Blaze! Capítulo 4

Capítulo 4 – Las oscuras tareas de Blaze – Día uno.

En este mundo hay diversos tipos de magia, como la elemental o de los elementos, astral, mental, alquímica, entre otros. Estos pueden ser utilizados por ciertos humanos que han nacido con el potencial energético necesario y que hayan sido iniciados en las enseñanzas esotéricas.

Sin embargo, hay una excepción a la regla: la magia demoníaca o, como comúnmente se le llama, negra, la cual no puede ser utilizada por los humanos, ya que la naturaleza de nuestra energía mágica es distinta a la de los demonios. A pesar de esto, no es una condición inquebrantable, ya que podemos hacer pactos con estos oscuros seres para tener acceso a sus poderes, aunque siempre a cambio de algo… Un contrato con fecha de inicio y término, uno que se acerca a su fin en mi caso, dentro de cinco días.

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¡Estoy hambrienta! –gritó Blaze frente a las puertas de la ciudad de Erocrets, para recuperar el aliento perdido por su obligada premura–. Debo encontrar una taberna…

La famélica maga necesitaba nutrir su musculatura, o la perdería por el desgaste que le había generado el salir apresuradamente de la ciudad colindante en búsqueda de algo, alguna tarea que le ayudase a gastar la energía demoniaca que se le había dado hace un año. Tenía cinco días y, a pesar de lo que le dijo al “demonio de las cobranzas”, el tiempo no le alcanzaba. Blaze entró a la primera taberna que encontró en su camino, pidiendo la comida que menos demorara en salir de la cocina.

Esto no es bueno –pensó Blaze, mientras probaba el estofado de la casa–. ¿Cómo pueden servir esto a sus clientes? –preguntó la muchacha, increpando al cocinero, que sólo atino a esconderse en su sucia cocina.

No reclamaría más, el hambre era más fuerte que su sentido culinario, así que se comió de mala gana la agria sopa con vegetales y carne que le habían servido. Pidió una cerveza para limpiarse el paladar, pero esta le dejó un sabor peor que el anterior, lo que hizo que mirara nuevamente al cocinero.

Es culpa del agua –dijo el hombre, en respuesta a la mirada de la maga, excusándose.

Blaze pagó su consumo y salió del local, no perdería más su tiempo con un pésimo cocinero, debía encontrar algo que hacer. La gente caminaba por la amplia calle empedrada, sumidos en sus conversaciones y pensamientos, ajenos al contratiempo de la maga.

¡¿Desea dominar a una bella dama?! ¡con su pinta, yo me contrataría!, ¡usted quiere eliminar a sus enemigos, tiene cara de tener demasiados!, ¡¿consultas al más allá?!, ¡puedo hacerle ganar mucho, pero mucho dinero!, ¡¿alguna obra imposible que desee realizar?! –exclamó Blaze, mientras se abalanzaba sobre distintas personas, como si fuera un colibrí picoteando diversas flores–. ¡Lo que sea, gratis, no se aglomeren por favor!

Los citadinos miraron extrañados a la maga, desconfiando de sus inoportunos ofrecimientos, alejándose lentamente de la mujer. Ante la insistencia de la muchacha, el tumulto comenzó a apurar el paso y los que fueron pequeños murmullos se convirtieron en gritos de espanto, seguidos de una despavorida estampida humana. Blaze quedó sola, en medio de la calle, abatida por su fracaso.

De seguir así, nunca lograré mi cometido… –musitó la joven, arrojándose al piso de rodillas.

¡Hey, tú! –gritó un hombre, apuntando a Blaze–. ¡No te muevas!

¿Qué? –respondió la maga con desgano al ver al viejo enfundado en su colorido traje, en el que destacaba el estandarte de la ciudad–. ¡Un guardia de la ciudad! –exclamó mentalmente, sin darse cuenta de que se encontraba ya rodeada de varias puntiagudas y plateadas lanzas.

Blaze fue detenida por los guardias de la ciudad, por haber causado pánico entre los habitantes con sus ofertas, y fue encerrada en la cárcel local, hasta que se evaluara su situación.

