Blaze! Capítulo 5

Capítulo 5 – Las oscuras tareas de Blaze – Día 2,9; 7 y 3.

¡Huyendo de sus perseguidores y dejando un oloroso rastro! El segundo día de Blaze está llegando a su fin…

Creo que logré dejarlos atrás –meditó la maga, mirando el camino recorrido en su huida–. Ya se me hizo tarde, el día está acabando y… ¡huelo a sudor y mierda! ¡A MIERDA! No me toca baño aún, pero esta pestilencia no se irá sola, que lata…

Efectivamente, aún no le tocaba bañarse. Blaze corrió por largas horas para despistar a sus cazadores, haciéndole desviar hacia la espesura de un bosque desconocido, lejos de los caminos normalmente transitados por los viajeros. La luz de la luna llena alumbraba sus pasos, reflejándose sobre un calmo curso de agua, lugar que eligió para limpiar su cuerpo y ropajes del chasco causado en Erocrets.

Espero que no esté muy fría –dijo, zambulléndose con un salto en el tranquilo río.

La muchacha se sentó sobre las piedras del lecho del río, sobajeando su cuerpo con su capa para eliminar el impregnado hedor, dejando una estela de mugre cuyo origen era ella. Sumergió su cabeza en el agua, restregando su cabello vehementemente, emergiendo del curso para respirar y sacudirse como si se tratara de un perro. Cuando dejó de convulsionar, se dio cuenta de que estaba siendo observada.

¡Maldición, un Kelpie! –gritó, apoyándose contra el borde del lecho del río, sorprendida.

Un Kelpie, caballo malévolo habitante de ciertos cuerpos de agua, le estaba observando. Tenía sus ojos color sangre sobre ella, su erguido y musculoso cuerpo denotaban el enojo del animal por encontrar una intrusa en su hogar. El corcel se movió inquieto, mostrando sus cascos delanteros cubiertos de algas, exhalando un tóxico tufo de su abierto hocico, abalanzándose para embestir a la muchacha. Blaze se levantó rápidamente para contratacar al enfurecido equino.

¡Obsidian Lightning! –invocó Blaze, liberando rayos oscuros de sus manos, los que se fusionaron en uno solo, formando una gran hoja relampagueante y estridente, de borde filoso y cambiante.

Los contrincantes se arrojaron hacia el frente, encontrándose, intentando asestar el primer golpe. La maga se disponía a lanzar un corte circular a su atacante, pero este se adelantó estirando sus riendas hechas de algas, atrapando el pie derecho de la muchacha y, con un feroz movimiento de cabeza la alzó por su extremidad, sumergiéndole la cabeza en el agua. Blaze perdió el control del hechizo demoníaco que estaba utilizando, cercenando en dos varias piedras del lecho y dañando el tronco de un árbol cercano al río. Mientras se encontraba dentro del agua, alcanzó a ver varios destellos de luz, pero ninguno se correspondía con el brillo de la luna. Se reincorporó del ataque y se puso en guardia, el Kelpie le estaba dando la espalda.

¿Qué? –preguntó el caballo demoníaco, girándose al sentir un ruido que vino de detrás de él–. ¡Eres la hechicera que ataqué hace una semana, esta vez no escaparás!

¿Qué locuras dices? ¡Debes estar confundiéndome! –exclamó Blaze, extrañada, volviendo a invocar el Obsidian Lightning.

El segundo ataque fue diferente. La muchacha no caería nuevamente en el truco de la rienda, por lo que esta vez saltó y atacó desde el aire, penetrando con la hoja de magia negra el lomo del verdoso Kelpie, quién soltó un doloroso resoplido al verse herido de muerte. Su cuerpo cayó al río, inmóvil, tiñendo las aguas con una espesa y oscura sangre, mientras Blaze aún blandía la relampagueante espada.

Gracias por vengar mi muerte –escuchó la joven maga, antes de percatarse de que tenía en frente a una bella y menuda chica.

Una Rusalka –musitó Blaze, sin dejar de empuñar el demoníaco conjuro.

