A medida que pasa el tiempo, los sentimientos se hacen más profundos, las sensaciones más intensas y los fantasmas del pasado se cuelan de manera inexorable.
Cuando todo lo demás falla, solo te queda escribir y que algún desconocido «se apiade de tu alma.»
Desgana, tristeza, desazón, soledad, miedo, incertidumbre, nostalgia…
Emociones que a la cara dan miedo ya que vivimos en un mundo cínico donde prima más la » felicidad» que la verdad y donde es mejor callar que hablar.
A mi me llevan persiguiendo toda mi vida, a mayor o menor intensidad. Ahora han explotado de la peor manera posible, todas juntas.
La que mayor pánico me causa, es la que no puedo controlar y a la que no hallo explicación.
Es el fantasma del cual creía que me había desprendido.
A veces, se me aparece estando despierta, pero le mando callar, como me han hecho hacer en estos dos últimos años. Incomprensión recibí y pensé que si empujaba todo esa rabia, frustración y dolor hacia dentro, al fondo; no se notaría y habría sido como si no hubiese pasado.
Pero el fantasma te recuerda que no. Y como despierta no le hago caso, se me presenta en sueños. Sueños que he llegado a saborear, acariciando el recuerdo de su cara, de su carácter, de su pelo…
Soy una kamikaze, ya que en vida a esa persona no la disfrute tanto como lo hago en sueños.
Últimamente, este espectro se presenta con demasiada frecuencia y cuando despierto, me pregunto: ¿ y ahora qué?
Sueños cada vez más frecuentes, más realistas, más dolorosos y donde el fantasma deja bien claro quien manda, como siempre ha hecho.
Con la única diferencia, que yo sigo aquí, anclada y congelada a una vida que ya no me pertenece.
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