No lloro por ti, no lloro por mi, no lloro por nadie.

Lloro porque las lagrimas brotan en mis ojos, como el agua nace en las fuentes, como el rocio de la mañana cae en cada petalo de cada flor.

Lloro porque si, porque quiero, y eso ya es una razón para llorar, ¿o no?

Como si para llorar hicieran falta razones, como si cada acto tuviera que justificarse.

-¿por qué? – me preguntas.

No lo sé, me he puesto a llorar sin más, no hay motivos, y ya está.

O por lo menos yo no los siento, es algo que surgió de mi, como cuando vacias un cubo que está a punto de revosar, salieron y punto.

-¿No lo entiendes verdad?- Me mira sorprendido, y al mirarle a los ojos, vi que realmente no lo entendía…

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