza.

El escritor es un bohemio idealista que dona cultura al mundo como quién da pan a los pajarillos de la plaza.

Los números desalientan, aplastan, denigran, deprimen al que está en esta profesión intentando dejar una huella emocional, en la memoria global del humano.

Sin embargo hay que seguir dando pie a que la vocación se manifieste, tal si fuera un trozo de alimento que no pasa por el esófago pero que debe llegar al estómago.

La escritura profesional se basa en el mismo que la desarrolla, somos nosotros frente a un espejo; en algunas ocasiones nos vemos en diferentes tonos, de acuerdo al grado emocional que estamos sacando a la luz; en otras vemos lo que no somos ni seremos, como la contrapartida de nuestros conceptos y paradigmas. La elección correcta de la imagen, será la que lleve el personaje descrito.

Horas, días meses para finalizar un texto legible y atractivo para el lector.

Para esto no basta con ser como somos, hay que ahondar en el interior, bucear entre las basuras que coleccionamos y volver a la superficie con lo que hemos anhelado hallar. Habrá veces que seas irreverente, insolente y hereje; en otras dulce, empalagoso, azucarado, amable y cortés; las habrá que saques el violento y primitivo, el intolerante y agresivo, el macho alfa, el desagradable y traicionero, la dama de alta alcurnia, la adolescente o la meretriz, todos caben en nuestra imaginación, pero no olvidaremos que ésta solo será reflejo de lo que ya conocemos.

Este noble acto vocacional tiene una característica que debería ser tomada muy en cuenta, por los que recién se inician en el camino de dejar por escrito sus interioridades; he aquí, la crítica.

Esto que se suma en comentarios en los foros o las redes sociales, es fundamental para el escritor; más allá de las intenciones que puedan llevar en algunas y escasa ocasiones, una crítica refleja claramente la otra parte de la profesión, la del lector. Sin importar si viene de un par en la vocación o de uno que leyó por puro gusto y dejó su parecer, se vuelve esencial pues adquiere la calidad de la luz en el camino. Sin ella el andar se convierte en un oscuro sendero en el que será fácil perderse y no dar con el destino prefijado.

Bienvenida la crítica que nos dice en qué hemos fallado y en qué hemos acertado.

Por lo general creemos en cada texto que sale terminado, que hemos llegado a un punto de excelencia, eso es el exitismo natural que debemos soportar ante una nota adversa o un llamado de atención de un extraño. Claro que si no estuviésemos seguros de estar haciéndolo excelentemente, no lo haríamos, así de simple, por lo tanto cuando exponemos la considerada “magnus opus” por nuestro ego, sentiremos que no es reconocido el esfuerzo realizado, ante la crítica por una coma, un error de tipeo, una palabra incorrecta o mal escrita. El existimo no dirá que son exagerados, que no comprendieron el mensaje, que hemos usado una licencia literaria, que y que, y seguiremos poniendo excusas a lo que es evidente, el lector nos ha pillado con el carrito del helado.

Se impone ser humildes, despojarnos de la idea que todo cuanto escribimos son “ars magna” y que en la gran mayoría de los comentarios, la razón les asiste.

Las 6:45 de la mañana, los vecinos se van despertando y algunos ya han partido a sus tareas habituales, a su rutina. El patio está pleno de pájaros que entablan sus conversaciones a grito pelado en un par de árboles. El cielo es claro y transparente, tanto que si nos dejásemos llevar por la euforia que da una bocanada de oxígeno matutino, veríamos al mismo Olimpo con los Dioses haciendo de las suyas.

Diversas son las causas por la que se llega a este punto, con las ya imprescindibles 20.000 horas sobre los hombros, y gastando las yemas de los dedos hasta borrar las huellas dactilares. Vamos dejando literalmente la piel a lo largo de nuestra cruzada. Acomodando letras que son palabras luego; palabras que darán forma a una oración; oraciones que serán el párrafo; párrafos que harán al capítulo y capítulos que cerraran el círculo maldito de una nueva obra. Obra que será escudriñada hasta el hartazgo, tanto que al saberlo de memoria dejaremos pasar el error, que encontrará el lector o en el mejor de los casos, el editor que frenará la tan temida crítica.

Y al fin es posible que con humildad, aceptemos que solo el libro se venda entre nuestra familia y amigos.

Y el ouroboro se comerá la cola nuevamente, los brazos cansados con los dedos en garra, golpeando un teclado para dejar una nueva huella en la cultura de la especie humana.

Allí estaremos eternamente los hacedores de historias, prendidos a la máquina de convertir imaginerías en signos negros sobre la hoja blanca, escuchando al personaje umbroso decir de situaciones ridículas o magníficas, soñando con conseguir el vellocino de oro en una tribuna de lectores que aplauden y vitorean, a un genio que se escapa.

Señoras, señoritas, señores, esto somos, aves nocturnas cazando musas esquivas, viajando a lomos de monstruos sagrados, invadiendo las camas lujuriosas, sopesando vaginas contra penes, asustando a mediocres, alentando a los débiles Davides contra los imbatibles Goliates.

Los personajes de este escrito mínimo, regresan a sus oscuras cavernas a continuar con su búsqueda de la excelencia entre las historias más comunes y extrañas.

Que tengan una buena lectura y ruego que no nos abandonen.

https://www.youtube.com/watch?v=ApqDaraXM4E

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