Blaze! Capítulo 6

Capítulo 6 – Las oscuras tareas de Blaze – Día 4.

¡El Kelpie cayó fulminado! El humo proveniente de su demoníaca carne se mezcló con la espesa niebla que las rodea…

Y es así como se derrota a un Kelpie –fanfarroneó la maga, deslizando su dedo índice por debajo de su nariz.

¿Qué le hiciste? –preguntó Ariadne, recuperada del influjo que la aquejaba hasta hace poco.

Destruí su cuerpo astral, ahora su espíritu perdió la conexión con su cuerpo físico y… En resumen, lo mandé directo al otro mundo –explicó rápidamente Blaze, sin querer entrar en detalles esotéricos–. Ahora deshagámonos de su cuerpo.

La hechicera y la niña empujaron fuertemente con sus manos al occiso, introduciéndolo en el lecho del río, lugar donde se disolvió después de unos minutos, volviéndose uno con la corriente de agua. Luego, Blaze impuso sus manos sobre el caudal, recitando en voz baja extrañas palabras, las que llamaron la atención de la niña.

¿Y ahora qué haces? –consultó la curiosa pequeña.

Estoy sellando el río, para que no puedan entrar más bicharracos feos. Depende de que quiera meterse, pero debería bastar para impedirle el paso a más Kelpies por un tiempo.

Cuando estuvo terminado el sello, la maga acompañó a Ariadne a su casa, para regresarla a salvo. Debía emprender inmediatamente su viaje de gasto energético, por lo que le pidió que le despidiera de sus padres y les agradeciera por la comida y reposo. Cuando la niebla producida por el demoníaco equino comenzaba a disiparse escuchó, en la lejanía, nuevamente un frenético galope. Ahora eran dos caballos.

¡Me tienen que estar jodiendo! –gritó Blaze, exasperada con la situación, desenvainando su katana y poniéndose en guardia para enfrentar a los enemigos escondidos en la bruma.

De entre la niebla emergieron dos caballos, pero no eran Kelpies, sino equinos normales que tiraban de un carruaje, el que era conducido por dos soldados, uno de los cuales apuntaba a Blaze con su mano.

Hechicera Blaze, el rey precisa de tus servicios –dijo el soldado que sujetaba las riendas de los animales, mientras el otro sacudía la mano con la que apuntó a la maga, quejándose.

¿Cómo saben quién soy? –preguntó la mujer mientras guardaba su espada lentamente, sospechando de los hombres.

El rey Bod precisó de los servicios de tu maestro, pero él se excusó de viajar debido a su vejez, diciendo que no aguantaría más de dos millas en el carruaje sin morir. Nos encomendó buscarte para que cumplas la solicitud del monarca en reemplazo de él–respondió el soldado conductor.

¡Y sí que lo hizo, mira que atar un cabello de su barba a mi mano y que esta apuntara en la dirección en la que estabas, los magos son impresionantes! –comentó el segundo soldado–. Lo único malo fue que el cabello se incendió al encontrarte, me dolió…

Maldito viejo –pensó Blaze–. Eso explica que siempre sepa dónde estoy, me debe haber hechizado, ya me las pagará.

Debes acompañarnos inmediatamente, si te niegas… –explicó el primer soldado, siendo interrumpido por la maga con un ademán.

No me negaré, pero dejemos a esta niña en su casa, después los seguiré al lugar que quieran.

No hay problema, suban –respondió el soldado quemado.

Blaze dejó a Ariadne en la puerta de su casa, despidiéndose de ella con un abrazo, prometiéndole volver a visitarla algún día. Subió nuevamente al carruaje y les pidió a los soldados que avanzaran a máxima velocidad, le quedaba sólo un día para gastar la energía demoníaca restante. El carruaje se perdió en el horizonte dejando una polvareda detrás. No sabía dónde estaba exactamente con respecto al castillo del rey, pero si sabía que de dirigirse hacia allá a pie era un trecho largo de por lo menos un día entero. Aprovechó de dormir hasta que sintió que la carrera de los caballos disminuyó a un sosegado trote.

¿Ya llegamos? –preguntó la somnolienta muchacha, viendo los primeros rayos de sol despuntar.

Estamos entrando en la ciudadela, hechicera –respondió el soldado que conducía, el otro dormía sentado en su puesto.

El castillo fue emplazado en medio de la ciudad, pero sólo contaba con una entrada principal, con tal de que en caso de invasión sólo hubiera un lugar donde concentrar la defensa de la fortificación, ya que las ventanas fueron construidas en lo alto de las torres, imposibilitando el ingreso. Las casas de los habitantes de la ciudad rodeaban al palacio, desarrollándose su día a día dentro de este entorno fortificado. Blaze fue conducida al interior de la vivienda real, siendo recibida por un lo que ella consideró un alfeñique, al que tuvo que explicarle el por qué ella estaba ahí y no su maestro.