Tengo hambre, ¿con quién debo hablar para que me liberen? –preguntó la joven a su carcelero, el que ni le dirigió la mirada, acostumbrado a ese tipo de peticiones por parte de sus prisioneros–. ¡No tengo tiempo, al menos podrías mirarme cuando te hablo!

El carcelero se levantó de su asiento, aproximándose a la gruesa reja de la prisión para permitirle el paso a un pequeño hombre, de lívidas facciones, como si estuviera enfermo.

Es culpa del agua –dijo el hombre antes de que la muchacha emitiera cualquier palabra, notando un dejo de preocupación en ella en el momento que le vio–. Tengo entendido que eres una hechicera y eso es lo que me extraña, con tus poderes ya deberías ser libre, ¿por qué no has escapado aún?

Porque estoy en búsqueda de una tarea y no me basta con sólo librarme del cautiverio, ¿señor…?

Lumbarest, del ayuntamiento de Erocrets, ¿señorita…?

Blaze, sólo Blaze, por favor.

Bueno, seño… Blaze, puede que de esta situación salgamos beneficiados los dos, si accedes a realizar un trabajo para nosotros, quizás puedas compatibilizarlo con la tarea que buscas realizar.

Hable, señor Lumbarest.

Sólo eso puedo decirte en este momento. Tenemos un trabajo que puedes realizar, obviamente si lo completas satisfactoriamente recibirás una merecida paga, ¿tenemos un trato? –preguntó Lumbarest a la prisionera, extendiéndole la mano para confirmar la alianza.

Que va, acepto, mientras me saquen lo más rápido de aquí –respondió Blaze, mirando la mano de Lumbarest con desdén, no se atrevía a estrecharla, quien sabe de qué estaba enfermo.

Lumbarest liberó a la joven maga (que ya estaba mentalizándose para enfrentar cualquier tarea que se le impusiera, con tal de poder gastar la energía demoniaca acumulada que le obligaban a disipar) y la paseó por los alrededores de la bella ciudad, bajo la luz de las primeras estrellas de la noche. Luego de unos minutos de silenciosa caminata, se dirigieron a un iluminado anfiteatro donde se habían congregado todos los habitantes del lugar, donde les estaban esperando. El empleado del ayuntamiento se puso frente a todos los presentes y comenzó un discurso. La maga tomó asiento en la primera fila.

Nuestra bella ciudad de Erocrets, refugio empedrado de nuestras almas, herencia de un antiguo y olvidado imperio, avanzada civilización que nos legó su cultura; está en problemas. El agua de nuestro río principal, el Flumine, ha sido contaminada por nauseabundos desechos, que han hecho de su caudal una pestilencia imbebible. Lamentablemente, es el único afluente con el que contamos y que nos ha refrescado desde tiempos inmemoriales, y no tenemos otras fuentes cercanas de este preciado elemento. Es nuestra culpa. No hemos realizado correctamente las respectivas limpiezas del sistema de alcantarillado que se nos legó. La inmundicia ha corroído las cloacas, ensuciando al Flumine y causando enfermedad en varios de nuestros vecinos. ¡Pero esta situación ha llegado a su fin! Les presento a la solución de nuestro problema, ¡la hechicera Blaze!

Blaze estaba descolocada. El hombrecito la señalaba con sus dos manos, invitándola al palco, para proseguir con su oratoria. Se levantó de su asiento con el cuerpo rígido, la sonrisa desencajada y los ojos saltones. Se puso al lado de Lumbarest y levantó su mano para saludar a los presentes.

Olvídalo, no pienso limpiar las malditas cloacas –murmuró la maga al empleado, tratando de mantener la compostura.

Olvidé decirte que, de negarte a hacerlo, serás ejecutada de inmediato, mira a tu alrededor.

Efectivamente, se encontraba rodeada, en los palcos superiores se encontraban al menos diez arqueros, y detrás de ella estaban unos 20 soldados fuertemente armados.

Creo que ganaste –dijo resignada, bajando los hombros.

