Covid-19 (3) Los sanadores

Covid-19 (3) 

Los sanadores

LA SANTA MISA DE LOS ANTICUARENTENA.

En el centro, a puro chamuyo, el profeta San Jodido de Asís (y sus flores robadas en los jardines de Quilmes). Amén

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Frente a una cama, de todas maneras, en fin,
casi ninguna palabra es grande o pequeña,
mientras el hombre respira como puede
y el espectro del sermón que suena esdrújula
la voz, repite y el remedio y el remedio
para toda la vida que no llega. En fin,
el guardapolvo blanco pende de una receta
desconcertante, y oye palpitar la neumonía
o todavía más hasta el último colapso,
cuando no queda alvéolo sino pellejo
por donde el aire fluye hasta el suspiro.
Si, último suspiro sí, en la cama inmóvil
luego de que más de un enfermero
lo cobijara examinando el pecho
antes de que cerrara los ojos, suavemente,
los dos tras un barbijo inútil, famélico de esfuerzos,
tanto que ni protege a esos dos que siguen ahí,
de pie, observando la última fatiga sin dar un paso atrás,
considerando acaso que juegan la vida
porque no tratan con un dolor de muelas.
Médico, en la esperanza, no irá el domingo misa.
Tampoco esos dos, los del barbijo.
Esperaran de pie frente a una cama.
¡Cuántos diez días se contarán!
Todo conciencia de esos y de tantos otros
que ven ir y venir a los que tosen sus toses
y sudan desde el pecho que suena a últimas
decisiones sino acaba justo ahí, en ese instante.
En todos lados, humanamente,
llegan las veintiuna horas del aplauso
que suena de laureles y de vítores,
de camaradas, de hermanos,
ya sin recetas, ni barbijos, ni máscaras.
Por último de los nombres se tomará debida nota.
Se los pondrá en persona para tributarles
echando a manos las sonrisas y las lágrimas
de todos los agradecidos de los sanadores.

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