El cuerpo de la Rusalka desprendía una tenue luz verdosa, pero su piel era más blanca y pura que la nieve presente en la cúspide de una inexplorada montaña. La muchacha sonrió a la guerrera, con una lívida y perfecta dentadura, mientras su figura se desvanecía en pequeños fuegos centelleantes.

¡Espera…! –gritó Blaze, extendiendo su mano para tocarla, al mismo tiempo que dejaba de ejecutar su hechizo, pero esto sólo aceleró su desaparición.

Repentinamente, los últimos rastros del Obsidian Lightning produjeron una pequeña explosión de sonido, lanzando a Blaze por el aire y haciéndola impactar contra el árbol que anteriormente dañó, derribándolo. La maga quedó tendida sobre el árbol caído, inconsciente.

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¿Qué rayos pasó anoche? Mi cabeza duele… –gruñó la confundida joven, cubriéndose los ojos por el ardiente sol de la mañana con una mano, mientras que con la otra se sobaba un sobresaliente chichón–. Al menos ya no huelo a mierda.

Blaze estaba desorientada. Se sentó sobre el tronco del árbol en el que pasó la noche e inspeccionó los alrededores, notando que contiguo al río había un camino de tierra que parecía ser frecuentado a menudo. Caminó temblorosa, ya que sus ropas permanecían húmedas después del chapuzón nocturno, siguiendo el curso de agua. Pasada una hora de caminata, divisó las casas de un pequeño pueblo y, cuando le quedaban unos metros para entrar en el lugar, encontró a una niña sentada en cuclillas frente al río. La pequeña miraba absorta el agua, tanto así que no se percató de que estaba a punto de resbalar, lo que no sucedió ya que Blaze la tomó por la ropa como si agarrara a un gato por el lomo.

¡Ten cuidado, no sabes que si te ahogas en un río, puedes acabar convertida en una Rusalka! –gritó la maga a la doncella, agitándola como a una bolsa de monedas para hacer sonar el contenido.

Perdón –replicó la muchacha, con una amplia y nerviosa sonrisa–. Lo que pasa es que me pareció ver un caballo en el agua y…

Qué bella sonrisa –pensó Blaze, haciendo caso omiso de lo que le decían, mientras se lamía la encía donde algún día hubo una muela–. ¡Espera, la Rusalka!

En ese instante rememoró la figura de la doncella ahogada y la dulce sonrisa que le dedicó. Resultaba ser que las dos muchachas tenían la misma dentadura, pero no recordaba otras características de la Rusalka como para compararlas. La niña que acababa de salvar tenía el cabello rubio como el trigo, usando una melena corta terminada en bucles que le cubrían parte de las mejillas, las que estaban adornadas por unas pocas pecas. Sus ojos eran verdes e intensos y su piel blanca, pero no tanto como la de la muchacha muerta del río. Vestía un traje grisáceo, cubierto por un delantal amarillo, y en sus pies unos zapatos gastados de color café.

Seño… Señorita, ¿puede bajarme ya? –preguntó la muchacha, incomoda de estar colgando como un bulto en la mano de la maga.

Sí, claro, llámame Blaze, nada de señorita, menos señora. ¿Cuál es tu nombre, pequeña?

Ariadne. En serio, ¿podría bajarme, por favor? ­–dijo, sonriente.

Las dos féminas caminaron juntas al pueblo, hablando un poco de sus respectivas vidas para conocerse. Blaze le contó de sus varias aventuras (omitiendo lo de Erocrets) y Ariadne de su vida en el pueblo y de cómo ayudaba a sus padres en su negocio vendiendo alimentos a domicilio.

Bueno, ¿antes me dijiste que viste algo en el río? –preguntó Blaze, ya que cuando se sumió en sus pensamientos no escuchó nada de lo que la niña dijo y quedó con la duda.

Un caballo de color verde –replicó Ariadne, caminando apresuradamente para seguirle el paso a las largas piernas de la maga–. Nuestro río es llamado el caudal de los tiempos, dicen que si observas detenidamente, puedes ver tu pasado o futuro en él. Quizás ese caballo…

No creo que sea posible, tiene que ser un ente consciente, como un oráculo, para poder predecir el futuro –interrumpió Blaze, haciendo alarde de sus conocimientos esotéricos–. ¿Y que querría ver una niñata como tú de su futuro?