Blaze fue puesta bajo resguardo de una familia de la ciudad, para que descansara y realizara su tarea al otro día. Eso le dio tiempo para pensar la estrategia con la cual se sumergiría en los asquerosos vertederos, con tal de hacerlo rápida y eficazmente. Al menos recibiría una paga por el servicio prestado, no todo estaba perdido. Hace tiempo no dormía en una cama, por lo que esa noche se fue a dormir plácidamente. Despertó temprano, y fiel a su estilo, gritando.

¡¿Dónde están mis guardias personales?! –vociferó, despertando a los inútiles guardias, que llevaban horas durmiendo. Si hubiera querido escapar, nadie la habría detenido.

Se fue de la casa sin desayunar, ya tendría tiempo para eso, limpiar las catacumbas de toda una ciudad era mucho trabajo, pero ya tenía un plan. Los guardias le dejaron frente a la entrada a las cloacas más alejada, desde ahí debía comenzar a limpiar, hasta el otro extremo de la urbe.

Pongamos manos a la obra –dijo Blaze–. ¡Air Barrier!

La muchacha comenzó a ser rodeada por una especie de aura transparente, que distorsionaba su contorno, como si estuviera difuminada de cuerpo entero. Esta aura se extendió como una manga desde su cabeza hasta el despejado cielo, cerca de las nubes, dando la impresión de que colgaba de él.

Ahora, a sumergirse.

Blaze se lanzó a través de la entrada, cayendo sobre la espesa materia fecal que rellenaba el sistema de alcantarillado, pero la barrera mágica la salvó de quedar completamente sucia. Prosiguió con su plan.

¡Purple Flames! –gritó la hechicera, invocando las demoniacas flamas en sus manos y lanzándolas a los desechos apostados en el oscuro lugar.

Las flamas púrpuras son capaces de quemar lo que sea, ardiendo de manera feroz y sin producir luz, reduciendo todo a sólo humo; además, se les puede ordenar que quemen sólo un objeto en particular, sin causar daño a otros. Blaze avanzó velozmente por las cloacas, quemando todo excepto las piedras que conformaban la estructura del sistema de alcantarillado. A ese ritmo, calculó que demoraría unas dos horas.

Cuando terminó, las cloacas quedaron inmaculadas, como si nunca se hubieran usado. Volvió al punto de partida para ser llevada por los guardias al lugar de Lumbarest, para cobrar por el servicio prestado, pero estos no estaban.

¿Qué ha pasado aquí? –se preguntó la muchacha, al no encontrar a sus guardias.

Recorrió las cercanías y tampoco encontró gente, lo que le extrañó aún más. Revisó casa por casa, cada establo, taberna e iglesia que encontró en su camino… Nada, absolutamente nada. Todos habían huido de la ciudad.

Qué raro… –susurró la maga, al mismo tiempo que disolvía la barrera de aire que aún la envolvía.

Eso le hizo darse cuenta de que fue lo que sucedió. La ciudad fue construida en medio de una depresión geográfica, por lo que estaba flanqueada de enormes cerros, los que no dejaban escapar la pestilencia producida por la quema de los excrementos del alcantarillado, humareda que escapó por cada apertura de las cloacas. Blaze estaba asfixiada y asqueada al mismo tiempo, tapándose la nariz y boca con su capa, sus ojos ardían al contacto con la peste, mientras buscaba infructuosamente una salida del tóxico humo que ella misma había producido.

¡Allí está, persíganla! –gritó Lumbarest, cubierto de pies a cabeza con unas sábanas, apuntando a Blaze entre la niebla pútrida que cubría a su amada ciudad, dirigiendo a un cuantioso contingente de soldados para que le cazaran por su “error de cálculo”.

Blaze huyó de la malograda ciudad y nunca más la volvió a pisar. Nunca.

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Y no obtuve mi paga… T_T

¿Cómo gastará toda la energía demoníaca restante?, ¿volverá a equivocarse en el proceso? ¡Rápido Blaze, queda poco tiempo! Esto y mucho más en el próximo capítulo de BLAZE!

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