Espero que el rey comprenda que tu viejo maestro no pudiera venir y que tú puedas suplir su presencia –expresó con desgano el hombrecito–. El monarca está dispuesto a darte lo que sea si eres capaz de cumplir su petición.

¿Lo que sea? –preguntó Blaze, incrédula, mirando por sobre el hombro del tipo hacia una columna de mármol puesta en medio de la sala en la que reposaba un bello collar dorado con una gran gema azulada.

¡Oh! Veo que ha llamado su atención la preciada joyería de nuestra amada reina… –comentó el delgado ser, atento a la mirada de la maga–. Puede ser suyo, si lo desea… ¿quiere probárselo?

No, no, no… Bueno, no le haré daño si lo uso un momento, ¿cierto? Entretanto no me vea la reina ­–replicó juguetona.

La reina duerme en este momento, no tiene de qué preocuparse –dijo el hombre, tomando el collar desde la columna y depositándolo en el cuello de la ambiciosa maga–. Dirijámonos a los aposentos del rey.

Pero, la reina me… –articuló Blaze, siendo empujada suavemente por su interlocutor– verá con su collar.

No se preocupe, duermen en habitaciones separadas.

El rey estaba echado sobre una cama enorme, apoyado en mullidas almohadas, despierto. Su barriga real estaba cubierta por un suave y largo camisón de seda blanca, las sábanas resbalaban en tan redonda superficie y sólo tapaban las piernas regordetas del regente. Miró extrañado a la maga, ya que esperaba a un hombre para solucionar su problema, pero dadas las circunstancias, no tuvo más remedio que aceptar la ayuda de la mujer.

Veo que ya eligió su paga, señorita hechicera –advirtió el rey Bod.

Estaría encantada, es una joya muy bella, pero depende de si puedo ayudarle –declaró Blaze–. ¿Qué necesita su majestad?

Bueno… –musitó el rey, sonrosado–. Acércate para poder explicarte.

Blaze dobló su cuerpo en dirección hacia el avergonzado rey, como si hiciera una reverencia en 90 grados, pero al escuchar su petición soltó un chillido que se escuchó en todo el castillo y su cuerpo se erizó como el de un gato.

¡Olvídelo, me voy, no pienso hacer eso! –gritó, dándose media vuelta para abandonar la habitación y girando nuevamente en dirección al rey para devolverle el collar ofrecido como paga.

La maga tomó el collar que rodeaba su cuello, pero no lo pudo sacar, este pesaba mucho. Intentó con todas sus fuerzas; sin embargo, le era imposible asirlo, quedando exhausta y enrojecida por el vano esfuerzo.

¿Qué me hicieron, ratas de cloaca? –preguntó Blaze, al darse cuenta de la treta en que cayó por su avaricia, el collar estaba estratégicamente situado para que lo viera quien acudiese a ayudar al rey.

Ese collar tiene un encantamiento que lo hace irresistible de mirar y sólo puede ser retirado por la misma persona que lo puso en tu cuello –comunicó el rey.

Blaze intentó nuevamente retirarlo, logrando subirlo hasta la altura de su barbilla, pero repentinamente el collar comenzó a hacerse más pequeño, presionando su cuello hasta asfixiarla, por lo que debió soltarlo para que volviese a su tamaño original.

Y puede matarte de no cumplir con lo que te ordene, cercenando tu cuello –complementó el debilucho hombre, que en ese momento tenía una pose y mirada soberbias–. Tienes hasta mediodía para arreglar el majestuoso miembro de su alteza.

La joven se arrojó al piso agarrándose la cabeza con ambas manos, histérica con la pudenda situación, no había entrenamiento en el mundo que la preparase para tal escenario, dentro de su vasto conocimiento mágico no había algo que levantase hombrías. De hecho, no creía que existiese nada parecido. Se encontraba en un gran aprieto o, quizás, ante uno pequeño…

Que voy a hacer, que haré, no puedo creer en el problema que me metí, tengo que pensar algo, rápido, no perderé mi cabeza por un… ¡uno de esos! –meditaba Blaze, sintiendo como el collar la ahogaba sin siquiera haber disminuido de tamaño.

Necesitaba saber cómo funcionaba la hombría de los hombres para reparar o, al menos, poner a trabajar la flácida virilidad del rey, pero no contaba con tiempo para hacer disecciones exploratorias que le indicaran que debía mover en el descuidado y monárquico cuerpo para lograr el milagroso levantamiento. Debía pensar, hacer alguna conexión, algo que le indicase que dirección seguir.

¡Tú, alfeñique, muéstrame! –requirió Blaze, apuntando a la entrepierna del súbdito del rey.

La maga y el hombrecito se dirigieron a otra habitación, donde el vasallo le mostró un ejemplo de cómo trabajaba su “sistema”, lo que fue de gran ayuda para ella y algo que juró trataría de olvidar lo más pronto posible.