Bueno… –dijo la niña, con las mejillas sonrosadas.

¡Ah, con que de eso se trataba! ¿Cómo se llama el afortunado?

Bueno…

Las nuevas compinches llegaron al pueblo y se dirigieron a la casa de la pequeña, ya que Blaze estaba preocupada por ella y quería echarle un ojo, temiendo que otro Kelpie pudiera atacarla. Esta situación era por lo menos anómala, pues estos equinos malévolos son extremadamente territoriales y viven solos dentro de un cuerpo acuático, pero viendo que ella ya eliminó uno la noche pasada y suponiendo que lo visto por Ariadne sea verdad, lo más seguro es que estuviese en futuro peligro. Al llegar a la casa, Blaze se presentó a los padres de la niña explicándoles cómo fue que se conocieron y diciéndoles que le gustaría ayudarles con su trabajo por el día, lo cual ellos aceptaron felices, ofreciéndole como paga la estancia en su hogar y alimentos.

Este es el cuarto de invitados –dijo la niña, mostrando la habitación–. No es muy grande, pero al menos te servirá para pasar la noche.

Gracias, Aria, aquí dejaré mis cosas y te acompañaré esta tarde en tu labor de reparto –respondió Blaze, sacándose la capa, hombreras y cota de malla, quedando sólo con su camisa blanca.

¿Cómo supiste que me dicen Aria? –preguntó, con ojos destellando asombro e imaginando que la maga tenía el poder de leer las mentes de otras personas.

Eeeh, la verdad es que no lo sabía, sólo es más corto de decir de ese modo.

Vaya… –replicó decepcionada Ariadne, dejando de mirar el rostro de Blaze y bajando su mirada hasta sus senos, los que se traslucían un poco por lo desgastada que estaba su camisa–. ¡Aaaah!

Ariadne salió corriendo de la habitación, gritando.

¿Qué, el Kelpie? –pensó la guerrera, desenvainando rápidamente su katana al mismo tiempo que la niña volvía a entrar en el cuarto.

Si me vas a ayudar, creo que deberías utilizar esto –sentenció Aria, poniéndose frente al rostro un delantal idéntico al suyo, pero tamaño extra grande, para esconder su enrojecido rostro a causa de lo recientemente visto.

Tienes que estar bromeando…

La dupla salió a entregar y tomar pedidos, los cuales se multiplicaron ese día al correrse la voz de que una bella y alta muchacha en pantaloncillos cortos estaba trabajando junto a Ariadne. Si bien a muchos hombres casi se les salieron los ojos de sus cuencas al ver a Blaze, esta se contuvo para no causar problemas al negocio de los padres de la muchacha; de otro modo, muchos habrían terminado chamuscados.

Se detuvieron horas después del mediodía para almorzar, volviendo al hogar de la pequeña, momento en que intercambiaron historias y risas entre los comensales. Al finalizar la comida, todos se dirigieron a sus respectivos aposentos para tomar la siesta de la tarde, cerrando el negocio hasta el atardecer, que es cuando liberan la segunda tanda de panes preparados por ellos.

Ariadne fue a la habitación de Blaze para despertarla, pero se encontró con que ella no dormía, sino que estaba vigilando por la ventana, como un perro guardián.

Blaze, ¿no pudiste dormir? Nosotros estamos acostumbrados –consultó Aria.

No quise dormir, me quedé pensando en algunas cosas que debo hacer –replicó la maga, que pensaba en por qué un Kelpie podría querer dañar a la muchacha, si esta no tenía ningún potencial mágico. Ninguno–. Vamos, sigamos con el trabajo.

El día seguía su curso sin problemas, pero la hechicera estaba cada vez más preocupada por Ariadne, pues una sutil aura maléfica comenzaba a rodearla a medida que se escondía el sol. La muchacha comenzó a sentirse un poco fatigada a causa de esto, pero Blaze se lo atribuyó a la cantidad de trabajo realizado para despistarla de lo que se aproximaba. El último pedido que entregaron fue el que más las alejó del hogar de la niña, dejándolas prácticamente a oscuras al caminar de regreso.

Aria, ven, te cargaré en mi espalda, te lo tienes merecido –dijo Blaze, para felicitar a la niña y para apurar el paso, ya que creyó haber comenzado a escuchar los cascos de un caballo.

Gracias, Blaze, hoy ha sido un día espectacular –agradeció la pequeña.

El camino junto al río estaba vacío; sin embargo, un galope lejano que parecía venir de todos lados inundaba el ambiente, además de una espesa bruma que bajaba la visibilidad de la maga. Blaze apuró la carrera, intentando llegar a la casa de Ariadne lo más pronto posible para resguardarla o sería problemático para ella enfrentarse al Kelpie con la pequeña presente. Corrió, pero sólo para encontrarse de frente al maligno potro, que enturbiaba el aire con su aliento infernal. Ariadne gritó de horror al ver a la criatura.

Calma, no te preocupes, mantente sentada aquí, detrás de mí –ordenó Blaze, dejando a la niña en el piso–. ¡Oye tú, Kelpie! ¿qué quieres con ella?

¿Qué quiero? –preguntó el caballo demoníaco, golpeando el suelo con sus cascos y rompiendo unas rocas–. Que insolencia… ¡Espera, eres la hechicera que ataqué anoche, no escaparás nuevamente!

¿Anoche? No puede ser, yo te maté anoche, lo sé, estoy segura.

No fue así, desapareciste después de que enganché tu pie con mi rienda –respondió ofuscado el caballo–. No tendrás esa oportunidad esta vez.

No, no y no. Estás equivocado, te atravesé con mi Obsidian Lightning y… espera –rectificó Blaze, notando un patrón–. Use el Obsidian dos veces, ¡la tercera debe ser la vencida!

La hechicera invocó el Obsidian Lightning para atacar por tercera vez al equino, pero se frenó en seco al notar que la superficie del caudal de los tiempos había cambiado, destellando luces de diversos colores, en el mismo instante que ella ejecutó su hechizo de magia negra.

Claramente hay un patrón –murmulló, deteniendo y volviendo a ejecutar el hechizo, lo que hizo que el río dejara de emitir luz y se encendiera con la invocación.

El Kelpie estaba a la defensiva, no se atrevía a atacar por los sinsentidos que emitía Blaze, además de que ya conocía el poder del hechizo que ella estaba utilizando. Esperaría el momento oportuno para arremeter de forma segura y letal.

Obsidian, no Obsidian, Obsidian… –repetía la maga, encendiendo y apagando la relampagueante espada oscura, aprovechando de gastar cada vez más energía demoníaca y viendo como el río reaccionaba frente al hechizo.

¡¿Podrías tomarme en serio?! –relinchó el Kelpie, histérico por la indecisión de la curiosa hechicera.

¡Decidido! No utilizaré más el Obsidian Lightning.

Al escuchar esto, el furibundo caballo se lanzó impulsivamente, tratando de empujar a las mujeres al río con una embestida, pero fue frenado por una fuerza invisible.

Spiritual Chains, olvidé decir –fanfarroneó Blaze–. Un ataque de tipo astral. No puedo utilizar mi magia negra aquí porque, al parecer, este río reacciona con ese tipo de energía y puede hacerte viajar en el tiempo. Y la verdad es que no quiero volver a pelear contigo, no más, bastante para una vida.

¡Qué estupideces estas diciendo, suéltame y nunca volverán a saber de mí! –exclamó el encadenado equino, tratando de salvar su vida.

Lo mismo pensé, pero no tengo otra explicación para esto, no sé cómo tampoco, pero de verdad no se me ocurre nada más… –meditó–. ¡Ah! una cosa más, ¿por qué quieres dañar a Ariadne?

¡¡Ella es mía, sólo mía y la quiero en mi hogar para siempre, con su sonrisa iluminando mi caudal por la eternidad!!

Eternidad es lo que no obtendrás, ¡Astral Explotion!

¿Cómo habrá quedado el caballo después de este ataque?, ¿a qué sabrá la cecina de Kelpie? Esto y mucho más en el próximo capítulo de BLAZE!

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