Por lo que vi, parece funcionar como si se tratara de un músculo, por lo menos esa impresión me dio… Si es así, creo poder adaptar un hechizo, pero puede haber resultados inesperados –meditó Blaze, creando un plan de trabajo en base a su previa investigación y sus conocimientos mágicos.

La maga se sentó por algunas horas, meditando el nuevo hechizo que estaba preparando, visionando la experiencia, sintiendo cómo el flujo energético demoníaco devolvía la vida y firmeza al caído guerrero… sin duda querría olvidar todo este asunto. Cuando sintió que estaba lista, faltaba aproximadamente una hora para que se cumpliera el tiempo que le dieron para no perder su cabeza. Volvió a la habitación del rey, que ahora estaba acompañado de su esposa, quien la miró con ojos esperanzados.

No hay tiempo para pruebas, así que lo haré de inmediato y veremos que sucede –declaró la desanimada y desaliñada hechicera.

Blaze impuso sus manos por sobre la cadera del impotente monarca, recitando en voz baja palabras ininteligibles para los presentes, golpeando con la palma de la mano de vez en cuando la barriga del hombre. Después de unos minutos, debajo de la sábana comenzó a encenderse una tenue luz, la que se hizo más fuerte hasta convertirse en un gran destello, al mismo tiempo que la tela se levantaba apuntando en línea recta hacia el cielo de la habitación. La reina soltó un grito de sorpresa, sus ojos esperanzados cambiaron a unos llenos de lujuria, en cambio la maga optó por taparse los ojos con su mano derecha.

¿Cómo se siente, su alteza? –preguntó la maga con cierto énfasis, para saber si todo transcurría normalmente para el renovado hombre, sin apartar la mano de sus ojos.

Hace años no me sentía así –respondió el rey, mirando a Blaze con los ojos llenos de malicia demoníaca.

El rey Bod se levantó de la cama con un salto, acechando a la desprevenida joven, que descubrió sus ojos al sentir el repentino movimiento del monarca. Este mecía su revivido falo de un lado a otro, abalanzándosele para restregarse en ella, lo que no logró, comenzando una persecución alrededor de la habitación, haciéndole merecedor de una tranquilizadora Fire Ball.

El hechizo sin duda no era perfecto, tuvo sólo algunas horas para ejecutarlo sin la posibilidad de probarlo antes, además de ser altamente ineficaz, necesitó una gran cantidad de energía oscura para funcionar, pero en este caso el gasto era lo que Blaze perseguía.

¿Qué pasó? –preguntó el rey, volviendo en sí después de salir del influjo demoníaco del hechizo, con parte de su cabello y barba humeantes por el ataque.

¡Se volvió loco! –respondió la joven con un rugido, poniendo cara de ofendida–. ¡Casi me ultrajó, su bajeza!

Perdón… Serás recompensada adicionalmente por tal falta, no lo dudes –afirmó el rey.

No esperaría menos de alguien como usted.

El rey volvió a ser tratado con el hechizo, logrando la tan esperada erección, esta vez sin efectos secundarios indeseados. Los reyes fueron dejados a solas en sus aposentos para que pudieran intimar. Blaze exigió que se le retirara el mortal collar de su cuello inmediatamente, pero su demanda no era escuchada por el súbdito, que escuchaba de cerca el coito, en caso de que sucediese algo inesperado asociado al hechizo. Después de unos minutos el rey volvió a pedir otra dosis para una nueva ronda.

Eso fue corto –pensó la hechicera, mirando al sudoroso y panzón rey.

El rey solicita nuevamente tus servicios, no puedo retirar el collar hasta que esté completamente satisfecho –aclaró el súbdito.

Independiente de si queda satisfecho o no, esta será la última vez, me queda muy poca energía como para realizarlo una cuarta vez, ¿entendido? –acotó Blaze, dejando en claro que estaba a punto de gastar toda la energía demoníaca, aunque podía ejecutar una vez más el oscuro conjuro.

Está bien, después de que me hechices nuevamente, él te retirará el collar y te entregará tus honorarios por tan buen trabajo –dijo el agradecido rey.

La maga impuso por tercera vez sus manos por sobre la cadera del rey, pero algo pasaba, no sentía el flujo oscuro infiltrando el cuerpo del necesitado hombre. Un escalofrió recorrió su espalda, mientras los dedos de sus manos temblaban y sus piernas perdían fuerza… Ya no tenía más magia negra para utilizar. Faltan 10 minutos para las 12.

¿Qué sucede, hechicera? –pregunto el alfeñique, al ver la lividez del rostro de la muchacha.

Se escuchó un gran estruendo proveniente de las calles de la ciudadela, un lapso de silencio y luego gritos desesperados de los pobladores.

¿Qué pasó con el resto de magia negra que aún tenía?, ¿qué sucedió en las calles de la ciudadela? Esto y mucho más en el próximo capítulo de BLAZE!

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